viernes, 3 de enero de 2014

JOSEFINA PLA


 

Sueño

 

XV

A María Delgado Rodas

 

...Sueño que fuiste impulso de mi latido,
y alas en mi anhelar:
Te mata la vida que nutriste,
como la flor el fruto nacido de sus galas.

Afán que me hechizaste de tan triste,
pensamiento clavado
en mis frágiles pulsos; estilete sutil:
a esa punta que hincaste pereces, traspasado.
Loco sueño disuelto en mi sangre febril:
¡esa sangre te ahoga!
...Morir te miro, ensueño
que fue yo toda -como fue tronco toda hoguera,
y charco toda nube- en un trasvasamiento
imperceptible, blando, como un deshojamiento de rosa,
en un temblor de atravesada mariposa.

Morir te miro, ensueño,
como el árbol mirara arder el vicio leño
cortado de su rama, o pudrirse la hoja

de cuyo muerto libre saldrá la yema roja.
Morir te miro, ensueño,
y tu postrer tristeza es ya casi alegría,
¡y tu último suspiro es ya casi esperanza!

...Hoja muerta, que vuelves a la tierra madura:
¿en qué capullo nuevo, húmedo de ternura,
renacerás mañana, ensueño en agonía...?

Fuimos, en sueños compañeros
Fuimos, en sueños, compañeros:
la vigilia no nos unió.
¡Sólo en los sueños traicioneros
su pie a mi paso se ajustó!

Labios gemelos en el ansia:
¡no unisteis nunca vuestro ardor!
Pupilas, astros de constancia:
¡nunca rimasteis un fulgor!

Jamás la diestras se estrecharon;
los labios sedientos no hablaron;
pero el juramento existió.

 

Nunca las bocas se besaron;
¡de los besos que no quemaron,
brasa fue el doble corazón!

DELFINA ACOSTA





Hediondas flores

Poeta que te quejas, que al hacer
tus versos te entretienes renegando
de Dios, de ti, de tanta mala suerte
que dices que te toca. Ay, poeta
que inventas  diariamente un motivo
para sentirte triste y entregar
 tu alma a las hogueras del infierno.
Ya deja de lamerte alguna pústula
imaginaria y abre tu razón,

tus ojos a la vida y ten en cuenta
 que hay madres sollozando pues sus niños
deliran carcomidos por la fiebre
de un mal que la pobreza les ha dado.
Ya deja de penar, de revolcarte
en tus hediondas flores y haz los versos
que tanta  humanidad de ti aún espera.

JUAN ANDRÉS CARDOZO




De pie frente al dolor



Yerto sobre el rocío del dolor
extiendo la voz que emerge
de la tumba donde le acostó el silencio.

Ya no es hora de conformarse
con la campana que murió en la plaza.

¡Ni con los caminos amarillos y delgados
donde las pisadas dejaron su beso viajero!

¡Mi corazón es una estrella apagada
que quiere arrancar fuego al sol!
Quiero mojar la arena de la siesta
que abre surcos en las plantas
de los hombres cautivos de la tierra.

¡Quiero limar los cerros de sus manos
y arrancar de sus ojos la resignación!
Si las paredes acribilladas de pobreza
pudieran acercar su voz a los oídos sordos,
a las miradas de puñales indiferentes,
y lanzar al viento su queja amarga:

¡Cuántos días el pan ha estado ausente!

¡Cuántos cuerpos, en edades desiguales,
enlazó el invierno
y el pecado fue un bocado de la noche!

¡Ya basta...!

No quiero seguir tocando la cuerda,
el hilo de sangre que teje la sombra
del universo, de Latinoamérica.
Sólo de pie frente al dolor
quiero levantar un muro de esperanza,
un muro de hierro que detenga
la tristeza que viene arrollando
-roca desprendida de los Andes-
la alegría que ha nacido a deshora.

Y creer que el viento de la noche
se ha llevado
el miedo que dormía en la llanura.


AMANDA PEDROZO




Reflexión


Si no tuviera
este enjambre de amor en el pecho
sería perfecto
vivir a tu lado buenamente
como se recomienda
palidecer contándote cuentos
acerca de nietos y de insecticidas.

Si no tuviera
los pies incontrolables
sería edificante
comerme las preguntas
esperarte quieta
con una sombra leve en la manos
limándose las uñas.

Si no tuviera
traumas y pecados inmortales
probablemente
estaría cometiendo padrenuestros
y en silencio
buscaría entre las sacaras palabras
alguna que permitiera la desobediencia.

Si no tuviera
tantos argumentos indecentes
estaría mirando
cómo el aburrimiento
crece
y no sería ésta que te piensa ahora
sobre otro cuerpo
y otra calle
en otra noche.


LISANDRO CARDOZO


 
  

I

 

Hoy me niego a escribir un poema de amor,
pero cuando pienso en sus huellas
sus uñas reflejadas en mi espejo
y aunque no escuche su voz,
veo sus labios que dicen
mi nombre, no otra cosa.


 

AUGUSTO CASASOLA




La muerte es inocente



¿Cómo pudo la Muerte, por sí elegir el fuego
si ella es tan helada, si ella es tan oscura...,
si llama con sigilo, para esconderse luego
infame despiadada, sin pasión ni premura?

¿Acaso no es la Muerte, esa grande ignorada
la que de lejos viene y sin dudar cercena,
la que ronda indiscreta, esa dama callada,
tan quieta y solitaria que merca con la pena?

Los días ya no cuentan en la tenaz porfía:
te sabes poderosa, te sabes imbatible,
señora de las penas... ¿qué falta, pues, te hacía
venir así de artera un domingo apacible?

No tienes culpa, dices, hoy elegiste el fuego...,
señora de la nada, esposa del vacío,
malvada destruiste mil risas con tu juego
¡Qué furia ha causado tu loco desvarío!

Te dices inocente, te dices injuriada,
que vienes al llamado ¡son otros los culpables!
La voz de la avaricia que brota en la miríada,
son ellos los malvados, de rostros tan amables...

Son otros los culpables, aquellos que han matado
de niños su sonrisa, de algunos los amores.
Los monstruos de codicia, la farsa ya han montado
y al clamor de reclamos, se olvidan los dolores.

Ver el abierto Averno ya marca nuestra vida,
saber que el llanto acaba y todo va al olvido
escarba con su saña la dolorosa herida
donde unos cuervos sacan, provecho de lo ido.

La pálida, callada, tú, Muerte fementida
te dicen la culpable, te marcan con desprecio
porque un domingo triste robaste tanta vida
mas ellas ya tenían devaluado el precio.

¡La Muerte es inocente!, ¡la Muerte es inocente!
Son otros los culpables de figurar ansiosos
de avidez que ciega y cruel mata inconsciente
con las palabras esas, promesa de animosos.

Ciegos, sordos al clamor, al grito que se eleva
piensan cómo robar más de las tumbas quietas ya
la sombra del silencio..., la sombra que se lleva
de entre las hojas secas, un necio aleluya.