miércoles, 31 de agosto de 2016


ALI CHUMACERO




Espejo y agua



Tu alma en mí dejó su fría imagen,
sólo recuerdo de lo que vivías,
y si al espejo miro y me reflejo
allí encuentro tus ojos, tu silencio de cera
con un reposo de apagado aliento,
como si descendiendo arenas
o un tropel de recuerdos
sobre mi piel, con sosegado paso
hacia el cristal cayeran.
¿No caen hojas como frases muertas,
y mis ojos en ti no fueron rosas
ahogadas en tu aroma?

Si al agua miras, mira
mi corazón ornado de sepulcros
bajo las olas que lo mueven,
crecido entre las ruinas de tu nombre,
entre perderse en muerte o florecer
como una eterna espera o el lamento
de un Adán impasible que soñaba
contigo y tu mentido Paraíso.
Porque al mirarte contra el agua, miras
mi pensamiento en tu alma suspendido.


HEBERTO PADILLA




Siempre he vivido en Cuba



Yo vivo en Cuba. Siempre
he vivido en Cuba. Esos años de vagar
por el mundo de que tanto han hablado,
son mis mentiras, mis falsificaciones.

Porque yo siempre he estado en Cuba.

Y es cierto
que hubo días de la Revolución
en que la Isla pudo estallar entre las olas;
pero en los aeropuertos,
en los sitios en que estuve
sentí
          que me gritaban
                                           por mi nombre
y al responder
ya estaba en esta orilla
sudando,
                    andando,
                                       en mangas de camisa,
ebrio de viento y de follaje,
cuando el sol y el mar trepan a las terrazas
y cantan su aleluya.


De "Fuera del juego"


ELSA LÓPEZ




Recuerdo el amor que me nacía al tiempo de la lluvia.
Recuerdo los baúles y las colchas de hilo,
las flores de lavanda volando por espacios abiertos y felices,
aquella despiadada multitud de grillos debajo de las lápidas,
y tus besos, pan y aceite, detrás de los postigos.

Recuerdo aquellos días cuando tú me besabas
tras las torres caídas del castillo y las olas.
Y recuerdo las noches naufragando tu cuerpo
en aquella penumbra universal del hambre.

Yo entonces era otra.
Pero no he renunciado ni al amor ni a la herida.



De: "Del amor imperfecto"



JOSÉ LANDA





(...)  



Por las hojas de plátano goteaba la luz de la tarde.
    Caminábamos a la vera del río, entre mujeres que
lavaban camisas de cañeros y palabras secretas.
    ¿Cuáles eran nuestros nombres, cuáles nuestras alianzas?
     Desconfiábamos de la calma en los troncos de
árboles muertos bajo el tapiz de las hormigas,
     nunca supimos cómo llamar a los pájaros bulliciosos
de los manglares.

 
    Ahora llueve. El aire es un mal presagio de la soledad.
    Los niños en el río son como apariciones de otro mundo.
    No hay ruidos, salvo la noche en los cañaverales.
    Esto sucede y ya no andamos aquellos ardientes
caminos. Esto sucede, ¿qué nuevos silencios pueblan
tu casa en el horizonte?  



VICENTE NÚÑEZ




La limosna



Una noche de invierno, de tantas en la vida,
sintiéndome el más pobre de los pobres del mundo,
me arrojé por las calles en busca de sustento
mientras la lluvia hería mi rostro como un látigo.
Como pude, arrastrándome en aquel torbellino
de vértigo y de frío, logré alcanzar su casa.
Llamé con la ternura que precede a la muerte;
besé, con el helor que en mis labios traía,
aquellos aldabones que yo soñé imposibles.
Salieron a la puerta tus hijos, como rosas
en el trono encendido del hogar que vibraba.
Yo no sé qué limosna pedí ni con qué harapos
quise ocultar mi fiebre, mi amor y mi miseria.
Del fondo de la casa, del fondo de la vida,
sentí su voz decirme, mientras agonizaba
mi corazón: perdone. Por Dios, perdone, hermano.


De: "Ocaso en Poley"


DIONISIO RIDRUEJO



  
Cómo mana tu savia ardiente....



Nos junta el resplandor en esta hoguera
que tu alabastro transparenta y dora,
y en lenguas alegrísimas devora
una viña de muerta primavera.

Astros de velocísima carrera
resbalan en tus ojos, y me explora
todo tu ser en ascua tentadora,
el corazón que consumido espera.

Amada sin secreto, tan cercana,
veo íntima y abierta, en un ocaso
que hace el sol en ti misma, cómo mana

tu savia ardiente bajo limpio raso;
y hago sarmiento de mi amor, que gana
oro para la sed en que me abraso.