sábado, 22 de abril de 2017


FRANCISCO VILLAESPESA




Ocaso



Asómate al balcón; cesa en tus bromas,
y la tristeza de la tarde siente.
El sol, al expirar en Occidente,
de rojo tiñe las vecinas lomas.

El jardín nos regala sus aromas;
mece el aire las hojas suavemente,
y en las blancas espumas del torrente
remojan su plumaje las palomas.

Al ver con qué tristeza en la llanura
amortigua la luz su refulgencia,
mi corazón se llena de amargura…


¡Quizá el amor que en vuestros pechos arde,
apagarse veremos en la ausencia,
como ese sol en brazos de la tarde…!

YOLANDA PANTIN




Los sueños
(en la boca de la noche)



El médico mira
dentro de mis ojos

me hace abrir la boca

Le cuento sueños
cruzaba una piscina con un niño al cuello

A veces me asalta
un hambre de miedo

devoro todo lo que encuentro a mi lado
El médico escucha
latir mi corazón

Asiente
con mucha seriedad

consulta un libro
encima de su escritorio

Estoy perdida

-Ya había mirado dentro de mis ojos-

Entonces
le cuento otro sueño

No todo mi corazón te ama
sólo la parte que está enferma


RICARDO COSTA




Buena salud



Mi abuelo decía que cuando fuera grande, lo que dejara en el plato
se me volvería flacura en los huesos.
Ahora tengo hambre y hace cuatro días que no me afeito,
seis que no paso por la panadería y diez que he dejado de correr
el colectivo para llegar a tiempo a tu casa.
Cuando me quedaba con el abuelo siempre descartaba el puré,
la acelga y el zapallo hervido.
Porquerías que a los chicos nos amargaban la vida.
Claro que se extraña la dura mirada del abuelo. Y también la tuya,
la que no pedía que me alimentara, sino que comprendiera
que el deseo perfecto es aquel que nos mantiene pendientes
del apetito del otro.
Junto al teléfono quedó una galletita magra y medio vaso de yogur.
Vale decir que no hay motivo para el sacrificio, ya que nadie fallece
por arrepentimiento tardío.
No conozco un solo caso de muerte por desobediencia al abuelo.
Pero me preocupa lo que podría destruir el dolor cuando ya
no queden fuerzas para llevarse nada a la boca.
Parece que sí, que la tristeza es un hueso que nunca se dejará comer,
que siempre estará allí, en un plato con restos del almuerzo
y a la espera de tu llamado.


De: “Fenómeno natural”




FELICIANO MEJÍA





Tango del malvado



Es malo y sufre.

Malvado hasta la santidad.

Y le duele el alma hasta las cachas
y ríe con risa de lata
y duerme con angustia de cernícalo.

En sus noches dementes
oigo su cantar
enmohecido, arrugando el aire.

Tortuoso hasta hacer marchitar
las begonias de la casa
de la mujer que ama.

Es malo, quiróptero,
y anida en su mañana
de brea chamuscada.





DIANA BELLESSI




He construido un jardín…



He construido un jardín como quien hace
los gestos correctos en el lugar errado.
Errado, no de error, sino de lugar otro,
como hablar con el reflejo del espejo
y no con quien se mira en él.
He construido un jardín para dialogar
allí, codo a codo en la belleza, con la siempre
muda pero activa muerte trabajando el corazón.
Deja el equipaje repetía, ahora que tu cuerpo
atisba las dos orillas, no hay nada, más
que los gestos precisos
dejarse ir para cuidarlo
y ser, el jardín.
Atesora lo que pierdes, decía, esta muerte
hablando en perfecto y distanciado castellano.
Lo que pierdes, mientras tienes, es la sola compañía
que te allega, a la orilla lejana de la muerte.

Ahora la lengua puede desatarse para hablar.
Ella que nunca pudo el escalpelo del horror
provista de herramientas para hacer, maravilloso
de ominoso. Sólo digerible al ojo el terror
si la belleza lo sostiene. Mira el agujero
ciego: los gestos precisos y amorosos sin reflejo
en el espejo frente al cual, la operatoria carece
de sentido.

Tener un jardín, es dejarse tener por él y su
eterno movimiento de partida. Flores, semillas y
plantas mueren para siempre o se renuevan. Hay
poda y hay momentos, en el ocaso dulce de una
tarde de verano, para verlo excediéndose de sí,
mientras la sombra de su caída anuncia
en el macizo fulgor de marzo, o en el dormir
sin sueño del sujeto cuando muere, mientras
la especie que lo contiene no cesa de forjarse.
El jardín exige, a su jardinera verlo morir.
Demanda su mano que recorte y modifique
la tierra desnuda, dada vuelta en los canteros
bajo la noche helada. El jardín mata
y pide ser muerto para ser jardín. Pero hacer
gestos correctos en el lugar errado,
disuelve la ecuación, descubre páramo.
Amor reclamado en diferencia como
cielo azul oscuro contra la pena. Gota
regia de la tormenta en cuyo abrazo llegas
a la orilla más lejana. I wish you
were here amor, pero sos, jardinera y no
jardín. Desenterraste mi corazón de tu cantero.




ALFONSO GUMUCIO DAGRON




Test



¿Qué es Bolivia?

¿Un conglomerado de cadáveres?
¿Un colectivo lleno de militares?
¿Una masa enorme de tierra silenciosa?
¿Una planicie de rostros terrosos?
(Impasibles miradas cansadas de esperar)
¿Una altitud de cartón-piedra?
¿Una caída vertical de la pobreza a la nada?
¿Un grupo de niños pijes de anchas corbatas?
¿Una cadena de resentimientos y mentiras?
¿Un puñado de crímenes detrás de la basura?
¿Un niño muerto en una caja de zapatos?
¿Un libro de poemas que arde porque sí?
(Porque invade la sangre de quien lo lee)
¿Un escritorio, dos escritorios, tres escritorios?
¿Una tienda de campaña?
¿Una lluvia pasajera?
¿Un costal de títeres quemados?
¿Un periodista que siempre cae parado?
(Como trípode con un rollo de dólares
que le alegra el ano)
¿Una página menos, siempre tan lejos
de la historia?
¿Un grupo de universitarios confundidos?
¿Un poema, dos poemas, este poema?
Escoja solamente diecinueve respuestas.


Ni una menos.