"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
viernes, 24 de octubre de 2025
FABIÁN GUERRERO OBANDO
VIII
No
sabe de frío la luna
No
sabe de frío la luna
Que
asedia.
Flota
o rodea o vuela
Del
centro a la periferia
De
la noche.
Como
midiéndose a sí misma
La
creciente luna.
Y su
tierna hoja,
Aterida,
Ahí
cerrándose.
MARGARET RANDALL
Los
he visto a todos en fotos, en películas,
o en
las casas de su gente,
incluso
de aquellos que los quieren bien,
y me
pregunto qué piensan y qué sienten,
si
conocen el juicio,
si
tendrán frustraciones o arrepentimientos,
y si
alguna vez nos encontraremos en un terreno común.
Versión
de Sandra Toro
BENJAMÍN MORALES
Éxodo
El
niño entre las rocas.
me fui siguiendo el silbido del viento.
dejé
el camino,
la madre y al padre.
me
fui sin ver mis huellas,
acariciado por el sol de la mañana
y caminé sobre la arena
con la sensación del grito entre los ojos
y el sabor amargo del cordero en el paladar,
hasta no mezclar con las rocas,
hasta no ser el cielo blanco de la pradera,
hasta no cantar con el zumbido de la arena contra el hierro,
hasta no más que un puñado de ceniza
suspensa en el viento.
madre
y padre,
perdí su dulzura,
madre y padre,
perdí el camino,
madre y padre,
los perdí entre estas flores diminutas
que crecen en las heridas.
un
manto de bermejo que ondea sobre el paisaje,
que hemos visto tanto y tanto,
madre y padre,
me lloran,
yo no los lloro,
yo lo hago por el camino amado del cielo en la tierra,
bajo montes de odio,
con los pies calcinados,
en víspera a los
últimos 4 golpes.
soy
el niño perdido entre las rocas,
el niño de los úteros perfectos,
el niño de silbido,
el que centellea antes del ocaso,
y que ríe y ríe y ríe
cada vez que una yegua
se muerde el pecho
hasta sangrar
y cae de hinojos, empapando la arena,
volviéndola lodo cruento,
de donde se esparcen miles de zancudos
voraces,
que viven en la sangre
de mi sangre
de la sangre
de la madre y el padre.
un
DIA,
como espina entre el follaje,
volveré a la planta de donde me desprendí
y con esos claveles que brotaron del suelo
se marcará el fin de este camino,
mi tumba,
nuestro encuentro.
EMILIO COCO
A
mi hermano Michele
poeta
y traductor de poetas latinos y griegos, muerto
el
23 de agosto de 2008, a las 21,45 horas, de cáncer cerebral.
(Fragmentos)
DUERMES
desparramado entre las sábanas
con
los pies empotrados en la barra,
resbalando
hacia abajo la cabeza.
A
veces te despiertas y sonríes
cuando
te hablo de yambos y anapestos.
Queda
un rincón en tu cerebro enfermo
para
Catulo y los poetas griegos.
LLEGAR
al veintidós es un enredo
de
pasillos, rincones engañosos.
Me
pierdo fácilmente y me dirijo
al
punto de salida. La enfermera
me
ve titubeante y me acompaña
amablemente
hasta aquel recodo
que
me conduce recto hasta tu cuarto.
Ha
venido esta noche, ha colocado
el
goteo en la barra. Es manitol,
le
calmará el dolor durante un rato.
Se
encoge de hombros, finge desconsuelo,
baja
la cama y pide que le ayude
a
incorporarte: Para que descanse.
Te
acomoda despacio en la almohada
la
cabeza, te acerca el brazo al cuerpo
que
ya no reacciona. Hasta la puerta
la
sigues con tus ojos refulgentes.
Es
muy guapa. Tendrá unos veinte años.
San Marco in Lamis, Italia, 1940
MARK STRAND
5.
Luto
A Robert Strand 1908-1968
Guardan
luto por vos.
Cuando te levantás a medianoche,
y el rocío brilla en la piedra de tus mejillas,
guardan luto por vos.
Te llevan de vuelta a la casa vacía.
Las sillas y mesas las llevan para adentro.
Te obligan a sentarte y te enseñan a respirar.
Y tu aliento quema,
quema la caja de pino y las cenizas caen como luz de sol.
Te dan un libro y te piden que leás.
Escuchan y sus ojos se llenan de lágrimas.
Las mujeres acarician tus dedos.
Te peinan y le devuelven el amarillo a tu pelo.
Te afeitan la escarcha que tenés en la barba.
Te masajean los muslos.
Te ponen ropas finas.
Te frotan las manos para mantenerlas calientes.
Te dan de comer. Te ofrecen dinero.
Se ponen de rodillas y te ruegan no morir.
Cuando te levantás a medianoche guardan luto por vos.
Cierran sus ojos y susurran tu nombre una y otra vez.
Pero ya no pueden arrastar de tus venas la luz enterrada.
Anciano: igual levantate y seguí levantándote; ya de nada sirve.
De la forma en que pueden guardan luto por vos.
De:
“Elegía a mi padre”
DANIEL CUNDARI
11
Te
adentras en mi cuarto
como
una bruja tierna.
Cuánta
magia en tus ojos,
cuánta
mafia.
Mátame,
lo confieso,
he
sido yo.
De:
“Poemas para delinquir”
