domingo, 1 de septiembre de 2013

SALVADOR NOVO




Frida Kahlo



Cuando los pinceles vuelven a ser pinzas las
    posibilidades del vientre
Vulcano lleno de gasolina con un aneurisma en
    potencia
seres como Ceres o Ícaro con paracaídas en el Hospital
    Morelos
la organización roja, de los glóbulos con el mapa de
    las terminales
puntos de partida y partido partidos a todas las partes
    parciales
correspondencia aérea tejida con una sola mano de
    cinco agujas
en el piso en el quinto piso en el canto paso en el conto
    peso
en el hondo pozo en el ando buzo en el indo beso
hasta que no salga de la tierra la escuela anatómica
de otro cadáver anciano hasta las mariposas de otro
    cadáver anciano
para volver a llevarse todas las ramas consigo
como un cohete como una granada como un vidrio
    estrellado
como una noticia como un telégrafo como la sangre
por las venas rojas y azules como los semáforos
    regularizados
como los sistemas de riego de riesgo de rasgo de raso
    de rizo
de Diego de ciego de llego de pego de niego
el color de la tierra entre algodones al pie de la cama
la langosta con el pensamiento en los cangrejos
vigilada por la policía que violó el reglamento
desde su condecoración de la Legión de Honor y los
    siete puñales
y la cabeza parlante instaló su teléfono su televisión
con ínfulas y tirabuzones a larga distancia
instalación local hacia los azahares azarosos
e instalación oculta y clima artificial hacia la terminal
de suerte que uno puede con ayuda del microscopio
leer en las líneas de la mano las constelaciones
de suerte que uno puede con ayuda del telescopio
observar cómo los colorantes revelan la existencia de
    las hormonas
asistir a una música estática elástica y sintonizarse
con la utilería del mundo llena de los trajes desechados
    de Wanamaker’s
Wanamaker’s y Child’s han sido allí objeto de un
    monumento
y del puente colgante más grande del mundo
el camisón de la tehuana puesto a secar ha miado todo
    el Hudson
por donde los barcos de papel higiénico salen de
    vacaciones
con saludos de Christmas para Pompeya y sus
    productos
cuando la millonaria ha hecho que le bajen todo el
    almacén
y ha examinado las compañías de seguros contra la
    seguridad
los salones de belleza los discos de Ruddy Vallee
los cereales llenos de vitaminas las espinacas llenas de
    tiempo
la complicación de los subterráneos previstos en los
    teléfonos
en las venas en el vidrio estrellado en el vidrio ahumado
    del eclipse
observado con un microscopio desde el Empire State
    Building
cuyo último piso también se hizo bajar la millonaria
    para sus sobrinos.


De “Frida Kahlo” 

LUIS ROSALES




El hilván



Nadie puede saber cuándo comienza a avergonzarse,
y sería conveniente mirar a las estrellas
que se van encendiendo contagiadas de silenciosidad,
para aprender,
al menos,
que la palabra más hermosa de nuestra lengua es la palabra
    titilación.
Nadie puede saber cuándo comienza a ser injusto,
pero ya lo está siendo cuando adelanta su voluntad, aunque
    tan sólo sea un milímetro, a su pensamiento,
y se aísla de sí mismo
titilando.
¿No has observado que en algunos momentos
—de cuyo número no quisiera acordarme—
la palabra nos suele convertir en un espantapájaros?
y alguien te hace mover los brazos contra tu voluntad,
hasta que llega ese momento en que precisas ser injusto,
en que precisas ser injusto para acabar con todo como se
    chasca una nuez en la puerta.
Y no deja de ser curioso que esto pueda ocurrir cuando está
    el pan sobre el mantel,
y entonces hablas deshauciándote,
hablas sin responder a ninguna necesidad,
clavando un alfiler en la retina de la persona que más
    quieres,
para decir,
si acaso,
una verdad intransitiva que no le sirve a nadie para nada.
Todos debiéramos callar,
todos vivimos del silencio de alguien,
y, sin embargo,
en alguna ocasión,
cuando tienes aún el sabor de sus besos en la boca,
te repentizas con la amada como si la quisieras transferir,
ya que la cólera te aísla,
y sientes tus palabras como una amputación,
y prefieres hablar a ponerte una venda,
pues lo propio del hombre es titilar en la noche del mundo.
Sabes que sólo grita quien se siente depuesto y sumariado,
pues el grito obedece a un temor y es un modo en
    enfrentarse al vacío;
así pues,
muchas veces,
cuando tienes aún una lágrima suya sobre el labio,
te irritas con la amada extremaunciándola;
y el disgusto puede sobrevenir en un momento de cansancio
    último,
puede ser decisivo,
y, sin embargo, lo provocas cortándote los pies
y se hace el daño ajeno a costa propia.

Quizá basta el cansancio para odiarse a sí mismo,
para llegar a ser un hombre previo,
un odio que habla a ciegas
cuando le da la gana o la desgana;
pero tiene que hablar
únicamente
porque al hacerlo vive la más inútil intensidad que se puede
    vivir.
Y todo queda entonces en el vano ademán de alzar los
    brazos como un espantapájaros,
ya que nadie puede saber,
amiga mía,
cuándo comienza a avergonzarle lo que dice,
como a veces al tirar de un hilván se nos deshace el traje;
pero se tira del hilván,
se intercambian andrajos y palabras,
se hace sufrir inútilmente
tal vez porque sabemos que la presencia de la vida en la
    tierra quizá no es más que una titilación.

22 de agosto de 1977

De “Diario de una resurrección”



ELSA CROSS




III. Palabras



Forma

Tu cuerpo es la noche
              descendiendo hacia mí.
Voluntad de forma.
                                  Estallido.
Puntos de luz ordenan tu perfil
en lo alto y lo bajo,
en lo estrecho y lo amplio,
en lo perdido,
en lo olvidado,
en lo que se recobra.
Y no hay nada ajeno a tu presencia.


ENRIQUETA OCHOA




Para evadir el cierzo de la muerte que llega



De ti lo habría amado todo:
tu cabeza como luz de topacio en el hastío,
el llanto, la caricia, la palabra brutal,
la soga que amansara mis ímpetus cerriles
y, sobre todo, el hijo.
Ese mar
que juntara la turbulencia de nuestras dos avideces.

Ese mar donde irían haciéndose profundos
de ternura los ojos.
Pero ni tú ni yo vivimos el momento propicio para amarnos.
De paso en paso, un abismo,
en cada oreja, una espina,
en cada latido, un monte de zozobra
quebrantando el resuello.

Y de qué sirve odiar, forzar,
hacerse añicos dentro
si todo es ir buscándonos,
arropándonos para evadir el cierzo
de la muerte que llega.
Lucha por subsistir,
por mirar nuestro polvo crecerse en otro polvo
para encontrar de nuevo la oquedad amorosa
que libre a los sentidos
de la asfixia más pura de la muerte:
la soledad.

Pero hay quienes nacimos para morir en nuestro
    propio cuerpo.
No hay puertas. No hay ventanas.
Las ventanas incitan sin saciarnos.
Las puertas nos liberan.
Mas no hay puertas ni ventanas.
Hay la fiebre en los ojos
que va tras de la luz estremeciéndose.
Hay la sangre a galope.
El desvaído paso recorriendo las calles aturdidas
de sinfonolas, magnavoces, estridencias de claxon.
Y el viento barriendo hojuelas doradas de elote
en el mes de junio.
Y la fresca respiración de un cine
donde ruedan botellas de cocacola
y envolturas de Milky Way,
y la arena caliente del aire sofocado.
Y el amor, ¿dónde?
Y los amantes, ¿dónde?
Y tú, amor, viento, canto... ¿dónde?

De “El retorno de Electra”



ANTONIO COLINAS




Un poema



Ciervos que en la espesura,
o junto al agua quieta de las charcas,
bajo luna madura,
amarillenta,
se llaman y responden,
se llevan y nos traen
con la brisa
(como los ruiseñores)
nuestra esperanza en otra vida no mortal.




RAFAEL CADENAS




Fragmentos


27

Crece sobre cicatrices la rosa de un mediodía.