"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
miércoles, 29 de abril de 2020
JUAN EGAÑA
Abandono
He
medido en tus ojos, mudamente
todo
el mal de mi horrible
desamparo
de amor. No me has querido
nunca,
y no me querrás. Ya no me vale
buscarte
en otros ojos de mujer.
Yo
te he perdido para siempre cuando
he
sentido vibrar sobre tus labios
el
asco de tu espíritu al besarme
No
me has querido tú, que me comprendes
no
me has querido tú, que eres tan buena,
no
me vale buscarte en las demás…
Seguiremos
tú y yo, pues que lo quieres,
por
esa senda que te mostré un día
blanca
de luna y de serenidad.
Yo,
más triste que nunca con mi muerte
y
midiendo en tus ojos
todo
el mal de mi horrible desamparo…
Tú
estarás pensativa,
y
yo adivinaré tus pensamientos
por
el alcance que me dan los míos:
«No
lo he querido. Yo que lo comprendo,
no
lo he querido a él, a quién debiera
haber
querido siempre…
no
le he querido a él… ya no me vale
buscarle
en los demás…»
Seguiremos,
meditativamente:
tú,
pensando en las cosas de la vida,
yo,
pensando en tu vida y en mi muerte.
Seguiremos,
meditativamente
por
los campos desiertos…
(No
habrá luna en el cielo… más la senda
estará
siempre blanca. ¿No son blancas
las
lágrimas del alma…?)
MARITA TROIANO
Golpe al corazón
golpe
de corazón adiamantado
pregón
que rasga el celofán
contumaz
eco de resentida arteria
bulle
la sangre hierve
sin
límite o clemencia
por
el placer la pena
cautiva
sangre de lujuria y réproba violencia
con
la suntuosidad del gozo
con
la estocada impía
con
la esclavizada péndola
que
mis manos agita
y
erguido el golpe Brutal
Con
un sentir callado de
muerte
sustantiva
/dixit/Sépase
del latido
irregular
del corazón
pulso
fatal y extravagante
Por
esta vez llamémosle EXTRASISTOLE
RAFAEL POMBO
Amistad
de mujer
Un
himno de amistad quieres que cante;
No
hables, ¡ay! de amistad al trovador,
Porque
es su lira un corazón amante
Y
él no sabe cantar sino de amor.
Y
esa voz de amistad suena muy triste
En
el labio carmín de la beldad:
Manto
de tornasol con que reviste
Hoy
el amor, después la veleidad.
En
nombre de amistad han adorado,
Y
amor tras de amistad correspondió;
Mas
de amistad en nombre han engañado,
Y
su odio de amistad se disfrazó.
Vi
unas veces con título de amigo
Ceñir
de flores la embriagada sien,
Y
otras, del mismo título al abrigo.
Herir
de muerte al corazón también.
Es
una concesión sin compromiso,
Es
del corso de amor bandera infiel.
Con
esa voz abrís el paraíso,
Con
ella somos desterrados de él.
Por
escalón primero de su trono
La
amistad puso el inconstante dios;
Mas,
¡ay! que allí se asienta el abandono
Y
al destronado rey le dice adiós.
Esa
voz en tu labio, al pronunciarla,
O
nada o mucho me intentó decir:
Si
nada dijo, ¿para qué cantarla?
Si
dijo mucho, ¿para qué mentir?
El
dulce orgullo del amor se afrenta
Si
le niega su nombre la expresión,
Quita
más bien el trueno a la tormenta
Que
el grito de «te amo» al corazón.
No
exijas pues que de amistad te cante,
Que
de amistad de la mujer no sé;
Pero
es mi lira un corazón amante,
Y
si quieres, de amor te cantaré.
AMANDO CARABIAS
Cerviz uncida
(A
Paloma Corrales)
Tus
dedos son un verso ensangrentado,
azul
huella de espanto acariciándome
la
piel indiferente a tu prisión,
insensible
al desgarro que te asfixia,
el
desgarro y la cárcel invisibles
para
estas dos retinas siempre en fiesta
oropel
cimentado en tu miseria,
fiesta
endeble, tan frágil como un sueño
tan
fugaz como el brillo del diamante.
Entorno
a mi cintura, tu sudor
es
tejido invisible que me cubre,
un
sudor que ha castrado tu futuro,
un
sudor como yugo con candado
que
aprisiona cerviz y pensamiento,
impidiendo
al destino de su vuelo
encontrar
las respuestas que caminan
hacia
la misma dársena común…
Mientras,
la huella esclava de tus dedos
aún
sangra en los tejidos que me cubren
como
invisible verso maniatado,
como
llanto de lágrima sin grito.
Si
tus pupilas arden con el fuego,
el
mismo que da vida a mi mirada,
el
mismo que calienta mis latidos,
el
mismo que ilumina mi sendero,
¿por
qué tu esclavitud no me desgarra,
por
qué el brutal silencio genocida
no
cesa de crecer cada jornada…?
¿Por
qué, si tu materia es mi materia,
este
dolor me importa más que el tuyo?
¿Por
qué, si tu materia es mi materia,
no
cuento tu llorar entre mi llanto,
ni
cuento tu prisión como mi cárcel?
¿Por
qué, si tu materia es mi materia,
no
cuento la injusticia que te llaga
como
una inmensa losa que me asfixia,
ni
cuento tus heridas como mías,
ni
tu muerte conmueve mis entrañas?
¿En
qué parte del viaje compartido
en
esta nave azul y milenaria
se
decidió que tanta esclavitud
sería
el pedestal para mi dicha?
Y
ahora que me acecha la mentira,
y
ahora que ese yugo crece y crece,
como
las sombras negras de la tarde
y
aproxima sus fauces a mi cuello
y
asedian sus colmillos mis arterias,
quizá
ya sea tarde y no haya tiempo
que
evite compartir nuestro destino:
pues
mi carne también como la tuya
será
un verso de piel ensangrentada,
macerada
en barrotes de vergüenza:
cerviz
uncida en yugo inapelable.
SANTA TERESA DE JESÚS
Abrazadas a la cruz
Caminemos
para el cielo,
monjas
del Carmelo.
Abracemos
bien la Cruz
y
sigamos a Jesús,
que
es nuestro camino y luz,
lleno
de todo consuelo,
monjas
del Carmelo.
Si
guardáis más que los ojos
la
profesión de tres votos,
libraros
de mil enojos,
de
tristeza y desconsuelo,
monjas
del Carmelo.
Al
voto de la obediencia,
aunque
es de muy alta ciencia,
jamás
se le hace ofensa
sino
cuando hay resistencia.
De
ésta os libre Dios del cielo,
monjas
del Carmelo.
El
voto de castidad
con
gran cuidado guardad.
A
solo Dios desead,
y
en El mismo os encerrad,
sin
mirar cosa del suelo,
monjas
del Carmelo.
El
que llaman de pobreza,
si
se guarda con pureza,
está
lleno de riqueza
y
abre las puertas del cielo,
monjas
del Carmelo.
Y
si bien así lo hacemos,
los
contrarios venceremos
y
a la fin descansaremos
con
el que hizo tierra y cielo,
monjas
del Carmelo.
WYSTAN HUGH AUDEN
Blues del refugiado
Digamos
que hay diez millones en esta ciudad,
unos
viven en mansiones, otros viven en agujeros:
con
todo, no hay lugar para nosotros, querida, no hay lugar.
Alguna
vez tuvimos una patria y nos pareció justo,
mira
en el Atlas y ahí la encontrarás:
no
podemos ir a ella ahora, querida, no podemos ir.
En
el cementerio del pueblo hay un árbol viejo
que
año con año florece nuevamente:
los
viejos pasaportes no hacen eso, querida, los pasaportes
viejos no.
El
cónsul golpeó la mesa y dijo:
“Si
no hay pasaporte están oficialmente muertos”:
pero
aún vivimos, querida, aún estamos vivos.
Fui
a un comité; me ofrecieron una silla;
me
pidieron cortésmente que volviera en un año:
pero
¿a dónde iremos hoy, querida? ¿hoy a dónde iremos?
Fui
a un mitin público; el orador se puso de pie y dijo:
“Si
los dejamos entrar se robarán el pan”;
hablaba
de nosotros, querida, hablaba de nosotros.
Creí
oír el estruendo de un trueno en el cielo;
era
Hitler en Europa diciendo: “¡Deben morir!”;
nos
tenía en mente, querida, nos tenía en mente.
Vi
un poodle en un saco cerrado con un alfiler,
vi
una puerta abierta para que entrara el gato:
no
eran judíos alemanes, querida, no eran judíos alemanes.
Bajé
a la bahía y me paré junto al muelle,
vi
nadar a los peces como si fuesen libres
a
cinco metros de mí apenas, querida, a cinco metros de mí.
Crucé
un bosque, vi a las aves en los árboles;
no
tenían políticos y cantaban a placer:
no
eran la raza humana, querida, no eran esa raza.
Soñé
que vi un edificio con mil pisos de altura,
mil
ventanas y mil puertas;
ninguna
era nuestra, querida, ninguna era nuestra.
Me
detuve en la pradera entre la nieve que caía;
diez
mil soldados marchaban de aquí para allá:
buscándonos,
mi vida, buscándonos a ti y a mí.
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