17. Ligera y más
esbelta
que la delgada caña del aliste,
guardé en un relicario
una hebra de tu cuerpo.
Después de muchos años,
al hostigarle un día los rebeldes ingletes,
libre quedó por fin del leve biselillo
que la tuvo cautiva.
Y me reconoció como a su dueño,
corriendo hacia mis labios.
que la delgada caña del aliste,
guardé en un relicario
una hebra de tu cuerpo.
Después de muchos años,
al hostigarle un día los rebeldes ingletes,
libre quedó por fin del leve biselillo
que la tuvo cautiva.
Y me reconoció como a su dueño,
corriendo hacia mis labios.
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