sábado, 4 de noviembre de 2023


 

RODRIGO ZÚÑIGA

 

 

 

El hombre que no fui

 


 

Siempre fui malo en el fútbol,

era un jugador menos en la cancha,

digamos, como mirar a la nada en medio de todos,

una grieta en la pared, una ventana abierta,

era ir y venir desde los ojos del vacío

 

Nunca tuve tacos, nunca uniforme,

aunque anhelaba la 10 más que nada en el mundo,

pero uno no calza lo que desea sino lo que es,

uno no escribe lo que quiere, sino lo que puede,

y mis posibilidades de gol

eran igual a cero

 

Aun así, soñaba con el gol, con el aplauso,

con el intercambio de camisas de admiración,

esperando el momento indicado

para tocar la gloria al fin,

pero hay que aceptar la realidad,

que por compasión mis amigos me elegían,

por compasión me colocaban adelante,

nada de correr por la banda

o defender al equipo como a una ciudad asediada,

no, era el ataque o, mejor dicho, la espera,

solo esperar el esférico y fusilar

con toda la niñez adentro—

 

Es poco lo que recuerdo ahora,

excepto que el juego es así,

no importa cuán adelante esté,

pateo al aire todavía y tropiezo

con el hombre que no fui

 

TERESA ABURTO URIBE

 

 

 

Como será

(Interpretada por Soledad Pastorutti)




Cómo será 
despertar y no verte por la mañana
y rodar por tu ausencia aquí en mi cama. 
Cómo será
escuchar el silencio de tus palabras
un silencio tan blanco como el alma.
Cuando salga el sol no estarás aquí
y te irás con mis sueños arrancándolos de mí.
Cuando salga el sol me dirás adiós
y quisiera saber lo que yo seré sin ti. 
Seré una tarde sin sol 
una estrella perdida en el mar
una sombra, un silencio mortal,
una huella de amor.
Seré yo el eco de un lamento
la nostalgia del recuerdo
fría escarcha en el invierno 
una roca de sal.
Seré una estela del pasado
una flor que ha marchitado
golondrina que muy sola se quedó.
Cómo será
encontrarme tus besos en la distancia
y anhelar tu calor de madrugada.
Cómo será
caminar el sendero de mi nostalgia
un sendero de ausencias que no acaba.

 

OLGA ACEVEDO

 

  

 

Cantos a Berenice (VII)

 


Aún conservas intacta, memoriosa, 
la marca de un antiguo sacramento bajo tu paladar: 
tu sello de elegida, tu plenilunio oscuro, 
la negra sal del negro escarabajo con el que bautizaron tu linaje sagrado 
y que llevas, sin duda, de peregrinación en peregrinación. 
¿Para quién la consigna? 
¿Qué te dejaste aquí? ¿qué posesiones? 
¿O qué error milenario volviste a corregir? 
Ahora llegas caminando hacia atrás como aquellos que vieron. 
Llegas retrocediendo hacia las puertas que se alejan con alas vagabundas. 
Tal vez te asuste la invisible mano con que intentan asirte 
o te espante este calco vacío de otra mano que creíste encontrar. 
Vuelcas el plato y permaneces muda como aquellos que vuelven, 
como aquellas que saben que la vida es ausencia amordazada, 
y el silencio, 
una boca cosida que simula olvido.

 

LEGNA RODRIGUEZ

  

 

Cilantro

 


Entrando a la librería

me brindaron mucha agua.

¡Y yo sí​​ quería agua,

tanta agua que quería!

Rama seca, sangre fría.

Doblada la rama seca.

En la nariz una peca

recién nacida, volumen.

Desde los libros, un lumen

que me daba una jaqueca.

 

 

 

MARGARITA LASO

 


 

 

Herida de verte

 



tú pereces

son finos los linos que te envuelven

 

hojas y pellejos de las biblias

lenguas disecadas por los mares

mares que rezan y regresan

relieves de ángeles adultos

 

tú pereces

pero esas tallas bullen

unos años más

 

            en el tiempo del tiempo

            unos años más

            apenas son un paso silente de tus párpados

 

pero estas tallas cantan

            y aún ascienden en silencio

 

pereces

eres solo tus heridas

y en tus labios entreabiertos

            un espejo tallado en un cristal del saladar

                                                                                una hoja de sal

            la escama de la muerte

 

la talla contiene de la talla el dolor

la luz del taller sobre el discípulo

la huella ceniza y grasa de su mano

las gubias y las yemas astilladas

otra boca entreabierta

 

tú pereces encarnado

pero aquí te tengo

vívido vivido

vivito

herida de verte

hecho de palo

 

 

 

 

DIRA MARTÍNEZ MENDOZA

 

 

 

 

Plutón en Acuario

 



Dos días de tormenta en altamar. Ha subido la marea, vientos alisios azotan repentinamente. Se ha tambaleado la casa para la ternura. Nos decimos: “ojos” y así volver a tierra cultivable. Desde las alturas volcánicas el fuego es amenazador. Horas antes hacía mi arado en tu pecho, para hacerte-lo inmenso.

 

Horas antes, madrugada enternecida plantaste tu voz en mi oído: “Quiero hablarte como el viento le habla a los árboles y atravesar-te”. Un giro leve y hundo mi cabeza mi cabeza en ti; eres refugio, tu temperatura me contiene. Mírame como quien busca el efecto del trasluz; así puedes encontrarme.

 

Haces giros y giros, tu cabeza en otro lugar. Hagamos tierra, amor, hagamos tierra, insisto. Proeza de verdaderos amantes es regresar de la guerra sin un rasguño en el corazón.

 

La noche iguala, alguna vez dijiste. Sí, la noche iguala, nos volvemos a mirar: desnudos, serenos; la transparencia del agua es nuestra iluminación.

 

Crearemos un ritmo: una jota que se baila en el doblez del lenguaje. Conjúgame la ternura: ternurame siempre. Hemos creado un verbo.

 

Ritmeame, sí, ritmeame: lejos de lo implacable del hielo.