"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
domingo, 11 de noviembre de 2018
JOSÉ CADALSO
No basta que en su cueva se encadene
No
basta que en su cueva se encadene
el uno y otro proceloso viento,
ni que Neptuno mande a su elemento
con el tridente azul que se serene,
el uno y otro proceloso viento,
ni que Neptuno mande a su elemento
con el tridente azul que se serene,
ni que
Amaltea el fértil campo llene
de fruta y flor, ni que con nuevo aliento
al eco den las aves dulce acento,
ni que el arroyo desatado suene.
de fruta y flor, ni que con nuevo aliento
al eco den las aves dulce acento,
ni que el arroyo desatado suene.
En vano
anuncias, verde primavera,
tu vuelta de los hombres deseada,
triunfante del invierno triste y frío.
tu vuelta de los hombres deseada,
triunfante del invierno triste y frío.
Muerta
Filis, el orbe nada espera,
sino niebla espantosa, noche helada,
sombras y sustos como el pecho mío.
sino niebla espantosa, noche helada,
sombras y sustos como el pecho mío.
TOMÁS HARRIS
La boca de lobo me escupió
a una barriada postmedieval como un suspiro de monja sangrienta.
Así fue mi parto, así mi azul expulsión de la culpa.
Ahora que soy Lobo, puedo aullarlo al viento,
pues me han inculcado una Fe leprosa.
Sólo una Fe leprosa puede emanar de un bautismo dual,
de simientes pretéritas, en pleno Pleistoceno Postmedieval.
Y la placenta de la boca pineal de la loba que me malparió.
Mi parto en los yermos de la peste.
En la desolación sin, de su reyno de adormideras negras.
Empapado y aun fetal, Lobo se escabulle entre los yermos tristes
de tanto poder acumulado,
sólo queda entre las briznas la placenta delatora.
La loba madre debe comérsela antes de la llegada de los cazadores virtuales.
De los cazadores de brujas cibernéticas,
de los cazadores de réprobos, de los cazadores de lobas holográficas.
Pero si la loba madre no puede volver la placenta a su matriz aterida,
la placenta deberá hacer el trabajo sucio.
Y entonces será una placenta dentada, voraz,
una placenta hambrienta, deslizándose por los páramos
arrasados por las guerras intestinas, esa nueva economía del neo-feudo,
una placenta viscosa, porosa, espejeando el cielo,
una placenta hinchándose bajo el reflejo de Castor y Pólux,
una placenta arrasándolo todo a su paso, abriéndole camino al lobezno,
por la felpa agusanada y azul de la luna cómplice.
AHMAD YAMANI
Campanas
Fui de
su pequeña casa a mi cama
en un
viaje que recorrieron miles de hombres antes que yo
con sus
corazones en formaldehído
abandonados
en las grandes avenidas y en los estrechos callejones.
Vi cómo
el viento arrastraba mi cabeza,
vi dos
ojos saltones derramando lágrimas
y una
flecha clavada en una córnea.
Yo
sabía
a quién
encontraría en esta calle,
quién
aparecería de madrugada en la otra calle.
Sabía
las palabras precisas
que
debía dejar en todas partes
para
que me permitieran un tránsito cómodo;
las
palabras eran mi única provisión.
Cada
vez que pensaba que estaba cerca de la cama,
que estaba
a punto de alcanzar sus extremos
mis
pies se deslizaban aún más lejos
y el
camino se perdía en la distancia.
Una
mujer tomó mi mano en el umbral,
acarició
mi cara,
y dijo:
¿Puedes volver a casa
para
comenzar desde allí de nuevo?
Debería
haberle sonreído,
pero
sentía la voz ahogada
y el
acceso a una casa o a una cama
era un
asunto con el que no podía contar
pues mi
ropa estaba muy rozada,
había
conseguido penetrar con las uñas en mi pelo enmarañado
y había
llovido sobre mí.
Cuando
cerré los ojos y volví a abrirlos
vi cómo
su pequeña casa y mi cama
se
balanceaban ante mí
como
dos campanas gigantes en una iglesia vacía.
Tenía
que aferrarme a una de ellas, al menos temporalmente,
pero no
dejaban de moverse.
El
viaje que planeé desde el primer día, y del que aprendí a regresar sin una gota
de sangre. ¡Cuántas veces retorné ileso! Pero las calles de esta ciudad se
torcieron más de lo debido y, aunque apenas conoce la niebla, la vista se
vuelve borrosa por cualquier motivo. Así nadie puede pensar en regresar, ni a
la casa, ni a la cama. Y todo lo que uno anhela es una pequeña acera y gente
que aprecie la agonía de los amantes.
PABLO ANTONIO CUADRA
El cementerio de los pájaros
Arribé
al islote
enfermo
fatigado el remo
buscando
el descanso de un árbol.
No vi tierra
sino huesos.
De orilla a orilla
huesos
y esqueletos de aves,
plumas calcinadas,
hedor
de muerte,
moribundos
pájaros marinos,
graznidos
de agonía,
trinos tristes
y alguna
trémula
osamenta
aún erguida
con el pico
abierto al viento.
enfermo
fatigado el remo
buscando
el descanso de un árbol.
No vi tierra
sino huesos.
De orilla a orilla
huesos
y esqueletos de aves,
plumas calcinadas,
hedor
de muerte,
moribundos
pájaros marinos,
graznidos
de agonía,
trinos tristes
y alguna
trémula
osamenta
aún erguida
con el pico
abierto al viento.
Con
débil brazo
moví los remos
y di la espalda
al cementerio
del canto.
moví los remos
y di la espalda
al cementerio
del canto.
NATÁLIA CORREIA
El espíritu
Nada qué hacer, amor, yo soy del bando
inconstante de las aves friolentas,
y en gajos de años me voy apagando:
ya las hojas me ofuscan, macilentas.
Y con las golondrinas voy. ¿Hasta cuándo?
No inquieras a la vida breve: cruentas
me humillan las arrugas, y ya no iré volando,
ave espléndida en manos sedientas.
Piénsame eterna, hace girar lo eterno
quien en la amada lo conjura. Más allá, más alto,
En el alero incólume, ahí espera:
golondrina indemne al sobresalto
del tiempo, anunciadora de eterna primavera.
Confía. Yo soy romántica. No falto.
Nada qué hacer, amor, yo soy del bando
inconstante de las aves friolentas,
y en gajos de años me voy apagando:
ya las hojas me ofuscan, macilentas.
Y con las golondrinas voy. ¿Hasta cuándo?
No inquieras a la vida breve: cruentas
me humillan las arrugas, y ya no iré volando,
ave espléndida en manos sedientas.
Piénsame eterna, hace girar lo eterno
quien en la amada lo conjura. Más allá, más alto,
En el alero incólume, ahí espera:
golondrina indemne al sobresalto
del tiempo, anunciadora de eterna primavera.
Confía. Yo soy romántica. No falto.
TRISTAN CORBIÈRE
Steam-Boat
A una pasajera.
¡En
humo se ha ido la eternidad,
La travesía
Que hizo de ti mi amor, mi hermana
De un solo día!…
La travesía
Que hizo de ti mi amor, mi hermana
De un solo día!…
Lejos:
aquella mar incolora
Donde aún flota lo que fue Tú…
Aquí: la tierra y tu escollera,
¡Tumba de penas!
Donde aún flota lo que fue Tú…
Aquí: la tierra y tu escollera,
¡Tumba de penas!
Allí te
esperan… ¡Vete ligera!
¿Quién, Pasajera, te acunará?…
¡Tu batelero, oh pasajera
Del corazón!
¿Quién, Pasajera, te acunará?…
¡Tu batelero, oh pasajera
Del corazón!
¿Qué
menelao, sobre la orilla
Aguarda?… –Vete, tengo tu estela
Y tu recuerdo cuando él espera
Verte llegar.
Aguarda?… –Vete, tengo tu estela
Y tu recuerdo cuando él espera
Verte llegar.
¡Tu
entrecortada voz que se agita,
Mi asustadiza, no la tendrá!…
¡Ni tus pestañas con sal de bruma
En la cellisca!
Mi asustadiza, no la tendrá!…
¡Ni tus pestañas con sal de bruma
En la cellisca!
¡Con
tus cabellos te azota el viento!…
¡Mujer sin trabas: no te tendrá!
Ni, en esas largas horas de guardia,
Tu dulce tedio…
¡Mujer sin trabas: no te tendrá!
Ni, en esas largas horas de guardia,
Tu dulce tedio…
Ni mi
poesía donde: –Llevada,
Tú serás una gaviota herida
Y yo la ola que rozará…,
Etcétera.
Tú serás una gaviota herida
Y yo la ola que rozará…,
Etcétera.
–¡Qué
enorme el largo, bestia sin límite,
Sin Ti, Pequeña, parecerá!…
El horizonte ya es solamente
Una pared.
Sin Ti, Pequeña, parecerá!…
El horizonte ya es solamente
Una pared.
Solo,
¡qué estrecho encontraré
El camarote!… El camarote
En que teníamos sólo un cojín
Para dormir.
El camarote!… El camarote
En que teníamos sólo un cojín
Para dormir.
El sol
que ahora ya no proyecta
Tu sombra aquí se hace sombrío,
Y el oleaje ha hecho un gran pliegue…
–¡Como el olvido!–
Tu sombra aquí se hace sombrío,
Y el oleaje ha hecho un gran pliegue…
–¡Como el olvido!–
Así
cantaba sus infortunios,
En noche fresca, hacia la aurora,
Un pilotín, vigía al seco
Sobre la cofa.
En noche fresca, hacia la aurora,
Un pilotín, vigía al seco
Sobre la cofa.
10´ long. O.
40´ lat. N.
40´ lat. N.
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