viernes, 1 de mayo de 2020


ANDRÉ BRETON





Girasol

A Pierre Reverdy



La viajera que atravesó les Halles a la caída del verano
Caminaba sobre la punta de los pies
La desesperación hacía girar en el cielo sus grandes yaros tan bellos
Y en el bolso de mano se hallaba mi sueño ese frasco de sales
Que únicamente aspiró la madrina de Dios
Los entorpecimientos se desplegaban como el vaho
En el Perro que fuma
Donde acababan de entrar el pro y el contra
La muchacha sólo podía ser vista por ellos mal y al sesgo
Tenía yo que vérmelas con la embajadora del salitre
O con la curva blanca sobre fondo negro que llamamos pensamiento
El baile de los inocentes estaba en su apogeo
Los farolillos se encendían lentamente entre los castaños
La dama sin sombra se arrodilló en el Pont au Change
Calle Gît-le-Coeur los timbres ya no eran los mismos
Las promesas de las noches por fin se cumplían
Las palomas mensajeras los besos de socorro
Se unían a los pechos de la bella desconocida
Lanzados bajo el crespón de las significaciones perfectas
Una granja prosperaba en medio de París
Y sus ventanas daban sobre la vía láctea
Pero nadie la habitaba aún a causa de los aparecidos
De los aparecidos que como se sabe son más devotos
que los desaparecidos
Algunos como esta mujer aparentan nadar
Y en el amor penetra un poco de su substancia
Ella los interioriza
Yo no soy el juguete de ninguna potencia sensorial
Y sin embargo el grillo que cantaba en los cabellos de ceniza
Una tarde cerca de la estatua de Etienne Marcel
Me hizo un guiño de entendimiento
André Breton me dijo pasa



EDGAR LEE MASTERS





Lucius Atherton



Cuando se me rizaba el bigote
y mi pelo era negro,
cuando me ponía pantalones ajustados
y un diamante en el cuello,
fui excelente raptor de corazones: burlé a muchas.
Pero cuando hicieron las canas su acto de presencia...
¡ay! una nueva generación de muchachas
se reía de mí, sin tenerme miedo,
y ya no tuve más aventuras emocionantes
en las que por poco me mataran por sinvergüenza
desalmado;
sólo amoríos secos, amoríos recalentados
de otros días, de otros hombres.
Y pasaron los años hasta que me fui a vivir
al restorán de Mayer donde comía entremeses,
gris, desgreñado, don Juan rural sin dientes, rechazado.
Hay una sombra poderosa que canta aquí
de una que se llama Beatriz.
Ahora puedo ver que el poder de su grandeza
me llevó a reptar por el más bajo de los fondos.


MASAOKA SHIKI





El río en verano;
Hay un puente,
Pero el caballo va por el agua.


De: “Verano”


SARA DE IBAÑEZ




  
Liras



V

Voy a llorar sin prisa.
voy a llorar hasta olvidar el llanto
y lograr la sonrisa
sin cerrazón de espanto
que traspase mis huesos y mi canto.

Por el árbol inerme
que un corazón de pájaro calienta
y sin gemido duerme,
yal gran silencio enfrenta
sin esta altiva lengua cenicienta.
Por el cordero leve
de la pezuña tierna y belfo rosa;
por su vibrante nieve
que la tiniebla acosa
y al final de un relámpago reposa.
Por la hormiga azorada
que un bosque de cien hojas aprisiona;
por su pequeña nada
que al misterio no encona
y que la enorme muerte no perdona.
Por la nube que alcanza
los umbrales de un lirio sin semilla.
Lengua de la mudanza
sin éxtasis ni orilla,
que no sabe morirse de rodillas.
Por la hierba y el astro.
¿C6mo miden tus ojos, Dios oscuro?
Por el más leve rastro
de sombra contra el muro,
mi llanto ha abierto su cristal maduro.


FANOR TELLEZ





El presidente verdadero



El gobernante que buscamos
no quiere que la historia lo absuelva
o lo condene,
no se fatiga por dejar un recuerdo imborrable en ella:
hendidura de su huella
o discurso amenazante,
el continuum del dolor y de la muerte
como si fuera una filosofía sanadora para el pueblo.

Tampoco emprende actividades
que nos agobian en el tiempo
bajo la égida de obtener libertad, justicia, prosperidad.
Y no se le reconoce
porque no anda con ningún emblema
del oro, del poder, de la fama
ni destaca con gloria principesca
confundido con las gentes,
fluyendo en las actividades normales
sin colisionar con nadie su deseo.

El presidente ideal es bueno
y nadie se lo puede decir porque no lo hallan,
de tan standard, en el común habitual de la bondad,
y ama a las personas tan naturalmente
que nadie puede distinguirlo amando
a alguien entre el pueblo
como el que ama sólo a su correligionario
o a su camarada de partido político
o a su camarilla de halagar demagógicamente.
Él no se ve
como un amador non plus ultra, siéndolo.

El gobernante, que calza perfectamente
con lo que es gobernar
es como un rey, que desciende de su palacio
a la calle.
Sin carroza ni cortejo. Anónimo.
Saca de su cabeza la corona.
Saca lo que piensa que es su sabiduría.
Se queda sin nada.
Saca la arrogancia,
el deseo de afirmarse frente a todos.
Como un hueco,
como una ausencia,
como si no gobernara,
deja que la fuerza de la vida encuentre su sentido,
no interfiere contra ella
y estando con ella
la sigue unido con todos los hombres
y el mundo entero.


19 de febrero del año 2016.



RAMON DE CAMPOAMOR





Canción

                                A la gloriosa memoria de las víctimas
                                                  del Dos de Mayo de 1808.



El sol sus alas replegó luciente,
y la noche callada el manto oscuro
en luengo cerco derramó sombría.
Vierten los astros su fulgor doliente,
y entre las sombras se destaca puro,
remedo incierto de la luz del día.
¡Tal de la suerte mía
la luz brilla insegura
entre la niebla oscura!

Ahora, pues, bajo el nocturno manto
muestras daré de mi desdicha extrema;
y cual presagio del famoso canto
que a alzar me impele inspiración suprema,
¡rompa el acerbo llanto
que mis entrañas reprimido quema!

Auras, volad, y de fragancia henchidas
templad el fuego que mi frente abrasa,
mansa flotando en invisible giro.
Entre las nubes, con fragor hendidas,
su virgen luz, cual transparente gasa,
mece la luna que extasiado admiro.
Me parece que miro
a sus tibios reflejos
vagar allá a lo lejos
cual húmedo vapor de hedionda tumba,
de Napoleón la sombra venerada;
y cuando ronco el aquilón retumba
la vaga esfera de la luz turbada,
¡me parece que zumba
en torrente de sangre desatada!

¡Sombra execrable! Maldecida sombra
que levantó para asentar su trono
de humanos cuerpos funeral montaña!
El manto azul del cielo por alfombra
creyó tender en su rabioso encono,
y ahogó rugiendo su impotente saña.
Soldados, dijo, España
nuestra esclava se vea,
un muro en ella sea
de insepultos cadáveres alzado
que llene de terror a las naciones.
Luego a rumor del atambor doblado
se alzó el muro, rodaron tus pendones,
y en él viste apilado
el magnífico tren de tus legiones.

Al ver su oprobio aterrador el Sena
turbio en las rocas con sonoro estruendo
bate furioso la revuelta frente,
cual herida serpiente que la arena
escarba airada, y con silbar horrendo
en vano aguza el venenoso diente.
¡Tirano, muge hirviente,
cuán cara fue a la Francia
tu funesta arrogancia!
Y al repetir este rumor, tonante
la última esfera de los cielos toca,
y embravecido, hinchado, ondisonante,
con cuanto encuentra sin concierto choca
y se arrastra bramante
con brusco murmurar de roca en roca.

¡Ay! Del cañón al fúnebre estampido
que el bronco trueno imita, cuando alado,
asorda el aire en revoltoso vuelo;
y al revolar del humo esparcido
que en las alas del aura reclinado
viste de luto el encendido cielo;
aferradas al suelo
las víctimas gloriosas,
que ha poco victoriosas
Independencia y libertad gritaron,
se vieron sin defensas maniatadas.
Y al ¡ay! de muerte que después lanzaron,
sus cadenas, de púrpura manchadas,
a la faz arrojaron
del sangriento Murat pulverizadas.

Contra vuestro poder la tiranía
en vano desató su furia brava,
que al sentir vuestro esfuerzo soberano,
la vil corona, que adornó algún día
con una flor cada nación esclava,
se marchitó en las sienes del tirano.
Todo el linaje humano
su carroza triunfante
iba a hollar rechinante,
cuando opusisteis a su fiera saña
vuestro ardor cabe el lento Manzanares,
a sus huestes gritando: ¡Gente extraña,
dad un adiós a vuestros patrios lares;
sólo saldréis de España
surgiendo el fondo de sangrientos mares!

¡Salve, cenizas! ¡Salve, oh ricas prendas!
que humedezca dejad, restos sagrados,
con lloro estéril vuestras frías losas.
Jamás os faltarán verdes ofrendas,
o no tendrán en sus floridos prados
ni laureles abril ni el mayo rosas.
¡Perdón, sombras gloriosas
si mi lira naciente
no os canta dignamente!
Con el llanto sus cuerdas empapadas
sordas vibran confusa melodía.
¡Si no fuisteis por mí, sombras amadas,
loadas con dulcísima armonía,
al menos sí cantadas
con toda la efusión del alma mía!