"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
martes, 16 de septiembre de 2025
BLANCA MOREL
apartamento
900
escalera
f
una
mujer da a luz
un
monolito
su
propia oscuridad
De:
“Suma noche”
MARÍA LIMÓN
Hemos
sido educadas
bajo
el lenguaje de los hombres.
Es
el mismo código que encerró
a
nuestras madres en el baño.
Las
condenó al silencio
mientras
desde la infancia
-deseosas
de ser liberadas
en
las tardes de octubre-
jurábamos
no terminar así.
Ahora
sabemos que todo final
conlleva
un castigo.
Una
mujer que llora
es
sinónimo de hambre.
Me
pregunto si estarás comiendo bien.
De:
“Los bordes”
HENNING H. BERGSVÅG
Me
gustaría que aún existiesen las personas.
Los
pájaros vuelan sobre el muro, desaparecen en el aire ligero.
De
inmediato elevados.
Así
te extraño. Tus huellas dactilares están moldeadas
dentro
de mi piel.
Aparecen
esculturas, el momento se congela, sopla viento,
Movimiento
sereno, cuerpos imaginarios.
De:
“El jardín inglés”
Versión
de Juan Gutiérrez-Maupomé
MINERVA SALADO
Ciudad
ciudades (I)
Para
Tenochtitlán, desde la isla Juana
La
Habana húmeda a mis pies
desatada
y húmeda como las caracolas
los
ruidos e su nombre y el silencio de ti
de
tu impaciencia rondándome los gatos de la sombra
y tú
sin mi ciudad sin su herejía bajo la lluvia
sin
la humedad que cubre las ventanas
los
raíles de punta
el
colibrí de ayer en la arboleda.
RODOLFO HÄSLER
El
inquilino
(a Paul Bowles)
Sonaba
en la calle una grabación de la cofradía gnaua
en
un charco turbulento
y el
inquilino se despertó confuso,
con
profunda sensación de desamparo.
Paseó
la vista por la habitación en penumbra
y
advirtió que aún faltaba hasta que le sirvieran
su
acostumbrada infusión de especias,
y
con el corazón fúnebre de una rosa
me
confesó que se durmió vestido.
Le
dije que yo también me despertaba
con
sabor a arena en la boca
y
que nunca había asistido a una ceremonia secreta
de
ñáñigos en Cuba. Él sí.
El
día había comenzado con signo favorable
y de
nuevo se escuchó la música en la calle,
un
grito de mujer, y las palabras dejaron de contar
para
ser dulce deleite del idioma
en
el bochorno salobre de la tarde.
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