"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
martes, 18 de diciembre de 2018
TRISTAN TZARA
En el camino de las estrellas marinas
Qué viento sopla en la soledad del mundo
Para que yo me acuerde de los seres queridos
Frágiles desolaciones aspiradas por la muerte
Más allá de las torpes persecuciones del tiempo
La tempestad se deleitaba ante su fin tan próximo
Que la arena no redondeaba ya su dura cadera
Pero en las montañas las bolsas de fuego
Vaciaban con seguridad su luz de presa
Pálida y corta como un amigo que se extingue
Del cual nadie puede decir ya su contorno con palabras
Y ninguna llamada en el horizonte tiene tiempo de socorrer
Su forma mensurable inicuamente a su desaparición
Y así de un relámpago a otro
El animal tiende siempre grupa amarga
A lo largo de los siglos enemigos
A través de los campos unos por ostentación otros por
avaricia
Y en su ruptura se perfila el recuerdo
Como el tronco que cruje en señal de presencia
Y de dispar necesidad
Existen también los frutos
Y no olvido los trigales
Y el sudor que les ha hecho crecer sube a la garganta
Sabemos sin embargo el precio del dolor
Las alas del olvido y las perforaciones infinitas
A flor de vida
Las palabras que no llegan a apoderarse de los hechos
Apenas por servirse de ellos para reír.
El caballo de la noche galopó desde los árboles al mar
Y unió las riendas de mil oscuridades piadosas
Se arrastró a lo largo de los setos
Donde pechos humanos contenían el asalto
Con todas las protestas colgadas a sus costados
Entre inmensos rugidos que se agarraban
Huyendo de la fuerza del agua
Inconmensurables ellos se sucedían mientras que muy
pequeños murmullos
No podían ser abogados y sobrenadaban
En la invencible soledad por donde desfilaban los túneles
Las selvas los rebaños de ciudades los mares enjaezados
Un solo hombre en el aliento de muchos países
Reunidos en cascada y resbalando sobre una ola lisa
De fuego desconocido que se introduce a veces en la noche
Por la pérdida de quienes el sueño congrega
En su profundo recuerdo
Pero no hablemos más de los que están unidos
A las frágiles ramas a los malos humores de la naturaleza
Aquellos incluso que sufren los golpes duros
Tienden la nuca y en la alfombra de sus cuerpos
Suenan las botas rígidas de los conquistadores
Ellos han salido de mi memoria
Los pájaros buscan otros primaverales empleos
En sus cálculos remunerados
Por rebaños deliciosos de enloquecimientos
Con el viento en sus talones
Que el desierto les sea contado
Al diablo las delicadas advertencias
Las diversiones amapolas y compañía
El frío escarba
El miedo sube
El árbol se seca
El hombre se agrieta
Los postigos golpean
El miedo sube
Ninguna palabra es bastante tierna
Para traer de nuevo al hijo de los caminos
Que se pierde en la cabeza
De un hombre al borde de la estación
Él mira la bóveda
Y mira al abismo
Tabiques estancos
Qué viento sopla en la soledad del mundo
Para que yo me acuerde de los seres queridos
Frágiles desolaciones aspiradas por la muerte
Más allá de las torpes persecuciones del tiempo
La tempestad se deleitaba ante su fin tan próximo
Que la arena no redondeaba ya su dura cadera
Pero en las montañas las bolsas de fuego
Vaciaban con seguridad su luz de presa
Pálida y corta como un amigo que se extingue
Del cual nadie puede decir ya su contorno con palabras
Y ninguna llamada en el horizonte tiene tiempo de socorrer
Su forma mensurable inicuamente a su desaparición
Y así de un relámpago a otro
El animal tiende siempre grupa amarga
A lo largo de los siglos enemigos
A través de los campos unos por ostentación otros por
avaricia
Y en su ruptura se perfila el recuerdo
Como el tronco que cruje en señal de presencia
Y de dispar necesidad
Existen también los frutos
Y no olvido los trigales
Y el sudor que les ha hecho crecer sube a la garganta
Sabemos sin embargo el precio del dolor
Las alas del olvido y las perforaciones infinitas
A flor de vida
Las palabras que no llegan a apoderarse de los hechos
Apenas por servirse de ellos para reír.
El caballo de la noche galopó desde los árboles al mar
Y unió las riendas de mil oscuridades piadosas
Se arrastró a lo largo de los setos
Donde pechos humanos contenían el asalto
Con todas las protestas colgadas a sus costados
Entre inmensos rugidos que se agarraban
Huyendo de la fuerza del agua
Inconmensurables ellos se sucedían mientras que muy
pequeños murmullos
No podían ser abogados y sobrenadaban
En la invencible soledad por donde desfilaban los túneles
Las selvas los rebaños de ciudades los mares enjaezados
Un solo hombre en el aliento de muchos países
Reunidos en cascada y resbalando sobre una ola lisa
De fuego desconocido que se introduce a veces en la noche
Por la pérdida de quienes el sueño congrega
En su profundo recuerdo
Pero no hablemos más de los que están unidos
A las frágiles ramas a los malos humores de la naturaleza
Aquellos incluso que sufren los golpes duros
Tienden la nuca y en la alfombra de sus cuerpos
Suenan las botas rígidas de los conquistadores
Ellos han salido de mi memoria
Los pájaros buscan otros primaverales empleos
En sus cálculos remunerados
Por rebaños deliciosos de enloquecimientos
Con el viento en sus talones
Que el desierto les sea contado
Al diablo las delicadas advertencias
Las diversiones amapolas y compañía
El frío escarba
El miedo sube
El árbol se seca
El hombre se agrieta
Los postigos golpean
El miedo sube
Ninguna palabra es bastante tierna
Para traer de nuevo al hijo de los caminos
Que se pierde en la cabeza
De un hombre al borde de la estación
Él mira la bóveda
Y mira al abismo
Tabiques estancos
Versión de Darie Novácenau
ABRIL MEDINA
Puedo
sentarme a disfrutar el caos
la
porquería que me rodea
mi
basto reino de cosas por la mitad
colapsado
aquello que tenía la voluntad
de ser
hermoso
abatido
cuanto quise
sostener
sobre la fuerza de mi destrucción
y dejé
torcer hacia cualquier demencia
que por
ello me ofertara una derrota más grave
puedo
sentarme a disfrutar el caos
diría
que me he ganado ese derecho
lo
merezco.
ALEYDA QUEVEDO ROJAS
3
¿Oye alguien mi canción?
José Lezama Lima
Ese
temblor en las piernas
mirando
este paisaje traslúcido
Mar
frío y altas rocas
Poca
nieve y poco viento para lamentarnos
Sabemos
que el deseo
transcurre
entre tus manos y el corazón
Destilando
cierta bondad desde tus dedos
Ese
temblor como escalera al mar
se
repite al mirarte a los ojos
¿Oye
alguien mi canción?
De: “Raspar el tiempo”
CARLOS ERNESTO GARCÍA
Homenaje
El
invierno en Budapest
tiene un gris añejo.
El Danubio como chuchillo
atraviesa el cuerpo de esta ciudad
que vio mil guerras.
Así lo atestigua
el monumento a los pescadores
que recibieron de Turquía sus flechas.
Desde ahí
la imaginación es capaz de cabalgar
sobre los siglos.
tiene un gris añejo.
El Danubio como chuchillo
atraviesa el cuerpo de esta ciudad
que vio mil guerras.
Así lo atestigua
el monumento a los pescadores
que recibieron de Turquía sus flechas.
Desde ahí
la imaginación es capaz de cabalgar
sobre los siglos.
Si
visitas Budapest en invierno
sentirás su sabor a luto
su sabor a sangre que tiene la tarde.
sentirás su sabor a luto
su sabor a sangre que tiene la tarde.
ERVEY CASTILLO ALCUDIA
Rincones
Hay
rincones tuyos
que
nadie ha de descubrir
Hay
miedos tuyos que sólo fueron nuestros
Tengo
en mis manos los ojos que miramos ayer
Un día,
en el aire,
los
dados alcanzaron a pensar en ti y en mí
No hay
estrella que alumbre sin buscar nuestros cuerpos dormidos
JULIO CÉSAR TOLEDO
Guillermo Tell, revisitado
BAJARÉ
LA manzana a mi boca
confío en el pulso ciego de tu desvelo
sé
que al fin veré en un rayo abrasador
a mi padre
a su padre y a su abuelo con manzanas sobre sí
sabré
al probar el dulce veneno de la flecha
que la puntería también se hereda
tantos ratos de dardos lanzados a la vida
tú
a diferencia de mí
sabrás hacerme a un lado
dando justo en el blanco.
confío en el pulso ciego de tu desvelo
sé
que al fin veré en un rayo abrasador
a mi padre
a su padre y a su abuelo con manzanas sobre sí
sabré
al probar el dulce veneno de la flecha
que la puntería también se hereda
tantos ratos de dardos lanzados a la vida
tú
a diferencia de mí
sabrás hacerme a un lado
dando justo en el blanco.
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