martes, 8 de mayo de 2018


ALDO CALDERÓN





Pocos nos alcanzan



Llegamos a la ciudad y pocos nos alcanzan
la chica del peaje perdió su mirada en mi mente
en el aviso caminero que anunciaba los kilómetros que faltan
Un aviso de Michelin nos indica esta tierra de vehículos y motores
cambio de aceites y demases
Los gorriones y palomas tomando el agua de charcos urbanos
nos indica que alguna vez fue tierra de nadie
Los perros en la principal avenida
tras la perra
nos indican
que la vía esta a punto de cambiar de nombre,
no somos santurrones ni buenos para poner motes a nadie
¿Quién soy para bautizar?
Si cada vez que indico con el dedo esta mi madre corrigiéndome




PERE GIMFERRER





Arde el mar



Oh ser un capitán de quince años
viejo lobo marino las velas desplegadas
las sirenas de los puertos y el hollín y el silencio en las barcazas
las pipas humeantes de los armadores pintados al óleo
las huelgas de los cargadores las grúas paradas ante el
               cielo de zinc
los tiroteos nocturnos en la dársena fogonazos un cuerpo
               en las aguas con sordo estampido
el humo en los cafetines
Dick Tracy los cristales empañados la música zíngara
los relatos de pulpos serpientes y ballenas
de oro enterrado y de filibusteros
Un mascarón de proa el viejo dios Neptuno
Una dama en las Antillas ríe y agita el abanico de nácar
                bajo los cocoteros


JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALAN




 
El amo



En el nombre de Dios que las abriera,
cierro las puertas del hogar paterno,
que es cerrarle a mi vida un horizonte
y a dios cerrarle un templo.

Es preciso tener alma de roca,
sangre de hiena y corazón de acero,
para dar este adiós que en la garganta
se me detiene al bosquejarlo el pecho.

Es preciso tener labios de mártir
para acercarse a ellos
la hiel del cáliz que en mi mano trémula
con ojos turbio esperando veo.

Ya está solo el hogar. Mis patriarcas
uno en pos de otro del hogar salieron.
Me los vino a buscar Cristo amoroso
con los brazos abiertos...


WILLIAM BUTLER YEATS





Los dos árboles 



Amada, mira en tu propio corazón,
el árbol sagrado crece allí;
de la alegría surgen las ramas sagradas
y todas las flores estremecidas que ellas dan.
Los cambiantes colores de sus frutos
son dote de alegre luz para las estrellas;
la certeza de su escondida raíz
ha plantado silencio en la noche;
el agitarse de su frondosa cabeza
donó su melodía a las olas
y desposaron la música con mis labios,
susurrando para ti hechicera canción.

Allí van los Amores en círculos,
el círculo llameante de nuestros días,
girando en espiral de un lado a otro
por esos vastos e ignorantes caminos frondosos;
al recordar ese pelo agitado
y cómo se disparan las sandalias aladas,
tus ojos se llenan de tierna solicitud:
amada, mira en tu propio corazón.

No mires más en el espejo amargo
que demonios, con astucia sutil,
muestran ante nosotros cuando pasan;
o mira sólo un instante;
pues crece allí una imagen fatal
que recibe la noche tormentosa,
raíces casi cubiertas por las nieves,
cortadas ramas, ennegrecidas hojas.
Pues todo deviene esterilidad
en el espejo opaco que los demonios sostienen,
el espejo de exterior abatimiento
hecho cuando Dios durmiera en tiempo antiguo.
Allí, por las ramas partidas, andan
los cuervos de inquietante pensamiento;
volando, clamorosos, de un lugar a otro,
con garra cruel y garganta hambrienta,
o se detienen y olfatean el viento
y agitan las raídas alas; ¡ay!,
tus ojos dulces se tornan crueles:
no mires más en el espejo amargo.


Versión de Enrique Caracciolo Trejo



OLVIDO GARCIA VALDÉS





Muda y hosca, se niega...



Muda y hosca, se niega
a entrar en casa, a pesar
de la noche, a pesar del buen sentido.
Él le habla
con paciencia o la empuja y golpea
con el puño. La insensata materia
que el alma es, su obstinación eficaz
o, contigua y exenta,
esta vibración azul del azul
luminoso y oscuro. Sólo
me m interesa e vacío.
Ocurrió el mismo año
en que frascos y líquidos
se arrojaban contra la pared,
a oscuras, en aquella alcoba
italiana. Eran innumerables
los huesos del cuerpo, incomprensibles
sus nombres. Sincronizado
estrictamente, rápido
y melancólico,
con este azul,
aquel salto, olor de carbonilla,
adherido a la piel.

De "Caza nocturna"


ADRIANA LANZA





La saga



Si tú así lo deseas puedo ser tu hechicera
estar cuando me busques
desaparecer cuando ya no me quieras.

Puedo trocar este cuerpo
hacerlo más largo, angosto, más ligero
y ponerme un vestido violeta.
Soplar el humo que me rodea
ungirme de lavanda o jazmín
si me prefieres más sensual pachoulí.

Si mis manos te molestan
fabricaré guantes de seda.

Cambiaré estas rotas sandalias
por zapatos abiertos de tacos negros
para que goces el cuidado de los dedos.
Reposaré los pies en agua tibiamente salada
un masaje de menta
convertirá lo tosco en marea
y las uñas en caramelo.

Pero supongo que no eres tan tonto
para creer todo esto.
Ni por tu amor domado
movería yo un pelo.