viernes, 16 de agosto de 2013

JORGE RUIZ DUEÑAS




Mediodía



La llamarada líquida del sol
se desliza entre los cuerpos
y la palabra brota de las manos,
ramificado vegetal
donde el destello nos aguarda.
Caen las hojas desnudas
en la aurora que espiga,
mientras la ciudad se edifica a sí misma
y la acción viril del poema
descansa en las delegaciones,
se hace un juego de canicas,
una cosecha de frutas en acecho.
En la playa se refugia el mediodía
y las campanas conciertan a los niños sobre el polvo.
Un perfume de puerto
avanza por la vía del tren,
en los hilos de la ropa:
banderas de huelga
en parvadas de ojos que vuelan por los corredores.
Dobla la esquina la policromía del alimento
y el viento quebrado de las doce avanza
sobre las antenas erizadas,
por los condominios del éxtasis,
por las estaciones desvencijadas del corazón del pueblo,
sobre el marcapaso de mareas
agotadas en los malecones mudos.


De “Tornaviaje”


SILVINA OCAMPO




El sueño recurrente


Llego como llegué, solitaria, asustada,
a la puerta de calle de madera encerada.

Abro la puerta y entro, silenciosa, entre alfombras.
Los muros y los muebles me asustan con sus sombras.

Subo los escalones de mármol amarillo,
con reflejos rosados. Penetro en un pasillo.

No hay nadie, pero hay alguien escondido en las puertas.
Las persianas oscuras están todas abiertas.

Los cielos rasos altos en el día parecen
un cielo con estrellas apagadas que crecen.

El recuerdo conserva una antigua retórica,
se eleva como un árbol o una columna dórica,

habitualmente duerme dentro de nuestros sueños
y somos en secreto sus exclusivos dueños.




JUAN SANCHÉZ PELAEZ





VII
a Malena



Yo no soy hombre ni mujer
yo sólo tengo resplandor propio
cuando no pierdo el curso del río
cuando no pierdo su verdadero sol
y puedo alejarme libre, girar, bogar,
navegar dentro de lo absoluto y el
mar blanco

entonces sí soy
el hombre rojo lleno de sangre

y sí soy la mujer: una flor límpida, un
lirio grande

y también soy el alma

y clarean los valles hondos
en nuestro mudo abrazo eterno,
amor frío

—y qué más
qué más por ahora
piragua azul
piragüita.


De “Aire sobre el aire”


RAFAEL CADENAS





Fragmentos



2

Escribo
como el que se inclina sobre el cuerpo que ama.




JORGE CUESTA



  
La flor su oculta exuberancia ignora


La flor su oculta exuberancia ignora,
y que es por una vigilante usura
de un mismo azar, que evade su clausura
la miel, y la embriaguez, que se evapora. 

Que no agota su pérdida de ahora,
sino que otra mayor dicha futura
la fruta embriagará cuando madura,
no lo sabe la flor, y se devora. 

Extrema el polen como vivo grano,
y ella misma se siembra y restituye
a sí misma la vida que le huye. 

No mira que su gozo es hondo en vano
y no lo niega al fin si lo disputa al más profundo
al más abismo de la fruta.


PALOMA PALAO



El Ángel de la música


                                                           A Antonio Colinas

No responde
la añoranza a la música, sí, al esfuerzo
de una armonía
celeste y casi hallada. Tañe el laúd
y canta: esfuerzo sumo y aún anhela, contempla.
Hay un dolor, aunque su cabello
orle una franja, de fingidas piedras. Su cuello
es recio, cual de varón. Sus ojos
perdida
la hermosura tienen. Traspasa suave
la túnica sus alas. Hay un dolor del aire
detenido. Las cuatro cuerdas del laúd tan tensas
donde las manos
no reposan. El paraíso
está perdido en el esfuerzo: no es un ángel
quien tanto dolor siente.
Hojas de naranjo acompañan
tras del azar perdido su memoria.

De "Resurrección de la memoria"