El espíritu
Nada qué hacer, amor, yo soy del bando
inconstante de las aves friolentas,
y en gajos de años me voy apagando:
ya las hojas me ofuscan, macilentas.
Y con las golondrinas voy. ¿Hasta cuándo?
No inquieras a la vida breve: cruentas
me humillan las arrugas, y ya no iré volando,
ave espléndida en manos sedientas.
Piénsame eterna, hace girar lo eterno
quien en la amada lo conjura. Más allá, más alto,
En el alero incólume, ahí espera:
golondrina indemne al sobresalto
del tiempo, anunciadora de eterna primavera.
Confía. Yo soy romántica. No falto.
Nada qué hacer, amor, yo soy del bando
inconstante de las aves friolentas,
y en gajos de años me voy apagando:
ya las hojas me ofuscan, macilentas.
Y con las golondrinas voy. ¿Hasta cuándo?
No inquieras a la vida breve: cruentas
me humillan las arrugas, y ya no iré volando,
ave espléndida en manos sedientas.
Piénsame eterna, hace girar lo eterno
quien en la amada lo conjura. Más allá, más alto,
En el alero incólume, ahí espera:
golondrina indemne al sobresalto
del tiempo, anunciadora de eterna primavera.
Confía. Yo soy romántica. No falto.
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