viernes, 15 de julio de 2016


MARIA ELVIRA LACACI




La posteridad



Con frecuencia, oigo hablar a poetas
de la posteridad.
“Tenemos que intentar –dicen con énfasis–
que las generaciones venideras…”
Y yo digo que sí –siempre me incluyen–. Pero mi corazón
sonríe
al tiempo virgen para sus latidos.

Yo quiero vivir al día,
lo mismo que las aves.
Ser pan de todos, sí
de los que conmigo muerden la agonía.
Y ya no aspiro a más.
Sólo a pudrirme –cuando llegue la hora–
junto a mis letras húmedas y doloridas.



ELA CUAVAS



  
Unas líneas para Rimbaud



Niño desobediente, te despojaste de todo, de todos, no amaste a nadie y tampoco nadie trató de entenderte nunca. Sólo dejaste esa estela de luz que precede a algunas estrellas y que apenas podemos ver por un momento.

Dónde fuiste a dar, a una porqueriza a comer con los cerdos o a una plaza vacía a gritar con los ángeles. Qué bella melodía tocaste aquella noche, nadie ha podido volver a tocarla jamás después que te rompiste el violín en la cabeza. 







UMBERTO SENEGAL




Arañaremos…



los aguaceros malva, que se despeñan
del hormiguero a la piel melódica
de las ecuaciones, donde Dios dormita
cuando danzan los cangrejos de cristal.
“Si, robando las plumas a la aurora,
quisiera habitar al extremo del mar,
también allí me cogería tu mano”.



ALFONSO REYES



  
Negro



Cuando en horrenda convulsión el alma
se precipita en huracán deshecho,
y rompiendo los diques de la calma
abate en su furor el férreo pecho;

Cuando en el aire rugen las tormentas
de rabias y de odios reprimidos,
y la virtud en sus fatigas cruentas
se ve atacado hasta exhalar quejidos;

Cuando cobarde, maldecida y necia
la envidia con tezón su guerra arrecia
y el hombre, entre los hombres se halla solo.

Aparece y se yergue ante su dolo
el fantasma voraz del homicidio
Oh voluptuoso y tentador suicidio.


"Negro" Monterrey 1904.


ALTAGRACIA SAVIÑÓN



  
Mi pena negra



La pena tan negra que habita en mi alma
Y eterna ensombrece mi dicha y mí bien,
No tiene remedio consuelo ni calma
Sus flechas y espinas coronan mi sien.
No anhelo laureles ni glorias persigo
si vibra en mi lira canción funeral,
yo canto la pena que vive conmigo
mi fiel compañera, mi amiga fatal.
Me llamas “poetisa de la musa triste”
y siempre anhelo saber el porqué,
también yo lo ignoro, la pena que viste
de negro mi estrofa, quebranta mi fe.
Será el atavismo de seres ya muertos
que siempre vivieron sin dicha ni amor
que imprimió en mi frente sus ósculos yertos
bebiendo en su sangre, tristeza y dolor.
No vibra mi verso, si pena no canta
mi lira enmudece si calma el dolor,
y quiere la pena que oculta quebranta
si inspira mi musa un verso de amor.
Y ahora tierna amiga que nunca supiste
la causa terrible ni el duelo porqué,
me llamas “Poetisa de la musa triste”
ya sabes la causa que siempre oculté.
Si bien la conoces comparto contigo
mi duelo tan negro, tan negro y tan fiel,
bebamos en copa de ajenjo o de vino
no importa lo amargo si brindo por él.
Si fuera un veneno debo mi destino
y aunque el labios apure acíbar o miel,
cantemos mi verso, sarcástico y cruel.


ORIETTA LOZANO



  
Pensamiento II

                                          A Alejandra Pizarnik



Vengo del silencio,
mis ojos se secaron como el agua de hace siglos.
Me lancé al vértigo de lo extraño y accesible
al final fantástico, al comienzo.
Senté a la muerte en mi silla paralela,
nos miramos y supimos que estábamos perdidas
supimos de la cita misteriosa,
todo lugar era el exacto, cualquier hora la precisa.
Los hombres la miraban como una doncella condenada,
la contemplaban indecisos, la injuriaban,
y ella la de tantas muertes, se protegía el rostro
con mis manos.
Ella siempre supo de mi sueño,
que la buscaba a lo largo de un pasillo,
en lo oscuro de una cueva,
en la geometría de las casas;
y con el miedo de una niña pálida
que acude a su primera cita, a su primera muerte
se aposentó en mi regazo suavemente
buscando para su juego el final fantástico,
el comienzo.