"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
domingo, 13 de septiembre de 2020
MOISÉS ELÍAS FUENTES
El rumor de los reclutas
I
El
rumor del barco que busca
una costa para llorar su naufragio
una costa para llorar su naufragio
El
rumor de la sombra
que se funde con el viento
que se funde con el viento
El
rumor de la arena que se acalla
para no despertar a los muertos
para no despertar a los muertos
El
rumor de esta guerra que ocurre
como si nadie introdujera
la bala en la recámara
como si nadie introdujera
la bala en la recámara
como
si no existiera el enemigo
como
si los dioses cansados de llorar
a los hombres que mueren por una fe que no comprenden
a los hombres que mueren por una fe que no comprenden
los
abandonaran
Rumores
sigilosos de los reclutas en campaña
Y
la oscura muerte nebulosa a la espera.
II
En
algún país que conocí en otro tiempo
debe ser la hora de la tarde fresca
y de las mecedoras en la puerta
y la televisión encendida en la sala
para que nadie la vea
debe ser la hora de la tarde fresca
y de las mecedoras en la puerta
y la televisión encendida en la sala
para que nadie la vea
Debe
ser la hora de los vecinos saludándose
y de los que aún van en el autobús
o de los que salen con los hijos
a comprar pan dulce y leche con chocolate
y de los que aún van en el autobús
o de los que salen con los hijos
a comprar pan dulce y leche con chocolate
Una
hora hermosa que no existe
Porque
ese país hoy está mutilado
encadenado a sí mismo
condenado a ser su propia presa
encadenado a sí mismo
condenado a ser su propia presa
Por
eso estoy aquí
con este calor tan distinto
y entre esta gente a la que nunca conocí
aunque han sido mis compañeros de campaña
con este calor tan distinto
y entre esta gente a la que nunca conocí
aunque han sido mis compañeros de campaña
El
coronel y el médico de guardia
quemaron mis brazos con petróleo
como un tributo a estos pozos petroleros que ayudé a liberar
quemaron mis brazos con petróleo
como un tributo a estos pozos petroleros que ayudé a liberar
Mañana
volveré a mi nueva patria
mutilado
encadenado a mí mismo
condenado a ser mi propia presa.
mutilado
encadenado a mí mismo
condenado a ser mi propia presa.
III
Fallujah
al mediodía
Desde
que entramos el comandante
y el teniente insisten en que huele a muerte seca
y el teniente insisten en que huele a muerte seca
El
operador de comunicaciones
no es tan elegante
no es tan elegante
“Apesta
a cadáveres reventados” ha dicho
y escupe para que no queden dudas
y escupe para que no queden dudas
Durante
horas bombardeamos y avanzamos
hasta que sólo matábamos
cadáveres y arena y hierba
hasta que sólo matábamos
cadáveres y arena y hierba
Tengo
para mí que la ciudad ya estaba muerta
Se
murió quién sabe cuándo para que no la matáramos
Cuando
prendí el cigarro
aspiré el hedor
aspiré el hedor
Toda
la ciudad hiede
pero no a muerte seca o reventada
pero no a muerte seca o reventada
Aunque
el comandante y el teniente
me digan lo contrario y me recriminen porque fumo
me digan lo contrario y me recriminen porque fumo
—“El
tabaco es lo peor para la juventud, soldado
Si se quiere, no fume”—
Si se quiere, no fume”—
Quizá
deba obedecerles y dejar de fumar
Pero
de todos modos la ciudad hiede a algo distinto
y no he visto a ningún ser vivo todavía.
y no he visto a ningún ser vivo todavía.
IV
En
mi país les llamábamos turcos
aunque fueran árabes o libaneses o sirios
aunque fueran árabes o libaneses o sirios
Todos
eran turcos comerciantes
tacaños por naturaleza
apartados que no sabían hablar bien el español
tacaños por naturaleza
apartados que no sabían hablar bien el español
“Turquía
es uno de los muchos países
que creen en El Corán”
me explicaba la hija del oficinista
que no era comerciante ni tacaño ni turco
y hablaba bien el español
que creen en El Corán”
me explicaba la hija del oficinista
que no era comerciante ni tacaño ni turco
y hablaba bien el español
Tal
vez por ella estoy aquí
en esta cárcel
en esta cárcel
porque
de tanto ahogar prisioneros
con las bolsas de plástico
con las bolsas de plástico
y
ametrallarles los pies
y soltarles los perros en la cara
mientras les pateaba los riñones
y soltarles los perros en la cara
mientras les pateaba los riñones
tuve
miedo de encontrármela un día
y
entonces
¿de qué valdrían esta cárcel
y esta soledad y este llanto?
¿de qué valdrían esta cárcel
y esta soledad y este llanto?
V
El
largo rumor del desierto
El rumor del petróleo como sangre profunda
El rumor del petróleo como sangre profunda
Por
las calles de esta ciudad
seca arenosa inmóvil
cruzan espectros fantasmas
distantes de nosotros de mí
seca arenosa inmóvil
cruzan espectros fantasmas
distantes de nosotros de mí
indiferentes
bajo el sol
indescifrables bajo la luna.
indescifrables bajo la luna.
BERTOLT BRECHT
Recuerdo de Marie A.
1
En
aquel día de luna azul de septiembre
en silencio bajo un joven ciruelo
estreché a mi pálido amor callado
entre mis brazos como un sueño bendito.
Y por encima de nosotros en el hermoso cielo estival
había una nube, que contemplé mucho tiempo;
era muy blanca y tremendamente alta
y cuando volví a mirar hacia arriba, ya no estaba.
en silencio bajo un joven ciruelo
estreché a mi pálido amor callado
entre mis brazos como un sueño bendito.
Y por encima de nosotros en el hermoso cielo estival
había una nube, que contemplé mucho tiempo;
era muy blanca y tremendamente alta
y cuando volví a mirar hacia arriba, ya no estaba.
2
Desde aquel día muchas, muchas lunas
se han zambullido en silencio y han pasado.
Los ciruelos habrán sido arrancados
y si me preguntas ¿qué fue de aquel amor?
entonces te contesto: no consigo acordarme,
pero aun así, es cierto, sé a qué te refieres.
Aunque su rostro, de verdad, no lo recuerdo,
ahora sé tan solo que entonces la besé.
3
Y también el beso lo habría olvidado hace tiempo
de no haber estado allí aquella nube;
a ella sí la recuerdo y siempre la recordaré,
era muy blanca y venía de arriba.
Puede que los ciruelos todavía florezcan
y que aquella mujer tenga ya siete hijos,
pero aquella nube floreció solo algunos minutos
y cuando miré a lo alto se estaba desvaneciendo en el viento.
PIER PAOLO PASOLINI
A algunos radicales
El espíritu, la dignidad mundana,
el arribismo inteligente, la elegancia,
el traje a la inglesa y el chiste francés,
el juicio tanto más duro cuanto más liberal,
la sustitución de la razón por la piedad,
la vida como apuesta para perder como señores,
os han impedido saber quiénes sois:
conciencias siervas de la norma y del capital.
El espíritu, la dignidad mundana,
el arribismo inteligente, la elegancia,
el traje a la inglesa y el chiste francés,
el juicio tanto más duro cuanto más liberal,
la sustitución de la razón por la piedad,
la vida como apuesta para perder como señores,
os han impedido saber quiénes sois:
conciencias siervas de la norma y del capital.
SAMUEL BECKETT
Para ella el acto tranquilo
Para
ella el acto tranquilo
los poros sabios el sexo libre
la espera no muy lenta los lamentos no muy largos
la ausencia
al servicio de la presencia
algunos jirones de azul en la cabeza los vuelcos
del corazón
al fin muertos
toda la tardía gracia de una lluvia interrumpida
al caer una noche
de agosto
los poros sabios el sexo libre
la espera no muy lenta los lamentos no muy largos
la ausencia
al servicio de la presencia
algunos jirones de azul en la cabeza los vuelcos
del corazón
al fin muertos
toda la tardía gracia de una lluvia interrumpida
al caer una noche
de agosto
para
ella vacía
él puro
de amor
él puro
de amor
JUAN-EDUARDO CIRLOT
Exhumaciones
Transito
por lugares de abandono
y contemplo las fosas desoladas.
Las aguas de la noche han descendido
a estas costas humildes, deprimidas.
Todo está convertido en un lamento
sin nombre, acurrucado, irreparable.
Los dioses yacen mudos como esclavos,
lamiendo el oro rosa y el estiércol.
y contemplo las fosas desoladas.
Las aguas de la noche han descendido
a estas costas humildes, deprimidas.
Todo está convertido en un lamento
sin nombre, acurrucado, irreparable.
Los dioses yacen mudos como esclavos,
lamiendo el oro rosa y el estiércol.
Lentamente
yo busco entre las piedras
una llama de aquel incendio inerte.
Espadas de carbón, rosas de plata
aparecen, de pronto, entre los féretros.
Temblando como pájaros se ofrecen
esas flores tristísimas y sucias.
Las largas cabelleras de los héroes
emergen entre lirios y cerámicas.
una llama de aquel incendio inerte.
Espadas de carbón, rosas de plata
aparecen, de pronto, entre los féretros.
Temblando como pájaros se ofrecen
esas flores tristísimas y sucias.
Las largas cabelleras de los héroes
emergen entre lirios y cerámicas.
OSIP MANDELSTAM
¿Qué
puedo hacer con este cuerpo mío irrepetible,
que me ha sido dado?
¿A quién, dime, debo agradecer,
por la apacible alegría de respirar y vivir?
Yo soy el jardinero y soy la flor,
En la mazmorra del mundo no estoy solo.
En la eternidad del cristal ya se ha esparcido
Mi aliento y mi calor.
En él está impreso un signo,
Irreconocible hasta hace poco tiempo.
Ojalá la bruma se diluya en los instantes
Para que no borre el signo amado.
que me ha sido dado?
¿A quién, dime, debo agradecer,
por la apacible alegría de respirar y vivir?
Yo soy el jardinero y soy la flor,
En la mazmorra del mundo no estoy solo.
En la eternidad del cristal ya se ha esparcido
Mi aliento y mi calor.
En él está impreso un signo,
Irreconocible hasta hace poco tiempo.
Ojalá la bruma se diluya en los instantes
Para que no borre el signo amado.
1909
Versión de Jorge
Bustamante García
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