jueves, 20 de noviembre de 2025


 

ÁLVARO MENÉN DESLEAL

 

 

Catedral

  

Huele a la idea
de Amor. Por el vitral
nos mira Dios.

 

 

LUCILA ESTRADA DE PÉREZ

 


La tumba del soldado

A la muerte de mi padre adoptivo,
general Ezequiel Marín,
muerto en Santa Rosa (Honduras).

 

 

Padre querido, en la orfandad me dejas.
Sumida en el dolor y la amargura,
y es por eso que exhalo tristes quejas
que expresan mi terrible desventura.

Tu cuerpo yace entre la tumba helada,
exento de miserias y dolor,
y tu alma habita la mansión sagrada
que al mártir destinara el Salvador¹.

¿Y qué soy yo? La huérfana infelice,
condenada a sufrir eternamente,
sin hallar consuelo que suavice
la pena y el dolor que mi alma siente.

Por ti al Eterno mi plegaria elevo
a cada instante con amor y fe,
y a suplicarle en mi oración me atrevo
¡que a tus verdugos el perdón les dé!

Tranquila siento y aliviada mi alma
con la fe que me da mi religión,
que te muestra a mis ojos con la palma
que el martirio en tu mano colocó.

¡Lejos de aquí tu cuerpo inanimado
en su fosa ignorada dormirá!
¡Y tal vez en la tumba del soldado
no da sombra ni un sauce funeral!

¡Mas un día a mi patria volveré
a buscar esa tumba que te encierra,
y a su lado un ciprés yo plantaré,
y con mi llanto regaré la tierra!

San Salvador, 1878.

 

Publicado en “El Cometa”, de San Salvador, el 15 de junio de 1878.

 

1.- Se refiere a Jesucristo, y no al país El Salvador.

 

ABDUL HADI SADOUN

 

  

Por el exceso de nostalgia hacia ti

 

 

Por el exceso de nostalgia hacia ti,
hacia ti,
hacia ti,
afino las palabras
con la esperanza de que lleguen desnudas
y completamente elevadas,
para tejer algo mejor que mis expresiones
y mi ansiedad,
una alfombra del verdadero significado
que fluye como agua tibia
desde el río hasta las lluvias torrenciales.

Y por el exceso de nostalgia,
incluso desconozco completamente
las palabras que te diré en un momento,
porque son palabras que quizás no se parecen a ninguna otra palabra
que haya dicho
o que otros hayan dicho.
Por el exceso de nostalgia hacia ti,
incluso me debilito ante tus pequeños detalles,
ante el brillo de tus ojos
que me cuentan secretos
que no puedo traducir,
y que no puedo olvidar.
Aparto las expresiones pesadas,
y a veces me ayudo del silencio,
para que el silencio lleve
todo lo que no pude cargar
con mis palabras, que fluyen sin restricciones,
como un lenguaje diferente que no necesita sonido
ni movimientos nuevos de mi lengua.

Por el exceso de nostalgia,
hacia ti,
hacia ti,
me encuentro sembrando en el aire entre nosotros
deseos que se abrazan,
que acortan la distancia
entre mi corazón y tu rostro.
Hasta tal punto que temo el encuentro,
no por miedo a que termine la distancia,
sino por ese momento, desnudo,
en el que estaré frente a ti
y me daré cuenta de que todas mis palabras
parecerán insuficientes,
todas mis expresiones
parecerán incapaces,
y todos mis intentos de llegar a ti
serán solo una gota
en el mar de esta nostalgia
tan profunda.

 

 

ALMA KARLA SANDOVAL

 

  

Raíz de sangre en cada día

 

 

Secuencias de nublado a sol hiriente,
viento inmune al baile de la higuera,
de los pinos rotos hacia dentro.
En un vaso murmura la imagen de esas hojas
serán árboles internos en la tráquea.

En tanto,
el dolor como los días,
una secuencia de preguntas sin origen,
¿será esta superficie nervada la respuesta?
¿será este silencio de fraccionamiento con gatos resentidos
la última estación del sol llagado?

No pasa “nada”,
sólo otra luna en Capricornio a escondidas del futuro,
su necedad de lluvia,
su coletazo de liebre melancólica,
el aire intoxicando los cuadernos
en esta ciudad desamparada donde brota la conciencia.

 

 

DÁNIVIR KENT

 

 

 

Con un libro de Ocean Vuong en las manos

Para Luis E. Valadez
a la flama errante de su Vaga Lumbre

 

 

Abierto ante mí
con el espejo de tu sed
tus ojos inmersos dibujan el contorno de una bahía:
Cuántos soles fraguando el cuerpo ríspido de las olas
un libro
              nace entre las manos.

–He vivido toda mi vida como un niño –me dices– y aún no sé cuánto falta para que empiece a caerme la edad en el cuerpo.
Una luna sonríe entre tu barba negra, picada de canas.
Me hablas del poeta, delineas los rasgos de la vida del poeta casi como si se tratara de tu propia vida. Me hablas de algo de tu vida en la vida del poeta y yo escucho atentamente, pero no atino a descifrar
                   ese algo entre líneas que se deslizan en mi oído mientras tus dedos van pasando las hojas que murmuran agitadas.

–¡Aquí está! – dices emocionado.
Encuentras el poema. Pones el dedo gordo de la mano derecha como pisapapeles mientras la izquierda lo sostiene por el lomo.
Detenidamente lees
lo que parecería ser un rezo
pero se resiste a la servidumbre de las creencias.
Y crece a oleadas tu voz
grabando en mí
                                     sus heridas de fuego.

–Desde entonces llevo el rojo intenso de esas heridas metido en la retina.
Es tan vistoso
que a veces
me impide ver la noche cuando intento dormir.
El nombre del poeta se repite
como una letanía
como una bocanada huérfana que sobrevive en el desierto.
Y yo sé que cada repetición es una forma de borradura
una forma de deshacer lo andado
cuando nos impide seguir.

–Nos dejaron solos
sin máscaras ni camuflajes– te digo.
–¿Nos hicimos daño pensando, en nuestra condición de canguros, que podíamos soportar las despedidas? –Vuelves a reírte.
–Mi mente es una bolsa de canguros
que lleva algunos libros y algunos recuerdos prestados.
Yo sé que no son míos,
que no hay mucho que pueda hacer con ellos
pero a veces los tomo de amuleto
para atravesar la incertidumbre.

Hace poco
me encontré con alguien que podría ser esa pregunta de carne que dejé
al otro lado del mar. Mi facilidad para ilusionarme me hace ver
lo poco que la edad
me ha caído en el cuerpo.
¿Pero la duda – te pregunto – a golpes de desilusión
nos obliga a madurar?
Atenaza en el pecho
un cangrejo de distancias.
Pero hay una voz que repite muy cerca de la tuya
“La parte más hermosa de tu cuerpo / es a donde se dirige.”

Ahí donde no hay modo de seguirte queda
el rumbo abierto de tu mapa
las mismas palabras como huellas difusas
las mismas manos abiertas.
Pero tú ya no tienes preguntas.
Pero tú ya no tienes líneas escritas en las manos.
Tu cuerpo ha tomado el rumbo de su parte más hermosa:
esos ojos de bahía que dejaste
al otro lado del mar despejan
                                                     estallidos de vida en tu cielo nocturno.

No querer llegar
no querer quedarse.
El deseo es el guiño minúsculo que se abre
en cada cosa
cuando la vida irrumpe con sus claves.
Aquí está tu guiño.
Aquí está tu libro convertido en barco.
Aquí yace un libro
que fue hombre.

 

De: “Donde no hubo sutura”  

 

HERIBERTO MONTANO

 

 

 

Del silencio y los espejos

 

 

En esa esquina mataron al profesor Soriano
Diecisiete absurdos disparos que todo mundo vio
pero que nadie oyó

Porque la noche tiene demasiados ojos
y el miedo puertas donde se cuela la ignominia
y la soledad ecos que en la piel resuenan

En la otra manzana vivió la sindicalista aquella
que con megáfono en mano esperanzas pregonaba
Solidaridad compañeros organicémonos
Demos la batalla por la paz verdadera
Pero amaneció
con la voz herida
y sobre ella un papel con letra ensangrentada

Pero nadie sintió cuando las paredes se golpeaban
Nadie midió el rumor de las proclamas
Nadie se percató del silencio que colgaba

Porque la noche tiene demasiados rostros
y el miedo espejos donde se miran los abismos
y la soledad retumbos que la memoria niega

Allí sobre el asfalto quedó la mancha roja
y la risa como campana de inquietudes
de la hija del poeta

Marchaba como flor abierta a las mareas
y al perfume del amor por todos compartido
y al placer de caminar sobre la historia

Pero nadie sintió los versos que emanaban
ni la mirada al ave en la ciudad de vientos y colinas

Porque la noche tiene demasiadas piedras malas
y el miedo martillos que golpean la palabra
y la soledad un perro que ni siquiera aúlla

  

De: “Sobre los fuegos el puente”