viernes, 24 de noviembre de 2017


RUBÉN MÁRQUEZ




Ausencia



Hay mañanas en que despertamos
sintiendo aún el peso de la noche
su humedad aletargada
y respirar el mar no es suficiente.

Hay mañanas en que algo se nos ha ido
algo ha descendido a lo profundo de los cuerpos
dejando un sabor amargo entre los labios.

Hay mañanas en que nuestros barcos no se encuentran
en que las olas se alejan simplemente y no regresan
en que todo se marcha hacia una tarde sin nosotros.

Hay mañanas en que amanecemos solos
sin las ganas de tocar el mar que nunca llega
tal vez aquellas horas
nos dicen que el mar es una ausencia interminable.



ÁLVARO SOLÍS




Styx



Largo, lo que se dice hondo,
es el cauce de los ríos que no llegan al mar
y llevan en sus aguas a todos nuestros muertos.
Hondo, lo que se dice largo,
es el río que no abandona su cuenca.

Largo y hondo, lo que se dice ancho,
es el río que lleva a la amargura,
invisible por debajo de las calles
en el dolor de la madre que ha perdido a su hijo,
en el dolor del hijo que nunca conocerá a su madre.

Largo, hondo, lo que se dice invisible,
recorriendo el tiempo de la vida cotidiana,
la luz de los semáforos,
y en las llantas desgastadas de la ira,
río, invisible río,
que de tan hondo, que de tan largo
parece no llegar y llega.

Largo, lo que se dice hondo,
hondo, lo que se dice turbio,
amargo es el río que será necesario cruzar cuando anochezca.




EDUARDO AÑORVE




Días epigramáticos



I

Procuras tu belleza más que nada;
ignoras que se alimenta de sí misma.


II

Pugno por decente modo de besar
el incitante culo de Lesbia
mas no envidio la sutil técnica
que usas con el adiposo de tu jefe.


III

Dios es cruel y castiga, dices.
No busques refugio en ese espejo.


IV

Como el Cristo simulas actuar y conducirte.
Es parábola su vida, ¡oh! lector de parábolas.




ZEL CABRERA




La mujer y la mar



I

Una mujer al pie de un abismo,
una mujer en el ojo de un ciclón
en la caricia de la penumbra,
en la sonrisa de una tragedia
una mujer que mira fijamente
que teje angustias.
Una mujer, la que no soy,
la que no fui, la que no seré
se rompe en llanto
mientras  vuelve y escribe y vuelve


II

La mujer del abismo planea un viaje
y mira un paisaje marino en la pared de un baño
no entiende por qué la brisa es salada y
por qué los cangrejos se mudan de casa en el otoño.

En el cuadro todo le pertenece al viento
la mujer observa y suspira de pronto,
ha hecho un nudo con la voz para no soltar en llanto,
quiere huir, desatarse el cabello como se desatan las tormentas,
Esta mujer tiene un dolor que atraviesa el océano



LEONARDO VARELA




Tabernáculo



Susurro tu nombre
a los leones dormidos del poema
sobre cuya cabeza
se desliza una luna inverosímil
colmando de arena
el afligido espacio entre los cuerpos
aún por descubrir: ahí
donde se unen labios
y una mujer desnuda
brota de la ficción, monologando
su reino de agua
en las riberas del acertijo.

Recuerdo el mar y me recuerdo a mí mismo
(Panero dixit)
desnudo ante los nombres, omitido
de todo libro de caballería,
insomne y residual, asiendo
el espectro de un cigarro como ante
un vaso que escapa de mi mano
mientras lo sostengo, como un lago
en el cual me sumerjo
sin llegar a tocar jamás su fondo
sin saber ja-mais de ti
que la palabra que me has dado
como prenda de fe,
cual testimonio de omnipresencia.

Susurro tu nombre a los oídos del huracán
cuando siento caer la delgada retícula del sueño
y el valeroso patio muere
a manos del insomnio cobarde, oh cabellera
más fuerte que una espada bajo los párpados
arrojados a la negrura del estanque
donde la noche danza
y los pájaros luchan por la posesión de la pesadilla.


De: “Tabernáculo”


DIANA AZCONA TREJO




XV



Me vino el olvido
entre las cinco pe eme
y quinientas gotas de tu carne.

antes de la noche,
después de la orilla,
entre Urgencias y la Sala de Choque,
a once lágrimas de altura.

Indolente, quebré mis párpados
(mirlos enfermos),
y fueron balas
para la tarde de esa mañana
desbocada y húmeda
en la que
cerré las piernas, apreté los puños
me vino el olvido.


De: “Crónicas de hospital”