miércoles, 18 de agosto de 2021


 

RICARDO LABRA

 


 

Un hombre que sobrevive con la complicidad de su conciencia.

 

 

RODRIGO LOBO DAMASCENO

 

  


Enumero (todo lo que no soy)

 

la tierra sin males
el alambre de púas oxidado en el arbusto
       la hierba alta
                 la canción venezolana y la tierra sin males
el agua fría que riega la cordillera
el agua fría que salpica en Nicaragua
        la sed que no cualquier vaso de agua calma
                 la sed muerta y la tierra sin males
una hectárea intacta en Paraguay
los colores del maíz en México
             o boi da cara preta
                         la belleza de Bolivia y la tierra sin males
las manos de la mujer que teje un enigma
las manos de la mujer que alquila un enigma
           las manos de la mujer que borda un enigma
                          la mineração do outro y la tierra sin males
las cabezas cortadas y exhibidas
el aroma a grasa de las oficinas
            las manos sucias y cansadas–cariñosas, todavía
                          la piel disfrutando en la Caatinga y la tierra sin males
las rutas de los animales salvajes
el futuro campeón de la libertadores de América
                  el futuro libertador de América
                                el Pantanal dentro del fuego y la tierra sin males
el miedo a los golpes y a los uniformes
las rutas que separan y reúnen a los enemigos
            yo soy aquel que emigra y la amiga de la selva
                         la tierra sin males

 

 

PABLO ROMAY

 

 

 

Saber esperar

 

Hace tiempo, y lágrimas

aprendí que no hay que escribirle poesía

a una mujer apenas conocida,

aunque a veces fallo,

porque en cualquier momento se va

se da media vuelta sin mirar atrás,

o una y media y desaparece de tu vida

y te deja flotando en el vacío como clavadista al que le desaparece el agua a medio aire

te deja encendido, buscando su saliva salvadora

con el verso ardiendo en la punta de los labios.

 

No, ahora sé esperar un poco más

lazarla fuerte, bien prendida, prendada

atrapada sin salida y entonces si

quitarme las máscaras, los uniformes, los disfraces

desnudarme la ropa, desvestirme la piel

hasta que no quede masque la arrobada inmensidad líquida del poema

inundando el alma.

 

 

JAIME HUENÚN

 

 

 

Puerto Trakl

(fragmentos)

 

 

Bajé a Puerto Trakl entre neblinas.
Buscaba el bar de la buena suerte
para charlar sobre la travesía.
Pero todos vigilaban la estrella polar en sus copas,
mudos como el mar frente a una isla desierta.
Salí a vagar por las calles con faroles rojos.
Las mujeres se ofrecían sin afecto, fragantes y cansadas.
“A Puerto Trakl los poetas vienen a morir”, me dijeron
sonriendo en todos los idiomas del mundo.
Yo les dejé poemas que pensaba llevar a mi tumba
como prueba de mi paso por la tierra.

 

“Y si vienes a morir a Puerto Trakl,
no bebas de mi vino”, dijo el tabernero.

Este bar no es la morgue de los ángeles
ni el cementerio de los fantasiosos.
Muchos hombres han cruzado el océano
por un jarro de cerveza, por una copa
de ginebra caliente.
Nadie aquí tiene patria ahora, y navegar
cansa más que la nostalgia y el amor.
Escucha, sólo escucha el estruendo del oleaje,
mientras el mirlo clama
entre las ramas y el viento.

 

Como un cantante de ferias y cantinas
repitiendo siempre las mismas canciones,
declamo poemas al océano.
El oleaje apaga el rumor de mi voz,
y la espuma salpica estos papeles
como un escupitajo de las rocas y el agua
a mi vanidad.
Entonces imito el gesto del cantante
cuando extiende la guitarra al público y le dice:
“no quiero aplausos, sólo monedas.
no quiero aplausos, sólo monedas.

Como una manera triste de predecir
miro el paso de las nubes sobre el puerto.
Sé que mi suerte no está
en ninguno de esos nimbos que regresan al mar
movidos apenas por el viento de la literatura.
“Profetizar me asquea” podría decir
y, sin embargo, allá va mi vida
sobrepasada por pájaros que llevan
todo el tiempo del mundo entre sus alas.

 

Fumando en el muelle desierto
recuerdo a mis hijos,
apenas alumbrados por el sol de este anillo.
Mi paternidad se ha ido a pique;
el mercado está desierto frente a mí.
Un corazón apátrida late en esta fuga
hacia la isla prometida.
El amor ha abierto una oscura puerta
por donde paso
                             inclinándome.

 

Bebimos el vodka de madame “Su”

en el hotel Melancolía.

Nos habló de sus novios,

su vejez,

y de unos gatos perdidos en el puerto.

La noche llegó desde un poema de Trakl

que ella guardaba en la memoria.

Alzamos nuestras copas y, sin prisa,

cada cual volvió a su propia

y cotidiana decadencia.

 

Ebrio me despide Puerto Trakl
con el alba mojando mi cabeza.
Sin dinero, sin amigos y sin reputación
vuelvo a mis antiguos días.
La pequeña mañana abre sus puertas.
Los tugurios donde beben poetas y pescadores
quedan para siempre atrás.

 

De: “Puerto Trakl”

 

 

EDUARDO LLANOS MELUSSA

 

 

 

Aclaración preliminar

 


Si ser poeta significa poner cara de ensueño,
perpetrar recitales a vista y paciencia del público indefenso,
infligirle poemas al crepúsculo y a los ojos de una amiga
de quien deseamos no precisamente sus ojos;
si ser poeta significa allegarse a mecenas de conducta sexual dudosa,
tomar té con galletas junto a señoras relativamente deseables todavía
y pontificar ante ellas sobre el amor y la paz
sin sentir ni el amor ni la paz en la caverna del pecho;
si ser poeta significa arrogarse una misión superior,
mendigar elogios a críticos que en el fondo se aborrece,
coludirse con los jurados en cada concurso,
suplicar la inclusión en revistas y antologías del momento,
entonces, entonces, no quisiera ser poeta.

Pero si ser poeta significa sudar y defecar como todos los mortales,
contradecirse y remorderse, debatirse entre el cielo y la tierra,
escuchar no tanto a los demás poetas como a los transeúntes anónimos,
no tanto a los lingüistas cuanto a los analfabetos de precioso corazón;
si ser poeta obliga a enterarse de que un Juan violó a su madre y a su propio hijo
y que luego lloró terriblemente sobre el Evangelio de San Juan, su remoto tocayo,
entonces, bueno, podría ser poeta
y agregar algún suspiro a esta neblina.

 

 

ENRIQUE WINTER

  

 

Firme aquí: mi firma es redonda y fina

 


Hace justo un año fui testigo contra mi marido por abusos sexuales de otra.

Desde entonces Carabineros ronda por mi casa

pues su hermana juró vengarse. Él está preso

y así esposado viene a la audiencia de divorcio.

Los niños querían acompañarme para verlo, porque lo aman tanto como yo.

 

Si me ensucio, ahí no es donde me limpio: me interesa la limpieza del paño.

Me duele ver de pie al gendarme y a espaldas de mi esposo, ojalá nadie pase por aquí.

No quiero rearmar mi vida. Yo me miré al espejo esta mañana y lloré.

Vine tarde a la audiencia. Quién sabe si se suspendía,

como el almuerzo cuando él no llegaba.