lunes, 25 de marzo de 2019


SEVERO SARDUY





Tanto arder, tanto valor...



Tanto arder, tanto valor
tanto ataque y retirada
ante ese umbral en que nada
alivia más el dolor
que su incremento. O mejor:
hay un punto en que el exceso
-y que mediten en eso
los mesurados- bascula
en su contrario. Calcula:
ir más allá es un regreso.


REINA MARÍA RODRÍGUEZ





zona de confianza



te quiero cuando voy a desprenderme
y la soledad me aplasta más que la gravedad
contra el sonido constante del avión
que a veces se hace irregular
para que tiemble el abismo
no el abismo del aire sino
en su vertiginosa y profunda caída en el tiempo.
porque las noches son lagunas
en las que me asomo bocabajo
en un espejo cóncavo
en estos países donde los hombres
son malos y buenos –como dicen los niños-
y uno no sabe quién es
porque en ninguno puede reconocerse.
es un terror el mundo sin límite de mi cabeza
sin un lugar exacto para descansar
con los ojos cerrados
la tranquilidad de su paisaje.
te quiero       para no pensar en la muerte
y sólo sea ésta una sucesión en el espacio
las pequeñas fugas de la luz.
para no creer en la soledad de la tierra
como una nave oscura vagando por lugares desiertos
porque si uno piensa en la muerte
es porque cree en el olvido
y nunca voy a saber quién soy
si dejo la eternidad de los espejos
te quiero       para romper las ruinas circulares
de los días extraños y sentir
que tus ojos están en todas partes
esperándome         esperándome
porque uno se inventa unos ojos y apareces:
yo he visto tus ojos en las hormigas
en una gota de lluvia y en el silencio
tus ojos y mis ojos son una coordenada
del triángulo de la muerte
delatan la oscuridad
el pozo negro donde caigo
en una trampa de musgo
y no puede ser casual esta corrupción de la mirada.
te quiero porque fuera de aquí
la existencia no tiene misterios
y lo inesperado está sólo en lo poseído.
 






XAVIER OQUENDO





Diagnóstico reservado



Pedro enfermó. Se perdió en las medicinas. Hizo terapia de dolor con sus recuerdos. Resistió y convaleció junto a nuestras fotografías veladas.

Volvió tarde a nuestro abrazo bíblico. No nos negó. Nosotros lo negamos más de tres veces. Y los gallos siguen cantando. Quiso recuperar el tiempo perdido, pero ya aquel tiempo pasado fue peor.

Ha vuelto como el pródigo y nosotros hemos enfermado.

Nuestra enfermedad no la cura el olvido ni los antibióticos. Pedro nos coloca heridas en la sal y paños remojados de recuerdos en la frente que marchita.

No sé si mañana amanezcamos.


SARA VANEGAS COVEÑA





collar de voces que aprisiona mi garganta
desde su origen tras el agua


CÉSAR DÁVILA ANDRADE





Poema



Si ahora vuelve, niégale. Preséntale a su mar.
Así, vestido ya de algún espejo, se alejará.
Hay que madurar. Oscurécete.
Si golpea, escúchale. Tiene una forma
cuando queda fuera.
La lluvia le ciñe un paisaje demoledor
y sus hierros pueden dar pan
a la mula en que pasa.
Pequeño Joven: aún no puedes
crearlo como Huésped.
Oye cómo persuaden las viejas herrerías.
Los dedos salvajes
y los salvajes meses de Marzo
son todo viento sobre su cabellera
nutrida ya de polos.
Toda resurrección te hará más solitario.
Mas, si en verdad quieres morir,
disminuir ante los pórticos,
comunicarte,
entonces ábrele.
Se llama Necesidad.
Y anda vestido de arma,
de caballo sin sueño,
de Poema.



FLOR ALBA URIBE





Capricho



Hoy he besado a un hombre hechura de la tierra,
elemental,
agreste,
sin linaje ni aroma.
Capricho en el desgaste de una tarde cualquiera.

¡Dura carne de cobre para mi carne ardía.
Y aconteció, tan cierto, el regreso a la orilla
donde todo comienza:
la tierra, su inocencia,
y dos seres que aprenden el estupor de un niño
cruzando el lento abismo.

Obediencia de arcilla perpleja y clamorosa
horneada en el oscuro
resplandor del deseo.
El mundo en perspectiva, y el ojo de los astros
miro, visión del Génesis, los cuerpos anudados.

Y mientras Dios gestaba
la rosa, los metales,
la curva de los montes, los ríos iniciales,
un gemido y un canto de agonía deleitosa
diseñaron los sauces y el primer ruiseñor,
e inmersa en la fragante destilación del sexo
halló el mar tumultuoso
su vocación salina.