jueves, 1 de junio de 2017


PORFIRIO BARBA JACOB




Nocturno



¡Oh!, ¡que gran corazón el corazón del campo
en esta noche azul y pura y reverente,
todo lleno de amor y de piedad sagrada
y fuerza suficiente!

Yo le escucho latir y comprendo mi vida:
me parece tan clara, tan profunda, tan simple,
y tiene como el mar y el monte puro
su raíz en el tiempo sumergida...

Yo le siento latir, y una onda inefable
y cordial y vital me reconforta,
y no pienso que soy un barro deleznable,
y que la brega es dura y corta.

Toda inquietud es vana; la desazón soporta
-me está diciendo a voces un amigo interior-
El minuto es florido, sonoro y halagüeño,
el corazón del campo te dará su vigor
para entrar en el último sueño...



ANGELA GENTILE




Detrás del jabalí



Quitamos el hacha de dos filos hiriendo la noche.
Mientras, en el salón los hilados tejían nuestra vigilia
y la mirada apergaminada del jabalí de Tracia
era rociada con el agua sagrada de primavera.

                              Nos habíamos detenido en las tiendas,
                             alentábamos la voz de los sirvientes luego del baño
                             de nueces y antes de la espalda del bárbaro.

Lejos, el mar volvía a su lecho desde la torre de los vientos
y el Borea desgranaba nuestro perfil mientras marchábamos.

                                    La veleta de los vientos honraba a los dioses
                                    indicándonos el buen rumbo.




BAUDELIO CAMARILLO




Poemas de agua dulce
Campanadas del alba
(fragmento)



El maestro nos regaña
porque no hemos aprendido a sumar
ni a restar.
Nos pone como ejemplo al estudioso niño que usa gafas
y que nunca se equivoca en aritmética.
El maestro no sabe que al salir de la escuela
ese niño nos mira con tristeza
porque no puede transformar, como nosotros,
dos  pétalos de rosa
en una mariposa
con tan sólo pasar la palma de la mano
sobre ellos.


De: “La Noche es el mar que nos separa”


VÍCTOR SANDOVAL




La imagen y el recuerdo



Restañar las heridas en Fraguas no fue fácil.
Toda la noche mi padre estuvo cavilando.
La luna gemía despacio entre el saucedal y el agua.
Las banderitas de papel en las acequias cautelosas.
El costillar herido de las puertas.
Los centuriones a la ronda en círculos
estrechando el cerco con su collar de lanzas.
El alto poder del M-1 a tumbos en el puente.
La noche llena de flores desdentadas.
Es tan intenso el miedo
que hasta los mismos guardias delante de la iglesia
esconden sus temores.
Mi padre cavilando, toda la noche cavilando.
La casa de las fieras abierta y encendida.
Sus aullidos dominan nuestro sueño.
Y la lluvia en espera para lavar la sangre.


*

Una veleta de lámina
El gallo en su gallinero
Gargantón el gallo canta
El águila y su calvicie
—Yo te perdono padre
Un tigre de doble filo
Un día de ámbar enjaulado en la piel
El viborezno en su zarzal
Los dientes del tigre
Sus cuatro engarraduras
—Yo te perdono padre
Y agazapado espero tanta sangre exquisita
La veleta girando al viento de las dalias
La noria tumba del agua
El águila coja sin la doble cabeza
La lagartija arqueada sobre el tractor Ford Major


*

Mi tiempo, padre:
Himnos de guerra y tableteo de metralletas.
Lo estoy viviendo apenas pero lo estoy viviendo.
Soy el aire del arquero y su brazo.
Te veo escribiendo tus poemas
como éste, padre, como éste.
¿Para qué, para quiénes?
¿Para quiénes abres tu cartapacio,
tu horrenda máquina de escribir
como dentadura postiza?
A veces te leo en los periódicos
lleno de mosquitos proditorios.
Hace cincuenta largos años
que estás sobre la tierra.
Yo, padre, soy yo-padre desde que tú naciste.
El beso que pongo en tu mejilla
es el bien común,
el orden que rodea nuestra cisterna.
Por este lento avanzar del poemario,
del poema-río de tu consagración,
te despega la muerte de la vida
con paciencia de coleccionista.

 
*

No soy una pancarta
ni un desfile de aguas triunfalistas.
No luciré jamás la escarapela tricolor;
no pertenezco a esa estirpe.
El himno nacional no me conmueve.
Mármol y bronce de los monumentos patrios
no son sino mármol y bronce.
Nunca he ido a la plaza la noche de las celebraciones.
Definitivamente no soy un buen ciudadano.
Soy, eso sí, un hombre
al que se le humedecen los ojos
cuando le preguntan por su patria.

*

Tenemos nostalgia de las piedras.
Nos custodian muros de frentes amplias
donde se han escrito sentencias ineludibles,
actas constitutivas, horas de pozo adentro
con su latir a ciegas.
Nos custodian la ciudad y su cauda
procesional de lagrimones de salitre,
sus herrajes y puertas,
aire de resplandores en las testas insignes.
Nos custodian labios denunciatorios
contra infames costumbres,
por ejemplo: la exquisita cortesía de ese loco
que saluda al suicida y su féretro de crisantemos,
su escandalosa muerte de cianuro.
Nos custodian la noche y el tramonte
en su hecho de relámpagos.
La ciudad nos custodia desde su plaza en armas,
ágora de pavores y codicias;
estatuas de crisólitos vigilan este sitio
y nos preservan de cualquier transparencia.
 
*

Abril no es cruel sino prediluviano
en esta tierra baldía.
Sobre un cadáver calle abajo
Eliot sigue viviendo.
Desde entonces se me han recrudecido
los dolores y el asma.
Me gusta ver cómo envejecen,
cómo se les pringa la piel
a mis amigos.
El hielo y el espejo se pudren
en el vaso prudente,
plic, plac, plic, plac.
Se pudren el mesero,
su día de descanso,
la ingle con su hernia
y la chaqueta blanca.
Un hombre joven, pero ya no tanto,
viudo de siete meses,
hace planes
con la muchacha de avellana y níspero.
Abajo la discusión prosigue
ahora con Vallejo, Trilce
y la lingüística.
Y los amigos envejecen otra vez.
El cadáver se alarga,
no acaba de pasar,
debe ir en el primo trigésimo segundo.
En nuestra mediedad tan peligrosa,
medio siglo a la noche, más o menos,
despreciamos sin tregua
a los amantes.
La discusión entre los obcecados,
una espada en la mesa,
una espada de luz
para los descreídos.
Y la reunión a punto de acabar
porque son las seis de la tarde
en el Café de Andrea.
Arriba en el Hotel
el viudo y la muchacha de avellana
y níspero.
El fruto del níspero es pubescente
de forma apeonzada,
coronado por los sépalos
y ahuecado en el ápice;
su carne dura y acerba al principio
se torna blanda y azucarada
por la pacificación.
Su carne es perfumada y agridulce.
Ella le mira el hombro,
la piel de línea dura,
la manzana de Adán;
hace nuevas comparaciones
y le marca sus dedos en la espalda.



De: “Fraguas”

MIGUEL GONZÁLEZ GERTH




Desconfiguraciones





Deshaciendo el poema

Hay veces que un prurito inesperado
nos lleva a merodear de nuevo,
a reconsiderar, y vemos que todo lo ya visto
no era nada.

Y entonces una sensación ambigua
ejerce sobre el hombre un poder lato,
extendido, más allá de la ilusión
que es todo.

Se mueven las cosas, los objetos,
ya menos ordenados, entre los que se pierden,
por ejemplo, las... y los...
Así desaparecen nombres, sujetos, vago contenido:
quedando sólo lada, lodo, nada, nodo, tada, todo.


2. Rehaciendo el poema

Hoy que el arte tiene pretensiones,
quizá la ciencia y la política
debieran convertirse en juegos
de átomos y sueños.

Aunque ya lo son: el milagro de los panes
y los peces.

Lástima que el arte quiera andar
no bien con compromisos, sino con ínfulas y líos.
Estoy harto de harte, baste decir
que el harte me harta.
Y hasta que el harte os harte
no os daréis cuenta cabal de que arte
se escribe y se hace sin hache.

¡Hacha a la hache del harte!


3. El canto

azul  sin sol  en la lluvia
unta  su urna  de cristal
ahoga  la sed  única
sola  columna  vertebral
duna  de llanto  luna
pulsa el fondo de los viáticos
luz  en derroche  aúna
avidez  de las  claves
grave  sedente  ingrávido
en la noche  profunda
solemne  de las aves
se ha formado  el canto

SERGIO BADILLA




Décimo evangelio



Padre
te deseo la quietud de las horas apacibles
del sueño indestructible
aunque la muerte estremece el fundamento del origen y de la fábula.
Ha naufragado tu barco en la extensión del abismo más sombrío
en las mareas borrascosas, en el movimiento glacial del océano Pacífico
en una niebla.mañanera.
Cierro los párpados y al separar la densidad de las sombras te reconozco
tal vez con inocencia entre las oxidadas omisiones de la fantasía
únicamente estos verbos que enfrriaron tu éxodo.
No encuentro espacio para el dolor, sólo remanente de la reverberación de un pasado que no cierra la tristeza
Lejano ahora del rumor de la escena, del desaire y de la bienvenida a casa
después de un largo viaje a Brooklyng o al Golfo de Penas.
Qué vestigio de quijote silente, de tardía fama donde
la quietud atrapa y desfigura el esqueleto distanciado del aire salobre.
Estás cautivo en un domo y sin embargo duermes.
Olvido los afectos flemáticos y los veranos viajando en tren a la campiña de Yungay o del Itata
hendiendo el amanecer con su cegado frío.
¿Cómo no exhumar de su encierro el capote marinero y la cabellera enfrentada a un ventarrón en un mar encabritado en Tierra del Fuego?
No obstante suelo percibir en sueño los latidos de tu pecho, tu sangre que discurre reposada y cálida en mis oídos de impúber.
Te cuento padre
para concluir esta epístola
que esta madrugada he advertido la matriz del agua en
el arrecife de magnos oleajes
donde no hay gaviotas ni alcatrces
y el tiempo detiene el curso de la vida en.la oscura
profundidad.de un mar ignoto