lunes, 5 de enero de 2015

JORGE LUIS BORGES

 


II
 

Me pesan los ejércitos de Atila,
las lanzas del desierto y las murallas
de Nínive, ahora polvo; las batallas
y la gota del tiempo que vacila

y cae en la clepsidra silenciosa
y el árbol secular donde clavada
por Odín fue la hoja de la espada
y cada rosa y cada primavera

de Nishapur. Me abruman las auroras
que son y fueron los ponientes,
el amor y Tiresias y las serpientes

las noches y los días y las horas.
gravitan sobre la sombra que soy.
La carga del pasado es infinita.

 

SALVADOR NOVO


 

XVII

 

Tus manos fuertes, grandes, que me daban
la vida en sus caricias, y la muerte;
mis manos, que quisieron retenerte;
tus manos, que mi pecho desgarraban.

Tus manos, que en la sangre se pintaban
del corazón que palpitó por verte;
mis manos, sacudidas de su inerte
vacío si a las tuyas se enlazaban.

El milagro ocurrió. No fueron vanos
a los ojos de Dios mis hondos ruegos
ni mis suspiros sordos y lejanos.

Y volvieron a ver mis ojos ciegos
tintas en sangre tus soñadas manos
(pero sangre de reses —y borregos).

 

 

FEDERICO GARCÍA LORCA

 

El amor duerme en el pecho del poeta

 

Tú nunca entenderás lo que te quiero
porque duermes en mí y estás dormido.
Yo te oculto llorando, perseguido
por una voz de penetrante acero.

Norma que agita igual carne y lucero
traspasa ya mi pecho dolorido
y las turbias palabras han mordido
las alas de tu espíritu severo.

Grupo de gente salta en los jardines
esperando tu cuerpo y mi agonía
en caballos de luz y verdes crines.

Pero sigue durmiendo, vida mía.
Oye mi sangre rota en los violines.
¡Mira que nos acechan todavía!

 

 

ANTONIO GALA


  

Sonetos de la Zubia. Nº 38

  

Cuando te vas me duelen la mañana,
el ramo de la acacia, el pensamiento.
De tu recuerdo sólo me alimento
y mi memoria sin error se ufana.

Cuando vuelves, la vida se me aplana,
se achica en ti, ya cotidiano y lento.
Pierdo, sin entusiasmo y sin tormento,
la gana de alagarte la desgana.


Qué puedo hacer con este vaivén triste
que sólo brilla cuando no apareces
y a la razón y al hierro se resiste.

Entre el amor y el desamor se mece:
un amor que marchita y malexiste,
un desamor que vibra y enaltece.

 

JUAN DE TASSIS


  

Es la mujer.

 

Es la mujer un mar todo fortuna,
una mudable vela a todo viento:
es cometa de fácil movimiento,
sol en el rostro y en el alma luna.

Fe de enemigo sin lealtad ninguna,
breve descanso e inmortal tormento,
ligera más que el mismo pensamiento,
y de sufrir pesada e importuna.

Es más que un áspid arrogante y fiera;
a su gusto, de cera derretida,
y al ajeno, más dura que la palma;

es cobre dentro y oro por de fuera,
y es un dulce veneno de la vida
que nos mata sangrándonos el alma.

 

 

FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO


 

Ven, yace junto a mí

 

En la estación de la hojarasca, amiga,
en los meses de lluvia persistente,
en los días de viento intermitente
cuyo látigo el rostro nos fustiga.

Cuando la nieve pertinaz obliga
a añadir otro leño al leño ardiente;
al percibir que lo único presente
es la ausencia, el deseo y la fatiga.

¿Qué mérito es amar en primavera,
entre rosas, al pie de la palmera,
o en la inmóvil molicie del estío?

Quiéreme ahora, mujer, en este invierno
que al golpear mis puertas se hace interno;
ven, yace junto a mí, que tengo frío.