"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
viernes, 17 de diciembre de 2021
LEWIS CARROLL
La
caza de Snark
Niña
que lleva un traje infantil, como deben las niñas,
ciñéndole con pantalones de seguros
anhelante de empuñar el azadón;
queriendo descansar en rodilla amiga
se dispone a contar
el cuento que prefiere decir.
Almas
duras de la riña que hay afuera
no encuentran su puro y simple salto.
Piensa, si escuchas, ¡cuánto tiempo de desperdicio
en la vida!, ¡esas horas desiertas de gozo!
Charlemos,
dulce nena, y se rescaten del tedio
corazones que se entretienen en la más inteligente plática.
¡Ah, feliz, quien tiene la alegría más lánguida!.
¡el sincero amor de una nena!
Nota:
Lewis Carrol, seudónimo de Charles Lutwidge Dodgson
ERNEST DOWSON
El
jardín de sombras
El
amor ya no escucha el gemido del viento
bailando entre flores perfectas: tu cerrado jardín
crece en desérticas formas, donde nadie podrá encontrar
el extraviado pétalo de una rosa olvidada.
¡Oh,
brillante, brillante cabello!
¡Oh, boca, labios trémulos como la fruta que cae del árbol
¿Puede el hambre permanecer cerca de esa cosecha?
El amor, que fue sinfonía, con su laúd quebrado
susurrará melodías sobre la hierba de los camposantos.
Deja
que el viento murmure sobre las flores perfectas,
Y que el jardín renazca y brille con la primavera:
El amor ha crecido ciego sin contar las horas,
sin soñar en las semillas del tiempo, ni en su cosecha.
CHARLOTTE MEW
El
cenotafio
Esos
campos inconmensurables no serán verdes otra vez
Cuando sólo ayer la sangre de la juventud salvaje y dulce fue derramada;
Hay una tumba cuya tierra debe sostener demasiado tiempo, demasiado profundo
una mancha,
Aunque para siempre sobre ella podemos hablar con orgullo al pasar.
Pero aquí, donde los vigilantes de corazones solitarios que tienen la certeza
de una espada interior han sangrado lentamente,
Vamos a construir el Cenotafio: Victoria, alada, Paz, con alas también, a la
cabeza de la columna.
Y a lo largo de la escalera, al pie ¡Oh! aquí, deja las manos desoladas,
apasionadas por difundir
Violetas, Rosas y Laurel, con las pequeñas, dulces y tintineantes cosas del
campo
Al hablar así con nostalgia de otros manantiales,
Desde los pequeños jardines de lugares aún más pequeños donde nació el hijo o
el amor.
En espléndido sueño, con mil hermanos
Para los amantes, las madres,
Aquí también yace él: bajo el morado, el verde, el rojo,
Es todo juventud: romper los corazones de algunas mujeres para ver
Un reposo tan valiente, tan alegre, convertido en lecho.
Sólo que, cuando todo esté dicho y hecho,
Dios no podrá ser burlado y tampoco los muertos,
Para evitarlo se interpondrá nuestro mercado,
¿Quién va a vender, quien va a comprar?
(¿Seré yo o será usted quién se acueste con la mejor gracia?)
Mientras observa a todas las putas y vendedores ambulantes
Al conducir sus negocios, es el Rostro
De Dios, y el de algunos jóvenes asesinados.
GEORGE ELIOT
Te
concedo mucha manga ancha
«Te
concedo mucha manga ancha,
para usar la gastada expresión “yo soy”,
nombrar así ese vacío donde no hay pensamiento,
tratar de llenarlo con su precaria definición: “yo”
será una premisa más entre las palabras
encadenadas de tu falsa inferencia, el “desde” y el “así”
que, verdaderos o falsos, constituyen el remolino atómico.
Resolver tu “ego”, es todo él una red
de éter tembloroso coagulado en mundos:
sujeto, tú mismo, o el auto asertivo “yo”
gira sin un objeto preciso, se funde con moléculas,
es despojado de la desnudez de Ser junto al resto
de esos vestidos andrajosos conocidos como el Universo.
Y si, en tu pelea por mantener fuerte tu “Ego”,
lo consideras el tejedor de la luz eterna,
del espacio y del movimiento, de lo sólido y del sueño del tiempo:
¿por qué sigues viendo oscuridad cuando buscas
el núcleo, el centro de tu conciencia,
que señala tu mundo de burbujas: sensaciones, placeres, miedos…?
¿Qué son sino una alteridad cambiante?
¿Un flujo fantasmal de momentos?»
Nota: George Eliot, seudónimo de Mary Ann Evans
THOMAS HARDY
La
sombra en la piedra
Pasé
junto a la piedra del druida
que se cierne en el jardín, blanca y solitaria,
me detuve y miré las sombras precarias
que desde el árbol a veces caen encima
con un cadencioso movimiento,
y en mi imaginación reconstruyeron
la silueta de una cabeza y unos hombros bien conocidos,
proyectados cuando ella trabajaba en el jardín.
La
pensé a mis espaldas,
sí, había aprendido a estar sin ella durante mucho tiempo,
y dije: «Estoy seguro de que estás detrás mío,
aunque, ¿cómo has entrado en este viejo camino?»
Y solo se oyó la caída de una hoja
como respuesta; y para contener la tristeza
de ningún modo volvería la cabeza
para descubrir que no había nada.
Sin
embargo, quería mirar y ver
que nadie estuviese detrás mío;
pero, pensé una vez más: «No, me resisto
a entrever cualquier forma que allí pueda haber.»
Salí del jardín con suave disposición,
y la dejé detrás de mí, arrojando su sombra,
como si en verdad fuera una aparición.
No volví la cabeza para que mi sueño no se desvaneciera.
ANNE BRONTË
Súplica
Oh,
estoy muy cansada,
A pesar que las lágrimas ya no fluyen;
Mis ojos están cansados de llorar,
Mi corazón está enfermo de dolor;
Mi
vida es muy solitaria
Mis días pasan con dificultad,
Estoy cansada de lamentaciones;
¿No vendrías por mí?
Oh,
tú que conoces mis anhelos
Por ti, día a día,
Mis esperanzas, tantas veces arruinadas,
¡Tú no te demorarías tanto!
