"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
martes, 31 de enero de 2017
ESTHER GIMÉNEZ
Me posé en el alambre de aquel día.
El Sol estaba exhausto. Soportaba
su corona de invierno. Un vaho translúcido
sedaba la ciudad.
Sólo el cielo encontró con qué cubrirse.
Los álamos sin tierra,
sin su arraigo mimético en el suelo,
intercambiaban risas de ojos tristes,
de ajena desnudez.
Tu lienzo, contra el álamo, esperaba:
"El Sol reparte sus oros,
los álamos verde-plata
se engalanan y hacen coro
de los coros de cigarra"
Las plumas que me arrancaste
no hizo falta que volvieras a pintármelas.
Me posé en el columpio de alambre de tu firma
y despunté mis arias.
FRANCISCO JAVIER IRAZOKI
Muerte transitable
Todas
las mañanas, antes de empezar los trabajos del día, miro durante varios minutos
las flores plantadas delante de mi puerta. A los pies de las dalias, unas
hormigas recorren el tapiz de pétalos caídos. Con las derrotas que impone el
tiempo ellas han construido su camino.
De: Los hombres intermitentes.
PORFIRIO BARBA JACOB
Cintia deleitosa
Como una flor arcana, llameando
bajo el turquí del cielo apareció.
Fue su amor mi almohada matutina;
su seno azul, de gota coralina
en el pezón, de noche mi almohada.
Y era esencia tan dulce y regalada
la de su carne en flor, la de su boca
por enjambres de besos habitada,
la de su axila, ¡leche con canela!,
que un ansia de gozarla me extenuó.
Cintia concentra la onda de la vida.
el campo es de Ella y grana para Ella.
Mi sangre está en su carne consumida;
su alma radia con mi luz ardida,
y ella está en mí porque yo estoy en Ella.
-Dame tu axila, ¡leche con canela!
Dame tu beso, dámelo, y la lengua
fina y caliente y roja y ternezuela...
-¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
fatiga dulce, letal desvarío...
Como una flor arcana, llameando
bajo el turquí del cielo apareció.
Fue su amor mi almohada matutina;
su seno azul, de gota coralina
en el pezón, de noche mi almohada.
Y era esencia tan dulce y regalada
la de su carne en flor, la de su boca
por enjambres de besos habitada,
la de su axila, ¡leche con canela!,
que un ansia de gozarla me extenuó.
Cintia concentra la onda de la vida.
el campo es de Ella y grana para Ella.
Mi sangre está en su carne consumida;
su alma radia con mi luz ardida,
y ella está en mí porque yo estoy en Ella.
-Dame tu axila, ¡leche con canela!
Dame tu beso, dámelo, y la lengua
fina y caliente y roja y ternezuela...
-¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
fatiga dulce, letal desvarío...
-¡Ay!
¡Ay! ¡Ay!
No más, amorcito mío,
que me muero...
No más, amorcito mío,
que me muero...
VICENTE NÚÑEZ
17. Ligera y más
esbelta
que la delgada caña del aliste,
guardé en un relicario
una hebra de tu cuerpo.
Después de muchos años,
al hostigarle un día los rebeldes ingletes,
libre quedó por fin del leve biselillo
que la tuvo cautiva.
Y me reconoció como a su dueño,
corriendo hacia mis labios.
que la delgada caña del aliste,
guardé en un relicario
una hebra de tu cuerpo.
Después de muchos años,
al hostigarle un día los rebeldes ingletes,
libre quedó por fin del leve biselillo
que la tuvo cautiva.
Y me reconoció como a su dueño,
corriendo hacia mis labios.
CÉSAR ANTONIO MOLINA
ENRIQUE MORÓN
Todo lo perdí una tarde al borde de la poesía...
Todo
lo perdí una tarde al borde de la poesía:
mi espada de duro roble, mi escudo de roble duro,
mi corazón colorado y esa triste fantasía
que tuve para el amor cuando el amor era oscuro.
Ninguna sonrisa amena quiso acercarse a mi frente,
ningún amigo de veras quiso prestarme su abrigo.
Todo lo perdí una tarde: ni el roble me fue prudente,
ni exagerado el amor, ni verdadero el amigo.
mi espada de duro roble, mi escudo de roble duro,
mi corazón colorado y esa triste fantasía
que tuve para el amor cuando el amor era oscuro.
Ninguna sonrisa amena quiso acercarse a mi frente,
ningún amigo de veras quiso prestarme su abrigo.
Todo lo perdí una tarde: ni el roble me fue prudente,
ni exagerado el amor, ni verdadero el amigo.
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