jueves, 6 de septiembre de 2018


ALICIA CAMPOS CERVERA





II
Para Rodrigo Campos Cervera



Invitadme al pan de vuestras manos
dadme ternura
enseñadme de nuevo a ser generosa
porque el dolor de vivir, está permanentemente herida abierta
que sangra y supura,
hizo que olvidara a las gentes
a fuerza de tenerles miedo
No quiero llevarme todo vuestro amor
sin daros poco, aunque más no sea
de este, el mío
para cuando haya de partir
Hacedme más liviano este infinito pero
de la prisa con que corren las horas,
sin que pueda detener las manecillas de los relojes
por mucho que corra para alcanzarlas.
Poco tiempo queda para tomar y dejar algo:
Cubridme, protegedme
Sabéis que tengo frio
y que siempre estuve sola
Queda poco tiempo;
prestadme vuestro esfuerzo para poder recoger
todo el amor que sea posible,
pues será lo único que pueda llevar entre los brazos
para cuando definitivamente me vaya.


AMANDA BERENGUER





El vidrio negro 


el cono de la lámpara me pone a foco
más cerca
más nítida
me veo y me ven

la imagen con fantasma ajustará sus círculos
y no sé si cubrirla ya con un paño de lágrimas


el recuadro de una silla enmarca la lluvia
sobre el vidrio negro
el árbol en lo oscuro
inclina del otro lado sobre mi hombro
su brillo cubierto de hilos
—la ventana es un ojo
un dragón de tinta—
esa torcaza colgada a mis espaldas
proyecta una espiral amarilla
y mostacillas de fósforo le queman las alas
—se repite—
el vidrio negro nos envuelve malignamente:
la ventana es una célula encapuchada
una mirada fotográfica
un revólver

el cono de la lámpara me pone a foco

está sentada vestida de rojo escribiendo
mira de vez en cuando la ventana
la lluvia sobre el vidrio negro
le apuntan:
es un blanco perfecto




ARISTÓTELES ESPAÑA





Llegada



Bajamos de la barcaza con las manos en alto
a una playa triste y desconocida.
La primavera cerraba sus puertas,
el viento nocturno sacudió de pronto
         mi cabeza rapada
         el silencio
esa larga fila de Confinados
que subia a los camiones de la Armada Nacional
                   marchando
cerca de las doce de la noche del once de septiembre
de mil novecientos setenta y tres en Isla Dawson
Viajamos
por un camino pantanoso que me pareció
una larga carretera con destino a la muerte.
Un camino con piedras y soldados.
El ruido del motor es una carcajada,
mi abrigo café tiene barro y bencina:
         nos rodean
         bajamos del camión
uno        dos       tres                 kilómetros
         cerca
         del
         mar
         y
         de
         la
         nada,
¿Qué será de Chile a esta hora?
¿Veremos el sol mañana?
Se escutan voces de mando y entramos a un callejón
esquizofrénico que nos lleva al Campo de Concentración,
se encienden focos amarillos a nuestro paso,
las ventanas de la vida se abren y se cierran.




ARTURO ARCÁNGEL





Meditando



Quién ?
Cuando
los cálices inicien el descenso
de las rosas.
Quién ?
Cuando
los peces anuncien el sollozo
de las hadas humectativas.
Quién ?
Cuando
resbale la muerte
y los cuerpos suden oscuridad.
Quién ?
Cuando
el cetro sea profética angustia
y los nidos carezcan de ilusiones.
Quién ?
Cuando
el trono acaricie su vacío
y la polilla le diezme.
Quién ?
Cuando
estas calles 
- navíos del encuentro - 
pasen veloces con su claxon ruidoso
avisando :
Ah ! Nos desmoronamos !

CARLOS MARZAL





A pájaros
A Luis Landero



Vamos a volar pájaros,
salgamos de una vez.
Hay demasiado adentro en este día,
y adentro es fealdad,
adentro es húmedo.

Vayámonos a azules, a intemperies,
cúmulos de algodón,
las musarañas
de estarnos en las nubes,
por sus cerros.

Doctoremos la vista en lo que corre.

Marchémonos a nidos,
nos espera
nuestra felicidad, arborescente.
Basta con arrullarla entre las manos,
y sentirla latir
-es una alondra-,
para que exulte, viva,
y que exultemos.

Vayámonos a piedras,
a ese lago que aguarda pensativo,
y quebremos sin más
sus turbias aguas lúgubres.
Delincamos,
contra toda esa luz que nos delata,
ahora que nos queremos sigilosos.

Descamisemos
a nuestro más vestido;
descorbatémoslo de tanto nudo
como lo tiene ahogado, con el aire
que todo lo enrarece, en la garganta.
Que aprenda a respirar en lo que fluye.
Cierra ese libro abstracto,
y sal a comprender lo que has leído.

Pongámonos a carne pasajera,
vámonos a mirones.
¿Quién sabe qué sentido es el del verde
con que nos quiere verdes el deseo?
A ver qué levantamos,
con un poco de suerte, hasta la boca,
con un poco de arrojo, hasta la muerte.

¿Estamos a gozar,
o estamos secos
de toda sequedad, sin una gota?

¿Estamos a vivir
o es que no estamos?



DAVID ESCOBAR GALINDO





El episodio terrorista 2



Ando entre luz quebrada, oscurecida,
con una abeja dentro del cerebro,
pulso de amor abriéndose, cerrándose;
y las palabras cotidianas gimen
como puertas antiguas, sin retorno,
una taza de leche cumple el celo
de la época, pasan los ejércitos
mientras por la ventana ven mis ojos
una pequeña calle transversal
con suaves casas que no se imaginan
la vecindad del hombre desvelado
por la violencia -polvo irrestañable,
remolino de polvo que aparece
por un segundo, igual que los relámpagos.
Tiempo de meditar- silla furiosa.
¿Seré el cautivo o el apasionado?

Ambos -doble rumor de la estructura:
el sonido del arma en pie de vuelo,
la razón que estrujada se alimenta
de sus propias sustancias ofendidas;
y hoy levantarse con el santo y seña
desde la construcción ebria de clavos
hasta la densidad del sentimiento,
fértil como canela masticada,
es una soledad de doble filo,
un tener la remota valentía
de caminar con húmedos plumajes
entre las horas de crucial encuentro.

Después de todo el aire es una dádiva
llena de pasionales abundancias,
¿y qué enseña este tiempo sino el eco
de la conturbación racionalista,
bella en inútiles declaraciones,
la organizada sombra de las piedras
que en su esplendor de muros y de tumbas
tapia a muertos y a vivos, a opresores
y a oprimidos, a limpios y a envidiosos?

El sol entre los árboles ardiendo
me quema la mirada, me enternece,
porque respiro un fuego respirado
y amo este reino de respiraciones,
hoy más que nunca, ante el clamor secreto.

Y de esta funeral demografía,
de este ecológico derrumbamiento,
de esta presión impúdica, inodora,
de esta anillada criminalidad,
¿hacia qué callejones embocamos,
enardecidos entre dos cegueras?
Quizás nunca se extingue al fe última,
la luna clara al fondo de la sangre,
así como los ojos siempre vuelven
hacia un desnudo de mujer deseada.

Mi corazón olvida entre las sombras
sus tijeras sagradas: los recuerdos.


De: "Discurso secreto"