lunes, 21 de abril de 2025


 

LI BAI

 



Un día de verano, en la montaña



Agito suavemente un abanico de plumas blancas,
sentado, la camisa abierta, entre las hojas verdes.
Me quito el sombrero y lo cuelgo de un saliente en la roca;
Desde los pinos la brisa se desliza
sobre mi cabeza desnuda.

 

FRANCISCA AGUIRRE

 

 

 

Testigo de excepción

 

 

Un mar, un mar es lo que necesito.
Un mar y no otra cosa, no otra cosa.
Lo demás es pequeño, insuficiente, pobre.
Un mar, un mar es lo que necesito.
No una montaña, un río, un cielo.
No. Nada, nada,
únicamente un mar.
Tampoco quiero flores, manos,
ni un corazón que me consuele.
No quiero un corazón
a cambio de otro corazón.
No quiero que me hablen de amor
a cambio del amor.
Yo sólo quiero un mar:
yo sólo necesito un mar.
Un agua de distancia,
un agua que no escape,
un agua misericordiosa
en que lavar mi corazón
y dejarlo a su orilla
para que sea empujado por sus olas,
lamido por su lengua de sal
que cicatriza heridas.
Un mar, un mar del que ser cómplice.
Un mar al que contarle todo.
Un mar, creedme, necesito un mar,
un mar donde llorar a mares
y que nadie lo note.

 

 

 

JEANNETTE MILLER

 


 

Lunes

 

 

Cada mañana
al levantarme
inicio el camino hacia la muerte.

Antes de perforar el día con mi cara disconforme
lloro un poco.

Luego
procedo a ejecutar con desconcierto el aseo,
la puesta de la ropa,
el peinado,
el desayuno,
salgo.

Bordeo esquinas desbaratadas en infinitas partículas de luz,
el aire me golpea la frente,
un penetrante olor a podredumbre me vuelve a la desdicha.

En las cunetas
latas de basura todas volteadas
definen largas curvaturas tristes,
hasta los pozos de lluvia en mi país son turbios, hediondos,
sin darme cuenta
penetro el vientre palpitante de cualquier automóvil
y me siento heroína,
entonces paso a recontar los árboles que ya sé de memoria
y que alivianan con colores y formas el duro pavimento,
un golpe seco me avisa que he llegado,
empujo la puerta,
estoy dentro,
sonrío tratando de ser agradable, inofensiva,
que no me teman,
que no conozcan mi odio, mi hastío, mi tristeza,
comienza la jornada.

 

 

NÉSTOR E. RODRÍGUEZ

 

 

 

Al llegar a la casa familiar

 

 

La casa sigue allí,
detenida ante el trajín de los comercios
con su enrejado señorial
y el ojo de buey observando
las inevitables mutaciones del paisaje.
¿Es Diógenes el que se acerca
con los bidones del ordeño?
Viene en un caballo maltrecho
que luce menos cansado que él.
Flérida Dolores hierve la leche
en una olla inmensa a la que me asomo
para encontrar un fracaso de nata y espuma,
pero ni un solo dolor de los del nombre de Mamá.
En la acera se alinean los compradores.
Traen botellas que regresarán rebosantes
al sopor de todas las moradas.
Sí, alguien limpia una escopeta en medio del patio.
No le teman. Bajo esa aparente reciedumbre
hay un hombre compasivo.
La casa de entonces era un mundo apacible
pidiendo sin exigencias la palabra que lo habitara.
Ya resuena el jaleo del desayuno.
Carmen se acerca desde el jardín contiguo
para dar de una alegría que contagia
a sus hijos y a mi madre.
La mesa está servida,
a su alrededor gravitan todos los apegos.

 

TERE MEDINA

  


 

Creación



Célula a célula, nazco.
Se me van haciendo vivas
una a una,
por donde pasan tus dedos.
Se me van llenando de alma,
una por una,
al galope de tu paso,
de fuera hacia dentro.
Se me va haciendo la luz
de la epidermis
hasta el recodo más íntimo
de mi ego.
Se va llenando de hormigas,
a tu roce,
mi cerebro.
Aquí estoy,
toda naciente ante ti,
dios de mi cuerpo.

 

 

De: “Rimas eróticas”

 

 

CLARA CHACÓN

 

 


 

Supe que ibas a doler

 

 

Supe que ibas a doler.
Supe que dolerías
porque puse mi corazón en tu pecho
para que lo guardaras como un tesoro.
Y sé que me equivoqué.
Es muy arriesgado colocar el corazón fuera del cuerpo.