Hemos
sido educadas
bajo
el lenguaje de los hombres.
Es
el mismo código que encerró
a
nuestras madres en el baño.
Las
condenó al silencio
mientras
desde la infancia
-deseosas
de ser liberadas
en
las tardes de octubre-
jurábamos
no terminar así.
Ahora
sabemos que todo final
conlleva
un castigo.
Una
mujer que llora
es
sinónimo de hambre.
Me
pregunto si estarás comiendo bien.
De:
“Los bordes”
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