Saber
esperar
Hace
tiempo, y lágrimas
aprendí
que no hay que escribirle poesía
a
una mujer apenas conocida,
aunque
a veces fallo,
porque
en cualquier momento se va
se
da media vuelta sin mirar atrás,
o
una y media y desaparece de tu vida
y te
deja flotando en el vacío como clavadista al que le desaparece el agua a medio
aire
te
deja encendido, buscando su saliva salvadora
con
el verso ardiendo en la punta de los labios.
No,
ahora sé esperar un poco más
lazarla
fuerte, bien prendida, prendada
atrapada
sin salida y entonces si
quitarme
las máscaras, los uniformes, los disfraces
desnudarme
la ropa, desvestirme la piel
hasta
que no quede masque la arrobada inmensidad líquida del poema
inundando
el alma.
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