viernes, 3 de enero de 2014

AUGUSTO CASASOLA




La muerte es inocente



¿Cómo pudo la Muerte, por sí elegir el fuego
si ella es tan helada, si ella es tan oscura...,
si llama con sigilo, para esconderse luego
infame despiadada, sin pasión ni premura?

¿Acaso no es la Muerte, esa grande ignorada
la que de lejos viene y sin dudar cercena,
la que ronda indiscreta, esa dama callada,
tan quieta y solitaria que merca con la pena?

Los días ya no cuentan en la tenaz porfía:
te sabes poderosa, te sabes imbatible,
señora de las penas... ¿qué falta, pues, te hacía
venir así de artera un domingo apacible?

No tienes culpa, dices, hoy elegiste el fuego...,
señora de la nada, esposa del vacío,
malvada destruiste mil risas con tu juego
¡Qué furia ha causado tu loco desvarío!

Te dices inocente, te dices injuriada,
que vienes al llamado ¡son otros los culpables!
La voz de la avaricia que brota en la miríada,
son ellos los malvados, de rostros tan amables...

Son otros los culpables, aquellos que han matado
de niños su sonrisa, de algunos los amores.
Los monstruos de codicia, la farsa ya han montado
y al clamor de reclamos, se olvidan los dolores.

Ver el abierto Averno ya marca nuestra vida,
saber que el llanto acaba y todo va al olvido
escarba con su saña la dolorosa herida
donde unos cuervos sacan, provecho de lo ido.

La pálida, callada, tú, Muerte fementida
te dicen la culpable, te marcan con desprecio
porque un domingo triste robaste tanta vida
mas ellas ya tenían devaluado el precio.

¡La Muerte es inocente!, ¡la Muerte es inocente!
Son otros los culpables de figurar ansiosos
de avidez que ciega y cruel mata inconsciente
con las palabras esas, promesa de animosos.

Ciegos, sordos al clamor, al grito que se eleva
piensan cómo robar más de las tumbas quietas ya
la sombra del silencio..., la sombra que se lleva
de entre las hojas secas, un necio aleluya.



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