La
tumba del soldado
A la muerte de mi padre adoptivo,
general Ezequiel Marín,
muerto en Santa Rosa (Honduras).
Padre
querido, en la orfandad me dejas.
Sumida en el dolor y la amargura,
y es por eso que exhalo tristes quejas
que expresan mi terrible desventura.
Tu cuerpo yace entre la tumba helada,
exento de miserias y dolor,
y tu alma habita la mansión sagrada
que al mártir destinara el Salvador¹.
¿Y qué soy yo? La huérfana infelice,
condenada a sufrir eternamente,
sin hallar consuelo que suavice
la pena y el dolor que mi alma siente.
Por ti al Eterno mi plegaria elevo
a cada instante con amor y fe,
y a suplicarle en mi oración me atrevo
¡que a tus verdugos el perdón les dé!
Tranquila siento y aliviada mi alma
con la fe que me da mi religión,
que te muestra a mis ojos con la palma
que el martirio en tu mano colocó.
¡Lejos de aquí tu cuerpo inanimado
en su fosa ignorada dormirá!
¡Y tal vez en la tumba del soldado
no da sombra ni un sauce funeral!
¡Mas un día a mi patria volveré
a buscar esa tumba que te encierra,
y a su lado un ciprés yo plantaré,
y con mi llanto regaré la tierra!
San Salvador, 1878.
Publicado
en “El Cometa”, de San Salvador, el 15 de junio de 1878.
1.- Se
refiere a Jesucristo, y no al país El Salvador.
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