lunes, 10 de febrero de 2020


GIACOMO LEOPARDI





Canto XI. El gorrión solitario



Desde la aguja de la antigua torre,
solitario gorrión, a la campiña
cantando vas en tanto muere el día;
y yerra la armonía por este valle.
En torno primavera
brilla en el aire, y en el campo exulta,
tal que al mirarla se enternece el pecho.
Oyes greyes balar, mugir ganado;
los pájaros contentos, en parvada,
van por el libre cielo en sus giros,
festejando sin fin su mejor tiempo:
tú, pensativo, aparte, el todo miras,
no compañía, no vuelos,
no curas alegría, esquivas gozos;
cantas, y así rebasas
la bella flor del año y de tu vida.

Ay, imas cuán semejantes
tu costumbre y la mía! Solaz y risa,
de la primera edad dulce familia,
y tú, de juventud hermano, amor,
suspiro acerbo de provectos días,
no curo, no sé cómo; sino dellos
más bien huyo muy lejos;
casi eremita, y ajeno
a mi lugar nativo,
paso de mi vivir la primavera.
Este día que ya cede a la noche,
se suele festejar en nuestro burgo.
Oyes en lo sereno un son de esquila,
y a menudo un tronar de férreas cañas,
que a lo lejos retumba por las villas.

Vestida para fiesta,
toda la juventud
deja sus casas y anda por las calles;
mira, es mirada, y en el cor se alegra.
Yo, solitario, en esta
remota parte a la campiña salgo;
todo deleite y juego
difiero hacia otro tiempo: y la mirada
tendida al aire dulce
me hiere el sol, que entre lejanos montes,
tras el día sereno,
cae y se esconde, y decir parece
que la dichosa juventud se esfuma.

Tú gorrión solitario, en el ocaso
del vivir que han de darte las estrellas,
por cierto tu costumbre
no negarás; pues de natura es fruto
todo vuestro deseo.
Mas yo, si de vejez
el detestado umbral
evitar no pudiere,
cuando estos ojos mudos sean al alma
de los demás, y hueco les sea el mundo,
y el día futuro más tedioso y tetro
que el día presente, ¿qué tales deseos?
¿qué me parecerán estos mis años?
¿qué de mí mismo? Asaz lamentaréme,
mas sin consuelo volveré al pasado.



ENRIC SÓRIA

   

También




También habría que llamarla Lesbia,
por más de una razón, Catulo amigo.
Podrían encontrarse otras similitudes.
Tú y yo, que nos vendemos por elogios
y sonrisas falaces, en callejas y esquinas,
nunca perdonaremos su peculiar pureza.
Catulo, nuestra Lesbia no merece un mal verso.
Aun así, los escribo,
movido, como tú, por un prurito
de tradición retórica.



De "Andén de cercanías"
Versión de Carlos Marzal

DULCE MARIA LOYNAZ





La duda



Era buena la Vida:
Había rosas.
Unos minutos antes me había sonreído un niño...
Pasó volando y me rozó la frente.

No sé por dónde vino
ni por dónde se perdió luego pálida y ligera...
No recuerdo la fecha.
No sabría decir de qué color era ni de qué forma;
no sabría, de veras, decir nada.
Pasó volando... Había muchas rosas...
Y era buena la Vida todavía...


ALFRED TENNYSON



  

In memoriam



Cuando rosadas plumas al alerce coronan,
y gorjea primores el tordo en una cima,
o bajo el matorral estéril se desliza
y vuela, azul marino, el pájaro de marzo,
ven, toma aquella forma por la cual reconozco
a tu espíritu a tiempo, entre tus pares:
y brille la esperanza de los años futuros,
anchurosos en tu frente.
Cuando va madurando, de hora en hora, el verano
y en muchas rosas de dulzura alienta,
y sobre las mil ondas de los trigos
que en torno a la alquería solitaria murmuran:

ven entonces, no cuando velamos en la noche,
sino con luz de sol, que cálida se tiende :
vente con la hermosura de esa tu nueva forma,
y dentro de la luz, como una luz más clara.


Versión de Màrie Manent

RAÚL HERNÁNDEZ NOVAS





EN LA NAVE ARQUEADA, SOBRE LAS TRANQUILAS
aguas verdes, fui de nuevo.
                       Era de nuevo el guerrero que viajaba
bajo los párpados, traspasando nubes.
A veces me asomaba para verme verde,
                                  con vestido de algas
jugando con hojas submarinas.
Iba por una pupila, montado en un hipocampo; luego
volvía por cabellos de largas jornadas, por hilos
de noche polar.
En la nave arqueada como una lira.
Sonaban los cordajes, flancos de mujer
se curvaban a ser música, duras velas henchidas
impulsaban la ruta colgada de una estrella.
                                                                Iba.
Era.
      El sillón de ruedas sirve todavía.
                                                      Sobre el puente
es grato ver peces voladores
salir del abismo un segundo irrespirable
para volver a caer en la marea de días
y noches.
                        Los ahogados
saben de esa vasta lentitud giratoria,
de ese pozo verde y oscuro en que descienden
como un rayo de luz.
Es grato ver, tullido, un cielo nuevo,
ilusiones de movimiento en el horizonte inerte.
Pensar que se viaja cuando se está fijo
como un navío en el ojo que cierra el horizonte.
Senos de niebla, caderas que enviaban notas
saladas en forma de gaviotas.
                                                En la proa, una mujer herida.
Ahora vuelvo, vuelvo a los mismos días,
a las mismas noches como un ahogado que desciende,
como un pez ahogado que asciende por el aire
a caer en el cielo.
                                         Ahora vuelvo
por un río muy angosto, sin barca niña de remos
mas bañado de verde.
                                            (Aún recuerdo tu gesto
como de mirar a un ciego, a una música, tu gesto
como de aproximar una flor desnuda al transeúnte
detrás de verdes que no ven.)

Vuelvo en un barco de papel
                                                      y caigo por tus ojos.
Tú acaso no lo sepas,
                                   Isolda.


De: “Da capo”


JUAN CARLOS SUÑEN




La rosa se ha propuesto
ceder, su voluntad es esa sobre los tréboles.

Su voluntad es puro
sedimento, un dolor del que otro
no podría echar mano. El viento deja
quieto al milano y humo
dulce en los arañoles, trae del pueblo
olor a hoguera recién cortada.

El monte
es una mesa negra, casi humana,
para el festejo de la primavera.


De: "El hombro izquierdo