viernes, 3 de enero de 2014

JUAN ANDRÉS CARDOZO




De pie frente al dolor



Yerto sobre el rocío del dolor
extiendo la voz que emerge
de la tumba donde le acostó el silencio.

Ya no es hora de conformarse
con la campana que murió en la plaza.

¡Ni con los caminos amarillos y delgados
donde las pisadas dejaron su beso viajero!

¡Mi corazón es una estrella apagada
que quiere arrancar fuego al sol!
Quiero mojar la arena de la siesta
que abre surcos en las plantas
de los hombres cautivos de la tierra.

¡Quiero limar los cerros de sus manos
y arrancar de sus ojos la resignación!
Si las paredes acribilladas de pobreza
pudieran acercar su voz a los oídos sordos,
a las miradas de puñales indiferentes,
y lanzar al viento su queja amarga:

¡Cuántos días el pan ha estado ausente!

¡Cuántos cuerpos, en edades desiguales,
enlazó el invierno
y el pecado fue un bocado de la noche!

¡Ya basta...!

No quiero seguir tocando la cuerda,
el hilo de sangre que teje la sombra
del universo, de Latinoamérica.
Sólo de pie frente al dolor
quiero levantar un muro de esperanza,
un muro de hierro que detenga
la tristeza que viene arrollando
-roca desprendida de los Andes-
la alegría que ha nacido a deshora.

Y creer que el viento de la noche
se ha llevado
el miedo que dormía en la llanura.


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