lunes, 17 de enero de 2022


 

ALMAFUERTE

 


 

Letanías a Jesús

 

 

Jesús de Galilea

Para mí no eres Dios,

Eres sólo una idea

De la que marcho en pos.

 

No me humillo ni ruego

A tus plantas Jesús,

Llego a ti como un ciego

Que va en busca de luz.

 

Jesucristo eres nuestro

Más grande innovador,

Profeta ¡no! Maestro

De piedad y de amor.

 

No le niegues al mundo

La gloria de tu ser,

Que en su vientre fecundo

Te engendró una mujer.

 

Pastor de la gleba,

Sabio teorizador,

De la turba que lleva

El signo del dolor.

 

¡Oh, si fuera divino

el destello de tu luz

que alumbró tu camino!

¿Que valdría tu cruz?

 

Tu doctrina redime,

De ella vamos en pos,

Como hombre eres sublime,

¡Pequeño como Dios!

 

Nota: Almafuerte seudónimo de Pedro Bonifacio Palacios

 

JULIO VICUÑA CIFUENTES

 

 

Noche de vigilia



Son las doce de la noche… ¿Quién me llama?
Todo calla, todo duerme… ¿Quién me llama?
¿Has sido tú, al pasar,
abejorro repugnante siempre en vela,
o esa araña, que los hilos de su tela
tal vez hizo vibrar?
No es el arpa de la araña,
ni el menguado cornetín
de ese estúpido abejorro que regala
con su música sin fin.
Es la voz casi muda
de alguien que aquí no está.
Es una voz crepuscular. ¡Sin duda,
es voz del Más allá!
Siento el plácido embeleso de los años juveniles,
oigo toques de campanas y rumor de tamboriles,
y parece que de nuevo soplan brisas de ilusión.
¡Oh Galiana! Desde el dia que tu vida rompió el broche,
no estuviste más cercana de mi lado que esta noche;
y aunque el ánimo se turba y palpita el corazón,
siento el plácido embeleso de los años juveniles,
oigo toques de campanas y rumor de tamboriles,
y parece que de nuevo soplan brisas de ilusión.
La luz astral se desvanece,
y mis la noche se obscurece
y más arrecia mi inquietud.
Tal vez el aire está dormido
desde que trajo aquel ruido,
voz de lejana juventud.
Quizá otra vez despierta ahora:
en el ambiente se evapora
blando perfume de azahar.
¿Qué novia pasa al lado mío?
¡Tal vez Ofelia! El desvarió
no la consiente sosegar.
Sutil fulgor que al pronto asombra,
un punto alumbra de la sombra
con blanca luz de amanecer,
y ya delinea sus contornos,
rígida, grave y sin adornos,
una figura de mujer.
Es niña aún. En su mirada
inmóvil y honda, reflejada
parece estar la eternidad.
Su rostro tiene algo de augusto;
nada hay de afable ni de adusto
en su precoz serenidad.
¡Oh Galiana! ¿Eres tú? Recuerdo amargo
tengo de aquella noche en que sumida
te vi, muy blanca, en el final letargo.
A darte la postrera despedida
horas más tarde fui, cuando afanosa
la multitud te abandonó sin vida.
Vi el ataúd que se tragó la fosa,
y vi cerrar por manos mercenarias
el hoyo sepulcral con una losa.
Repetí con los otros las plegarias
que dijeron por ti, y el dulce canto,
al esparcir las rosas funerarias.
Y vi, para rubor de mi quebranto,
aun no pasada la siguiente aurora,
secos los ojos que lloraron tanto.
¡Oh Galiana! Esto vi. Pues ¿cómo ahora
la carne finges que ocultó la tierra
y que el gusano devoró a deshora?
Treinta años hace que invisible yerra
tu espíritu gentil en el profundo
arcano de la sombra que lo encierra.
¿El tiempo no transcurre en ese mundo?
¿No se ve desde allí lo que padece
el que arrastra la vida vagabundo?
¿O con la propia dicha se amortece
la compasión? ¡Mira mi faz! ¿Qué queda
de aquella edad, que en ti rejuvenece?
Oculta desazón el gesto aceda;
cansancio de vivir no comprendido
de los demás, toda esperanza veda.
Eterna juventud el premio ha sido
de tu morir temprano; a mí, Galiana,
la vida terrenal me ha envejecido.
Y aunque abandone esta carroña humana,
siempre habrá entre los dos la lejanía
que media entre la tarde y la mañana.
Tú, la alondra triunfal que anuncia el dia;
yo, de la noche el pájaro agorero…
¡Sé que no hay esperanza, y todavía
oh dulce engaño de mi vida! ¡espero!
El gallo canta. Viene el alba.
Tenue fulgor los montes salva
teñido en suave rosicler.
Y ante la luz que reaparece,
leve y sutil se desvanece
aquella forma de mujer.
Tal vez del todo no se ha ido:
algo ha quedado difundido
de su precoz serenidad.
Hay en la tierra y en el cielo
una alegría y un consuelo
que me recuerdan otra edad.
Tal vez del todo no se ha ido:
¡un bienestar nunca sentido
me habla de eternidad!

 

 

PABLO ROMAY

 

  

Inundación

 


Yazco acostado, como un muerto preparándose para la tumba.

Notas llenas de alegría

alegría llena de tranquilidad

tranquilidad llena de armonía

armonía llena de sentimiento en la música que me inunda

me envuelve

lágrimas desde mis ojos, piel, oídos

mojan la sabana

mi corazón vibra, busca paz

recordando,

recupero, busco reconciliarme con los momentos por los cuales escuchaba esta música en el pasado,

intentando recuperar,

reconciliarme con mi vida.

 

(a partir de volver a escuchar la pieza de piano “Angel”, de George Winston)

 

GARY SNYDER

 

  

Dos cervatos que no vieron la luz esta primavera

 

 

Un amigo en un tipi en las
Rocallosas del Norte salió
a cazar cola blanca con un
.22 y acechó a la manada
que dormía la siesta, disparó
contra un macho, eso pensaba.
"Era una hembra y estaba
cargada con un cervato."
Curó la carne sin
sal; la rebanó en el sentido
de sus fibras.

Una amiga en la Sierra Norte
le dio a un venado con su coche.
Iba tranquilamente frente a los faros,
"Y cuando la destazamos
había un cervato —así de largo—
y flaco— bien formado.
Tenía manchas. Y sus pezuñas
eran blancas y blanditas."

 

De: “Turtle Island”

 

JOSÉ MIGUEL VICUÑA

 


 

Adiós a la muerte

 

 

Qué de perfumes de ardor esquivo; qué de miradas;
qué de olvidadas, viejas pupilas de sol nocturno;
qué de perdidas enciclopedias nos desafían.
Clavad, abuelos, vuestros suspiros desenterrados;
tornad a prisa las gruesas láminas del álbum rojo;
dormida raza de serafines, corred los velos.
Qué de recuerdos, qué de imperiosos, hondos llamados;
qué de perdidas enciclopedias nos desafían;
qué de distancias entrecortadas de atisbos pálidos.
Pero, tenaces, herid, cuchillos, los corazones de padre y madre;
romped los vidrios multicolores de las ventanas;
dormida raza de serafines, ¡corred los velos!
Qué de perdidas enciclopedias nos desafían;
qué de polillas y de carcomas y de gusanos;
qué de levitas, qué de ambarinos, tenues encajes.
Haced ceniza, negra ceniza de lo pasado;
dad a los trastos los cortinajes y quitasoles;
naced airosos, hijos del día, con nuevas alas.

 

JULIA NADAL BARRERAS

 

 

 

La tormenta y el amor

 


Al final venció el amor,

Luchar contra corriente

Estando el corazón,

Entre medio.

 

No hay guerra que no gane

La partida,

Si lo que hay es amor.

 

Amor, que rompe barreras,

Que nada puedes hacer.

 

Ir contra los sentimientos

Que desprende.

 

Es más fuerte,

Que el mar más bravo,

Y aunque quieras razonar,

No se puede,

Porque hasta se nubla la razón.

 

Y que vida, solo hay una,

Y tenemos que vivirla,

De la mejor manera.

 

Despertar con ella,

Y besarla hasta que te canses,

Cogerle de la cintura,

Y pasear con ella,

Sin tener que callarlo.

Porque el amor,

No se oculta,

Porque se grita,

a los cuatro vientos.

 

Hoy me quito el sobrero

Ante ti amigo,

Porque has luchado

Por ella,

Contra viento y marea.

 

Por ser un hombre,

De los pies, a la cabeza.

 

Enhorabuena pareja,

Hoy sois una bonita

Historia para relatar.