"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
viernes, 21 de agosto de 2020
JOSELA MATURANA
Sagrada materia
Mientras
la condición humana nos inquiete,
mientras capacitados para la conmoción y el trance,
este avance difuso, esta maraña de barrio ignorado
donde ahora vivimos sin hallarnos siquiera
mitad de lo que fuimos en aquel paraíso.
Mientras acuciados y convulsos, y aún doliendo la tarde,
ese sol que se hunde en la dulce pestaña,
y en la pierna crecida por la fresca vereda,
y en los valles perdidos, y en las calles desiertas,
y este mundo presente nos ponga en cada parte
la suma que obtuvimos con el amor y el lastre.
Entonces hablaremos del futuro impreciso con toda la esperanza,
aceptando el recuerdo su volcán apagado,
asumiendo que somos un fruto de alianzas
buscando la sagrada materia que nos dieron.
mientras capacitados para la conmoción y el trance,
este avance difuso, esta maraña de barrio ignorado
donde ahora vivimos sin hallarnos siquiera
mitad de lo que fuimos en aquel paraíso.
Mientras acuciados y convulsos, y aún doliendo la tarde,
ese sol que se hunde en la dulce pestaña,
y en la pierna crecida por la fresca vereda,
y en los valles perdidos, y en las calles desiertas,
y este mundo presente nos ponga en cada parte
la suma que obtuvimos con el amor y el lastre.
Entonces hablaremos del futuro impreciso con toda la esperanza,
aceptando el recuerdo su volcán apagado,
asumiendo que somos un fruto de alianzas
buscando la sagrada materia que nos dieron.
MANUEL MAGALLANES
Tus
ojos y mis ojos se contemplan
en la quietud crepuscular.
Nos bebemos el alma lentamente
y se nos duerme el desear.
en la quietud crepuscular.
Nos bebemos el alma lentamente
y se nos duerme el desear.
Como
dos niños que jamás supieron
de los ardores del amor,
en la paz de la tarde nos miramos
con novedad de corazón.
de los ardores del amor,
en la paz de la tarde nos miramos
con novedad de corazón.
Violeta
era el color de la montaña.
Ahora azul, azul está.
Era una soledad el cielo. Ahora
por él la luna de oro va.
Ahora azul, azul está.
Era una soledad el cielo. Ahora
por él la luna de oro va.
Me
sabes tuyo, te recuerdo mía.
Somos el hombre y la mujer.
Conscientes de ser nuestros nos miramos
en el sereno atardecer.
Somos el hombre y la mujer.
Conscientes de ser nuestros nos miramos
en el sereno atardecer.
Son
del color del agua tus pupilas:
del color del agua del amar.
Desnuda, en ellas se sumerge mi alma,
con sed de amor y eternidad.
del color del agua del amar.
Desnuda, en ellas se sumerge mi alma,
con sed de amor y eternidad.
ROQUE ESTEBAN SCARPA
Caricia
Desnuda
en el silencio,
una
caricia tuya de pronto,
es
el universo,
todas
las palabras.
PEDRO PROVENCIO
Fronterizo
Aquí
está el cerco.
Acaba de cerrarse, justo a tiempo
de evitar que te quedes dentro o fuera.
Acaba de cerrarse, justo a tiempo
de evitar que te quedes dentro o fuera.
Se
han cumplido tus cálculos:
giran
las huellas pero no los pasos,
y si se reconocen no se encuentran.
y si se reconocen no se encuentran.
entre
la dispersión y la presencia.
ahora
que para ti se ha hecho habitable
la perpetua frontera
la perpetua frontera
entre
la dispersión y la presencia.
IRMA TORREGROSA
Plegarias
I
Ahí
estás.
Callada.
Sin
parpadear.
Atada
por tus propias manos
miras
todo como un cordero
porque
no puedes mirar de otro modo.
Son
tus hijos,
hechos
de barro y de maíz:
la
carne sólo es un vestido.
¿Cómo
mirarnos, madre?;
¿cómo
vas a poder mirarnos si
te
han vendado los ojos con sangre?
Mi
propia sangre
es
lo único que sacia mi sed.
II
Vuelo
por mis calles y canto.
Fuerte,
alzo la voz para que sepan que estoy viva,
pero
nadie me escucha, madre.
Todos
me oyen pero no existo,
soy
un fantasma de carne
que
deambula por una ciudad
que
no existe, porque no se oye a nadie,
no
se oyen los reclamos, ni los miedos
ni
los pasos de los fantasmas que cantamos
para
que sepan que estamos vivos.
No
quiero enterarme de nada.
No
quiero ver mis grietas
y
enterarme que ya no siento:
de
que probablemente mi piel
se
haya vuelto arena sucia,
entre
los pies que corren
de
ese monstruo llamado nosotros.
Las
calles también se esconden,
la
casa ya no es segura.
¿Dónde
esconderse cuando todo es polvo?
III
No
voy a permitir que tu recuerdo asome la cabeza
porque
si lo hace lo mataré enseguida,
ya
no se otra cosa sino matar:
soy
el único ser que necesito para estar vivo;
sin
embargo, soy de las vidas que colecciono.
No
se hablar tu caricia, madre.
El
vestido que me has dado
no
es suficiente para que me llamen hombre;
ese
beso de luz en mi vista está muerto,
me
lo he arrancado a balazos,
el
lenguaje de mi tiempo.
Epílogo
Callada estás, amada
tierra,
y lucho por romperte
las mordazas.
Que no sea mi voz
sino mi cuerpo el que te hable.
Agáchate, apártate de
ellos.
Estos hombres no son
tus hijos,
no te fíes de sus
promesas,
que ya no duela si no
te escuchan:
somos fantasmas,
madre.
Estoy muerta y no lo
notas.
Le han volado la
cabeza a mi humanidad.
La dignidad la he
perdido por cobarde,
y mi canto por
ingenua.
No rechaces mi
cuerpo, te lo pido.
No rechaces mi
aliento, madre:
alguien recordará que
existes.
Soy de los primeros
en caer,
resiste.
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