martes, 16 de septiembre de 2025

RODOLFO HÄSLER

 

  

 

El inquilino

(a Paul Bowles)

 

 

Sonaba en la calle una grabación de la cofradía gnaua

en un charco turbulento

y el inquilino se despertó confuso,

con profunda sensación de desamparo.

Paseó la vista por la habitación en penumbra

y advirtió que aún faltaba hasta que le sirvieran

su acostumbrada infusión de especias,

y con el corazón fúnebre de una rosa

me confesó que se durmió vestido.

Le dije que yo también me despertaba

con sabor a arena en la boca

y que nunca había asistido a una ceremonia secreta

de ñáñigos en Cuba. Él sí.

El día había comenzado con signo favorable

y de nuevo se escuchó la música en la calle,

un grito de mujer, y las palabras dejaron de contar

para ser dulce deleite del idioma

en el bochorno salobre de la tarde.

 

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