viernes, 1 de mayo de 2020

FANOR TELLEZ





El presidente verdadero



El gobernante que buscamos
no quiere que la historia lo absuelva
o lo condene,
no se fatiga por dejar un recuerdo imborrable en ella:
hendidura de su huella
o discurso amenazante,
el continuum del dolor y de la muerte
como si fuera una filosofía sanadora para el pueblo.

Tampoco emprende actividades
que nos agobian en el tiempo
bajo la égida de obtener libertad, justicia, prosperidad.
Y no se le reconoce
porque no anda con ningún emblema
del oro, del poder, de la fama
ni destaca con gloria principesca
confundido con las gentes,
fluyendo en las actividades normales
sin colisionar con nadie su deseo.

El presidente ideal es bueno
y nadie se lo puede decir porque no lo hallan,
de tan standard, en el común habitual de la bondad,
y ama a las personas tan naturalmente
que nadie puede distinguirlo amando
a alguien entre el pueblo
como el que ama sólo a su correligionario
o a su camarada de partido político
o a su camarilla de halagar demagógicamente.
Él no se ve
como un amador non plus ultra, siéndolo.

El gobernante, que calza perfectamente
con lo que es gobernar
es como un rey, que desciende de su palacio
a la calle.
Sin carroza ni cortejo. Anónimo.
Saca de su cabeza la corona.
Saca lo que piensa que es su sabiduría.
Se queda sin nada.
Saca la arrogancia,
el deseo de afirmarse frente a todos.
Como un hueco,
como una ausencia,
como si no gobernara,
deja que la fuerza de la vida encuentre su sentido,
no interfiere contra ella
y estando con ella
la sigue unido con todos los hombres
y el mundo entero.


19 de febrero del año 2016.



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