jueves, 11 de febrero de 2021


 

CLEMENTE LÓPEZ TRUJILLO

 


 

El Venado

 


12

Amanece en la tierra y amanece
en mí y en esta noche de mi alma.
(Después de tantos siglos estoy solo
y nada me acompaña sino el viento.)

 

Amanece en la tierra…
la vida es como un júbilo redondo
que hiende carnes con gozosos clavos.

 

Esto está bien arriba, pero abajo,
en este debajo de la sed que llueve
menuda y pertinaz, trágicamente,
el indio su fuego alimenta
y bebe su maíz en anchas jícaras,
y vive y muere y muere y se levanta.

 

Y yo estoy escuchándome en el viento
que me regala su amistad de piedra
grande en la que el venado se hace inmenso
de soledad con sol y con estrellas,
de soledad de hombre que aparece de pronto
deportistas de sangre en la selva.

 

RAMÓN IRIGOYEN

 

 

 

Para esta hora

 

 

Decir adiós, cuando uno aún no es viejo,
es como oler un perfume de hierbas
por la mañana, antes de ir al trabajo.
El baño se convierte en una sierra
anticipadamente fatigada.
El frasco de perfume es el emblema
de la montaña con tufillo a tinta
y en el espejo aletea un nardo
con las alas pisadas por la lluvia.
En el lavabo se ahogan unos tordos
que no pueden soltarse la corbata.

 

Decir adiós, cuando uno aún tiene ganas
de seguir por ahí a ver qué ocurre,
es respirar un humo que enamora,
por más que el humo, cuando es augurio
feliz, siempre lo es a corto plazo.
Aspirar hasta dentro el humo ese
es zambullirse en un río de soles
y sacarse un pañuelo del bolsillo
y alzar la mano a un árbol ya maduro
y limpiarle a la fruta los venenos
ante el asombro de las mariposas
que estaban ya poniéndose mohínas
al presentir en ese gesto
la tristeza de toda despedida.

 

Decir adiós, cuando uno tiene amor,
es imposible, pues los pies se agarran
a unos brazos con piel de golondrina
y uno se pierde en esos ojos grandes
y se esconde en el cielo de la boca
y siente que le nacen mil raíces
tan pobladas de pájaros y pájaras
que quiere aquí quedarse para siempre.
Decir adiós, estando enamorado,
es algo falso que la sangre niega.

 

Por eso hoy que estoy bien afincado,
nada puedo decir para esta hora,
aunque presiento oscuramente que
si muero en casa y alguien me acompaña,
le haré esta simple súplica:
por favor, abre bien esa ventana.

 

LOLA VELASCO

 

 

 

El huésped del mal

 

 

NADIE sabrá
de las piedras
ni del agua
con que el odio
construye
su cuerpo

 

MUCHO ANTES
de que el deseo
ahogase
su vientre
en la rabia,
él
ya volvía
de la muerte.

 

NADIE SABRÁ
por qué el tiempo
busca su sentido
en el cansancio
de seguir suicidándose.

 

 

ROSAURA ÁLVAREZ

 

 

 

He desandado el corazón

 

 

He desandado el corazón. Benigna
lluvia: ceremonial ungido desde
un noviembre lejanamente siendo
—¡insólita belleza viva!—.

 

Hoy una luz fugaz,
un rayo sacro, lo ilumina:
Dios te creó al ver en sus espejos
esta manera con que yo te amo.

 

MARGARITA ARROYO

 

 

 

Con esta brida

 

 

Con esta brida me despojas
de más de en cuanto creo,
me seduces
y rompes para siempre en dos mitades.
Callas con cuanto sé,
con cuanto sé destruyes mi certeza
y parte alguna de mi casa queda a salvo
de este tiempo de ruido,
columnario de dios,
tormenta dulce.
Tan sólo tarayal,
que no olmeda me contiene.
Astucias de aire fijo ni refugio
servirán
para fingir sabiduría.
Voy sólo serpiente ciega
que sospecha otro limbo,
calle rota
con que salir a pedir consejo y nombres
cuando suenas proximidad,
celada,
y vuelves victorioso
aunque sé acaso
que un tiempo inadivinable
tira de mí
como una lágrima salvadora.

 

LEONARD NIMOY

 


  

Chambers Street

 



Yo que conseguí el leño, ¿quién consiguió la bola?
la brea está caliente y pegajosa
carga, carga contra el muro
ve gritando por Joe y Dicky
oigan, niños, aléjense del carro!
El blanco venir de Mary por la puerta
comunión en St. Joe’s
levanta los dados del piso
llámalos Chinky Shows
aquí vienen un par de pingüinos
ellos percuten con fuerza tus nudillos
tú quieres intentar el contraataque a puños
vayamos patio abajo
el río de Charlie en suciedad
no puede nadarse allí. Falto de suerte.
Primera es el poste, el carro es tercera
consigue papitas en el carrito del de los helados
Oigan niños, aléjense del carro!
Corran y escóndanse del tipo loco,
vestido en túnica umbrosa
y sujeta con cuerda, gritando
qué es lo que oculta en su saco?
Nosotros nunca terminamos el verano, así
que de algún modo se nos escabulló
la preocupación en la mente del joven
era a qué vamos a jugar?
Oigan, niños, ¡aléjense del carro!