miércoles, 31 de agosto de 2016

JOSÉ LANDA





(...)  



Por las hojas de plátano goteaba la luz de la tarde.
    Caminábamos a la vera del río, entre mujeres que
lavaban camisas de cañeros y palabras secretas.
    ¿Cuáles eran nuestros nombres, cuáles nuestras alianzas?
     Desconfiábamos de la calma en los troncos de
árboles muertos bajo el tapiz de las hormigas,
     nunca supimos cómo llamar a los pájaros bulliciosos
de los manglares.

 
    Ahora llueve. El aire es un mal presagio de la soledad.
    Los niños en el río son como apariciones de otro mundo.
    No hay ruidos, salvo la noche en los cañaverales.
    Esto sucede y ya no andamos aquellos ardientes
caminos. Esto sucede, ¿qué nuevos silencios pueblan
tu casa en el horizonte?  



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