martes, 21 de enero de 2014

AUGUSTO ROA BASTOS




La Guarania
A José Asunción Flores


     Así como la brisa
con leve son gimiendo entre boscaje
     sus cantares desliza,
cual si vibrar hiciera algún cordaje
     de su aliento el suspiro
en el agreste y tropical retiro,

     el acorde armonioso
de la Guarania, canto de la raza,
     con trino melodioso,
vibrando un punto fugitivo pasa
     a perderse en el viento
como desmaya el eco de un lamento.

     Esa música tiene
la inspiración de un salmo misterioso;
     y desde el fondo viene
     del pasado brumoso
trayendo los recuerdos de leyenda
por luminosa y perfumada senda.

     Es ánfora sonora
     que el infinito arcano
     de Guarán atesora.
Del gran Tupá la prodigiosa mano
lególa a un genio un día
para esparcir raudales de armonía.

     ¿No oís, acaso, en ella
quejarse inmensa de Guarán altivo,
     como en vaga querella,
el alma errante en el solar nativo,
     olvidada y sin guía
en la tiniebla de un eclipse, umbría...?

     La escucho, sí, mezclada
al fragoroso estruendo del torrente;
     al rumor de la fuente
que por tranquilo curso, plateada,
     ondea en la pradera,
el valle, el bosque y la gentil ladera;
     a la triste elegía
que en el silencio el Urutaú desgrana
     con fatal profecía
que ahuyentará la luz de la mañana,
     como el espectro obscuro
del "Pora" y del "Pombero ", a su conjuro.

     La Guarania semeja
un rielar de luna sobre el lago
     que rizado refleja
en arabescos mil; al tenue y vago
     murmullo de las aguas
de nuestro río paterno en que impelidas
     mil rápidas piraguas
por sombras, van bogando estremecidas...

     Canción que eres el alma,
alma vibrante de la estirpe ausente;
     hoy eres en la calma
del patrio suelo monumento ingente,
     sonoro y prodigioso,
en la memoria de Guarán glorioso.



MÓNICA LANERI

  


Eterno retorno


Por la ley
del eterno
retorno,
siempre retornas
a mí,
a mi camino
pero nunca te detienes.


ESTEBAN CABAÑAS




Uno lleva sus pétalos...


Uno lleva sus pétalos sangrando
sobre estambres púdicos que se llenan de besos
enredados en grandes cópulas bermejas.

El aire preconiza una vuelta hacia el orden
odiando la armonía,
naciendo como un sol, fiero y demente,
o un ser caníbal
todo lleno de barros, despeñado
sin tregua a su banquete.

Los pequeños resabios ensucian los diagramas
que huelen como el tiempo
asumen los preámbulos sagrados
los intersticios cavados del deseo,
este es su madero, brújulas inquietas
alargadas a nortes monstruosos,
ojos mórbidos de animales que crecen
sin moverse,
flores antiguas, enormes, navegando
en ese lugar que llega como un golpe
a completar el goce sin hallarnos.


ELSA WIEZELL




Inmortalidad en luz



No está en el músculo
pera sí en el latido.
No está en la sangre
pero si en el misterio.

Sin estar en el fuego
queda como en el humo.
Rompe las cárceles
con golpes de sonidos.

Sin ser el aire
queda en el oxígeno;
sin morir en lo humano
recomienza en el eco
y se repite.


OSCAR FERREIRO




Yo ya no se...



Yo ya no sé
qué se puede decir y estoy hablando
qué se puede alentar y estoy pensando
en no sé que figuras desvaídas
en no sé qué quimeras obsoletas
de galopes cayendo hacia la nada.

Y me pongo a cantar pero el sollozo
el sollozo que anuda tu garganta
ese oscuro sollozo que del fondo
sube entre lutos y geranios tristes
para anegarme como a tí en el llanto.

Yo ya no sé
mas quisiera ensayar en diez mil tubos
esta estúpida pugna de ¿hacia donde?
el ultimo clangor de los envites
y huracanar las bambalinas agrias
de este circo del llanto y destrozado.

Tal vez sean las últimas amarras
las flatosas trompetas de un juicio
tócame pues muy loca levemente
dame vino locura y que me importa
y me pondré a vivir e iré muriendo.




JOSEFINA PLA




Concepción


Me tendrás a tu lado. Me besarás. Y luego,
como al moreno cántaro que espera al fin del surco,
a mi sumiso cuerpo se alargarán tus brazos.
Se saciará tu sed: la exigua sed de un hombre.

De mi lecho después, en largas madrugadas
hacer creerás el blanco camino del olvido.
Y sin embargo, ciego piloto de mi entraña,
conmigo habrás llegado por una noche sola,

a la encantada playa donde no está tu muerte.
Por el nocturno río caliente de mi sangre
irán tus ojos lejos, para jamás volverse,
tu voz prenderá en roca para perennes ecos.

Tú no lo sabes, hombre, tú no lo piensas, ciego.
Esta noche mi cuerpo será, ¡oh antiguo nauta!
el puerto de que zarpen las naves de otra aurora.

1939