viernes, 30 de octubre de 2020

NIKOLAI GUMILIOV

  

  


El follaje del sauce ennegreció...

 

 

El follaje del sauce ennegreció,

Los grajos se erizaron suavemente,

En el valle del cielo azul-azul

Las nubes pastaron como ovejas.

Y tú, con timidez en la mirada,

Me dijiste: "Estoy enamorada",

Alrededor la hierba se parecía

Al mar después del mediodía.

Yo acaricié el mensaje del verano,

La sombra de la hierba en tus mejillas,

La perfumada fiesta de la luz

Sobre tus bronceados rizos.

Entonces me pareciste tan deseada

Como un país fantástico,

Un territorio promisorio

En vino, entusiasmos y canciones.

 

TED HUGHES

  

 

 

Rosa del alba

 

 

     Está fundiéndose una vieja luna helada.

 

     Agonía bajo agonía, el silencio del polvo,

y un cuervo que conversa con los cielos de piedra.

 

     Desolado es el grito recortado del cuervo

como boca de vieja

cuando los párpados terminan

y las colinas persisten.

 

     Un grito

sin palabras

como el quejarse del recién nacido

en la balanza metálica.

 

     Como el sordo fogonazo y su estertor

entre coníferos, a la media luz lluviosa.

 

     O como la estrella de sangre repentinamente caída,

pesadamente caída sobre la hoja suculenta.

 

 

Versión de Jesús Pardo

GEORG HEYM

  

 

Última vigilia

 


Qué oscuras son tus sienes,

tus manos, qué pesadas.

¿Tan lejos ya de mí

que no me escuchas?

 

Bajo las llamaradas de la luz

estás tan triste y tan envejecida.

Tus labios cruelmente

crispados en eterna rigidez.

 

Mañana será ya todo silencio,

y quizá esté en el aire

todavía el crujir de las coronas,

y un olor a podrido.

 

Pero las noches cada año

se vacían aún más.

Aquí, donde yacía tu cabeza

y ligera fue siempre tu respiración.

 

 

Versión de Ernst Edmund Keil
De: "Tres poetas expresionistas alemanes"

 

NÂZIM HIKMET

  

 


Dos amores



 

En un corazón no caben dos amores

mentira

puede ser.

 

En la ciudad de las lluvias frías

es de noche y estoy tumbado en la habitación de un hotel

mis ojos están clavados en lo alto

pasan nubes por el techo

pesadas como los camiones que corren por el asfalto húmedo

y a la derecha a lo lejos

          una construcción blanca

                                tal vez de cien pisos

en lo alto brilla una aguja de oro.

Pasan nubes por el techo

nubes cargadas de soles como caiques de sandías.

Me siento en el alféizar de la ventana

el reflejo del agua acaricia mi rostro

¿estoy a la orilla de un río

                       o a la orilla del mar?

 

¿Qué hay en aquella bandeja

en aquella bandeja rosada

fresas o moras?

¿Estoy en un campo de narcisos

o en un bosque de hayas nevadas?

Las mujeres que amo ríen y lloran

                                  en dos lenguas.

 

De: "Últimos poemas 1959-1960-1961"
Versión de Fernando García Burillo
  

 

MIHAÏ BENIUC


   


La guerra

 


Están los que juegan con su propia cabeza,

como una pelota única,

lanzada al alto,

contra la tierra,

atrapada en la mano,

golpeada con el pie,

pero no mas que una sola pelota.

 

Otros juegan con las cabezas ajenas,

con muchas cabezas a la vez, con todas.

Las agarran al vuelo, las tiran al aire

diestramente, sin que caiga ninguna,

tan bien que el horizonte se llena de cabezas

y el cenit

y los puntos cardinales.

1966

 

 Versión de Rafael Alberti y María Teresa León

 

INGEBORG BACHMANN

   

 

Invocación a la Osa Mayor

 

 

Osa Mayor, baja, hirsuta noche,

animal de piel de nubes con ojos viejos,

ojos de estrellas,

por la espesura irrumpen relucientes

tus patas con las garras,

garras de estrellas,

mantenemos despiertos los rebaños,

pero encantados por ti, desconfiamos

de tus flancos cansados y de tus dientes

agudos y semidescubiertos,

vieja osa.

 

Una piña: vuestro mundo.

Vosotros: sus escamas.

Yo la muevo, la hago rodar

desde los abetos del principio

hasta los abetos del final,

la resoplo, la pruebo en la boca

y la agarro con las zarpas.

 

Ya tengáis miedo o no lo tengáis,

pagad en la limosnera y dadle

al ciego una buena palabra,

para que sostenga a la osa de la correa.

Y sazonad bien los corderos.

Podría ser que esta osa

se soltara, no amenazara ya más

y corriera tras todas las piñas caídas

de los abetos grandes y alados

que cayeron del paraíso.

 

 

Versión de Cecilia Dreymüller y Concha García

 De: "Invocación a la Osa Mayor"