domingo, 30 de octubre de 2022


 

ANDRÉ PIEYRE DE MANDIARGUES

 

 

La savia

 

 

Un recuerdo del verano
Florece en la ventana fría,

A veces el pan de los sollozos
En un tronco salino
Donde reventó la ola ayer
Como un cultivo de aceitunas
Bajo la fértil esclavitud,

Las prisiones los talleres
Las losas de la ciudad
Son trampolines en pleno cielo
Donde el escupitajo espiritual
Ensanchó salvajemente
Al desafío de las servidumbres.

 

 

STELLA SIERRA

 

 

Amor

 

 

Grácil volar de leves ruiseñores,
núbil campaña de cristal tallado;
el ensueño del sueño de mi Amado
es el prístino amor de mis amores…
Rosal de amor que da sus rojas flores
en un desvelo reposado;
y cuanto más amor, más desvelado
abrirá el corazón los surtidores.
Desnuda, amor, con júbilo me entrego…
¡Un éxtasis divino de sosiego
me ha de bañar de luz y de rocío…!
¡Mi linda flauta de marfil y oro,
en un preludio del más casto lloro
me dice, amor, amor, que ya eres mío!

 

 

BENJAMIN PÉRET

 

  

Parpadeo

 

 

 

Vuelos de loros atraviesan mi cabeza cuando te veo de perfil
y el cielo de grasa se estría de relámpagos azules
que trazan tu nombre en todos los sentidos
Rosa que tiene por tocado una tribu negra dispuesta sobre una
escalera
donde los agudos senos de las mujeres miran a través de los
ojos de los hombres
Hoy día a través de tus cabellos miro
Rosa de ópalo de la mañana
y a través de tus ojos me despierto
Rosa de armadura
y a través de tus senos de explosión pienso
Rosa de estanque verdinoso de ranas
y en tu ombligo de mar Caspio duermo
Rosa de rosal silvestre durante la huelga general
y entre tus espaldas de vía láctea fecundada por cometas me pierdo
Rosa de jazmín en la noche de lavandería
Rosa de casa hechizada
Rosa de selva negra inundada de sellos de correo azules y verdes
Rosa de cometa volando sobre un terreno vago donde batallan niños
Rosa de humo de cigarro
Rosa de espuma de mar hecha cristal
Rosa

 

Versión de Cesar Moro

 

 

FERNANDO HUAROTO

 

  

once

 

                        zrota el nervio supra
                        y que peor que desencajar del común orden nuclear
                        dígito perfecto del nombre de dios
                            cábala del supra
                         número de dios
de antemano se atestigua
extremo e inseguro
                         cayendo
                         para el lado más cercano
                                de la noche
                            y lejos
su nervio azul
que lo culmina todo

como una luz uránica

amanece

y su temblor aún le hace crecer la noche
donde turba una fiesta insoportable
que humilla su cabeza.

 

 

CHARLES PÉGUY

 

 

El Padre Nuestro

 

 

Yo soy su Padre, dice Dios, el del «Padre nuestro que
estás en los cielos».
Mi Hijo ya se lo ha dicho a los hombres, que yo soy
su Padre.
Soy también su juez (y esto también se lo ha dicho mi Hijo)
pero sobre todo soy su Padre.
El que es padre es padre ante todo
y el que una vez ha sido padre ya no puede ser nunca
más que padre.
De modo que los hombres son los hermanos de mi
Hijo, son mis hijos y yo soy su Padre.
Y mi Hijo les ha enseñado la oración del «Padre nuestro»:
«Cuando oréis, rezaréis así: Padre nuestro».
Bien sabía mi Hijo Jesús lo que hacía al enseñarles a
rezar así,
bien sabía lo que hacía Él, que les amó tanto
que vivió con ellos, como uno de ellos,
que andaba como ellos y hablaba como ellos
y sufría como ellos y murió como ellos
y se trajo al cielo un cierto sabor a hombre, un cierto
sabor a tierra.
Bien sabía lo que hacía mi Hijo Jesús, lo que hacía cuando puso entre los hombres y Yo esas tres o
cuatro palabras del «Padre nuestro».
como una barrera que mi cólera y mi justicia no franquearán jamás.
Dichoso el que se duerme en su cama
bajo la protección de esas tres o cuatro palabras
que van por delante de toda la oración como las manos
del que reza van por delante de su rostro
y que me vencen a Mí, el Invencible,
que avanzan como una gran proa que abriese camino
a un pobre navío
y que rompen el oleaje de mi cólera.
Luego, cuando la proa ha pasado ya pasa todo el
navío y toda una flota entera, tranquilamente.
Y ahora así es como veo yo a los hombres, dice Dios,
después de ese invento de mi Hijo, el «Padre nuestro».
Y así es como tendré que juzgarlos yo ahora.
¿Pero cómo querrán que les juzgue yo ahora después
de eso?
«Padre nuestro que estás en los cielos».
!Bien sabía mi Hijo Jesús lo que había que hacer para
atar los brazos de mi justicia y desatar los de mi
misericordia!
Así que ya no tengo más remedio que juzgar a los
hombres como juzga un padre a sus hijos,
y… ya se sabe como juzgan los padres:
ya hay un ejemplo bien conocido de cómo juzgó un
padre al hijo pródigo que se marchó de casa y
luego volvió:
el padre era el que más lloraba.
Fijaos lo que ha ido a contarles mi Hijo a los hombres.
En realidad les ha revelado el secreto mismo de Dios,
el secreto mismo del juicio.

 

 

GUILLERMO VALENCIA

 

  

Esfinge

 

 

Todo en ti me conturba y todo en ti me engaña,
desde tu boca, donde la pasión se adivina
que empurpura los pétalos de esa rosa felina,
hasta la rubia movilidad de tu pestaña.

Todo en ti me es adverso, tu sonrisa me daña
como un hechizo, y en tu plática divina
por un campo de flores la falacia camina
fríamente cual una ponzoñosa alimaña.

Con tu rostro de mártir eres una venganza.
Tus manecitas estrangularon mi esperanza,
y es tu flor un eufobio semioculto entre tules.

Tu lámpara alimentan alas de mariposa,
arda en ella este verso que me inspiró tu prosa:
¡eres una mentira con los ojos azules!