domingo, 1 de julio de 2012


CARMEN GONZÁLEZ HUGUET



POEMA TWITTEADO EL 1 DE JULIO 






De "Ppresencia":



                          Lengua del mal, guijarro de la muerte...
                                                            Sara de Ibáñez

9.

Mi ciega luz, mi vértigo secreto,
mi larga y venturosa travesía,
mi explorada, bendita geografía,
mi ruta circular, mi viaje quieto.

Eclipse de la voz, fuego indiscreto
que cumple prodigiosa profecía,
da lumbre al sol y claridad al día,
sombra a la noche, a la ilusión objeto.

Da sed al agua, filo al malherido,
paz a la angustia, a la inquietud urgente
reposo dulce, albergue bendecido.

Y derrama en tu beso ese torrente
que llevas en el pecho contenido
y en la sonrisa encubres, de repente.


PILAR PAZ PASAMAR




Coplillas de un secreto



Nadie lo sabe y lo dice:
sólo tú por mi secreto,
¿Con qué llave penetraste
por la cárcel de mi sueño?
Teníamos la frontera:
una almohada de por medio
y de pronto, enredadera
que va alzándose del suelo,
le diste alcance a mi sombra
y se iluminó el momento.
Está, bien, mucho mejor.
Así nos sabrán más frescos
los abrazos, ya no queda
vallado entre los dos huertos.
Si alzábamos ese muro
fue por gusto de romperlo
después, que sabe mejor
lo que antes tuvo misterio.
Cada noche, colocaba
en tus manos el llavero.
mira si lo deseaba,
y ya me estaba doliendo
que tú supieras de mí
todo, y un poquito menos.
Mi secreto ya no era
ni la sombra de un secreto.
Con tu amor, subió hacia arriba,
flotaba como algo muerto
sobre mi mar porque tú
alzaras después su peso:
y ya ni pesa siquiera.
Casi vuela, al extenderlo
como una sábana limpia
debajo de nuestros cuerpos.
Nos hizo cómplices. Puso
su sal, bajo nuestros besos
y que el mundo pareciese
recién estrenado, nuevo.
Que yo no quiero tener
-ay, amor, que no quiero tenerlo-,
que no quiero conservar
ni siquiera un pensamiento
con las raíces antiguas
clavándose en el pecho.


HUMBERTO GARZA




Yo no quisiera cantar...



Yo no quisiera cantar
porque mi voz ha dejado
un rastro de sombra negra
en el blancor de tu paño.
Por ti, me volví poeta,
por ti, recorrió sonámbulo,
y en total desequilibrio
el trote de mi caballo. 

Aquella luz mañanera
que se despertó llorando
sobre encendidos claveles
y delicados geranios,
era tu rostro, y el brillo
de las alas de tus pájaros
batiéndose en maceteros
de rojo y blanco pintados. 

Hoy, es historia pasada,
de algo que vivió en mis campos,
de algo que vibró en mis cuerdas
al soplar vientos helados. 

Ya no quisiera cantar,
los mástiles de mis barcos
no pasearán sobre el verde
de tus inmensos océanos.
Mis peregrinos tampoco
harán caso a los badajos
que pegan sobre los bronces
de tus campanarios altos.
La luz de mi plenilunio
al caer sobre tus lagos
ignorará los rumores
del ruiseñor y sus cantos. 

Aspirarás la fragancia
en las flores de amaranto,
y al entrecerrar los ojos
comprenderás que te falto.
En tus pétalos rosados,
por lluvias, ¡ajados tanto!
se reflejará el recuerdo
de mi evidente quebranto.
Tú dirás: “Ferviente amigo,
¡ven a mí, te estoy llamando!
hoy los pies de mi memoria
quieren de tu césped blando;
¡ven a mí, ferviente amigo!
¡ven a mí, te estoy llamando!
quiero desandar caminos
que hoy estaba recordando.” 

Yo estaré lanzando redes
en relinchos de caballos,
con escalofríos inmensos
y los ojos extasiados.
Yo estaré soñando yeguas
de respiros agitados,
sufriendo de blancas lunas
los enfermos rayos claros.
El martirio de tu ausencia
me dará un sabor amargo,
y el brillo de tu memoria
como un astro ya apagado
no perturbará jamás
mi ser desequilibrado.

VICENTE ALEIXANDRE




Como la mar, los besos



No importan los emblemas
ni las vanas palabras que son un soplo sólo.
Importa el eco de lo que oí y escucho.
Tu voz, que muerta vive, como yo que al pasar
aquí aún te hablo.

Eras más consistente,
más duradera, no porque te besase,
ni porque en ti asiera firme a la existencia.
Sino porque como la mar
después que arena invade temerosa se ahonda.
En verdes o en espumas la mar, se aleja.
Como ella fue y volvió tú nunca vuelves.

Quizá porque, rodada
sobre playa sin fin, no pude hallarte.
La huella de tu espuma,
cuando el agua se va, queda en los bordes.

Sólo bordes encuentro. Sólo el filo de voz que
en mí quedara.
Como un alga tus besos.
Mágicos en la luz, pues muertos tornan.


CARLOS BARRAL




Las aguas reiteradas
                                  Récifs délicieux, Île toute prochaine.



I

En las aguas profundas,
en las ondas del sueño amurallado,
a menudo apareces, y en el curso
verde y olvidadizo de los ríos.
Conozco tu presencia
en las cortezas húmedas del aire
y sé que en un lugar,
excavada en la lluvia
tu iluminada soledad persiste.

II

Aires tan dulcemente amanecidos,
apenas rotos, aires
y ya un párpado triste os oscurece...
Arrecifes al alba,
manantial en suspenso,
ojos en que se espuman tus cristales,
bañas de pronto y amamantas, lavas.
Los marítimos vientos
y fluviales contornos verificas
¡oh escogida mañana
semejante a la lágrima de un niño!

III

Mira el pequeño cauce incorporado
donde nace el arroyo,
las almas vegetales anhelantes,
y un aliento de orillas
siente que hacia tu carne se evapora.

Como suben las savias y rezuman
esparces tú la boca por tu tronco.
Lengua con sed, sedientas las raíces,
tendéis las hojas ávidas, iguales,
y os entregáis al mismo cumplimiento.

(En los cielos más altos se diluyen
las playas arrancadas
con sus calmas antiguas y rompientes
y convoca sus cántaros el río.)

IV

Oh pájaro en dulcísima pendiente
y corazón en tránsito de brisa,
la libertad te tiembla.

El amoroso músculo del nardo
hacia el paso flexible,
la saeta risueña de tus pechos
se tiende humedecida,
y una cintura limpia se doblega.

En la piedra untuosa
la huella engarza un aran del de frío
y flota tu camino en la tormenta
-blanco delfín entre sus densas redes-.

V

Tu corazón de lluvia largamente
aprendido del aire y de la rama
¿hacia qué espacios va,
                                       sobre qué viento?

El cuerpo lleva uncido por el pulso,
hacia el rayo lo invita, lo apresura.

La libertad del cuerpo
y los ríos de piel se desoprimen,
sus sensitivos lechos abandonan
los muslos limitados de caricia
y el brazo y la garganta.

Todo el amor por estas fuentes libra
un dios delicuescente.

Y en el nombre del pájaro,
de la inflamada espuma del almendro,
en el sabor del fruto propagado,
alguna paz de la fatiga abierta
con los latidos mansos configura
un ciervo entre los pechos de alegría.

VI

Llueves,
               en ti se cumplen
como aquellas del mar de que proceden,
las aguas reiteradas de tu sueño,
tu número de nubes y de peces.

Por tu blanda corriente
levantada la luz hacia las cumbres
sube.
          Desde allí viene el hijo
como un dulce rebaño
que desciende las húmedas laderas
y aproxima la fuente
de tu entraña sombría, desgranada
como una profunda
cascada de cerezas.

VII

Sobre el campo embriagado, tu camino
ligero hacia los pórticos recoge
el alma y el auspicio de la nube,
peristilo esbeltísimo que apura
en abril instantáneo, entre avellanos,
el culto repetido de tu gracia.

Así, llena de lágrimas, alegre,
húmedo el cereal de tu cabello,
florecida en la tarde me pareces
un laurel en la lluvia iluminada.

VIII

A veces sorprendía
flotando tu cabeza por mi cuerpo.
Era en agua cercada,
obscura en que dejaba de seguirte,
pero a toda la orilla,
desde el profundo centro estremecido
se impartía una onda
de corazón despierto, sin sosiego.
Estabas sobre el pecho
nocturno de inundadas soledades,
aquí comparecida, sin deseo,
sólo furtivamente abandonada,
como si una tormenta que olvidamos
hubiese desistido y no quedase
de ti más que esa dulce
provocación de párpados y labios.
Luego eras luz y transparencia tenue
y volvían las sombras a tenderse
sobre este mar de piel acantilada.