domingo, 26 de diciembre de 2021




 

VÍCTOR JARA

 

 

Las casitas del barrio alto

 

 

Las casitas del barrio alto
con rejas y antejardín,
una preciosa entrada de autos
esperando un Peugeot.

Hay rosadas, verdecitas,
blanquitas y celestitas,
las casitas del barrio alto
todas hechas con recipol.

Y las gentes de las casitas
se sonríen y se visitan.
Van juntitos al supermarket
y todos tienen un televisor.

Hay dentistas, comerciantes,
latifundistas y traficantes,
abogados y rentistas
y todos visten polycron.
(y todos triunfan con prolén)

Juegan bridge, toman martini—dry
y los niños son rubiecitos
y con otros rubiecitos
van juntitos al colegio high.

Y el hijito de su papi
luego va a la universidad
comenzando su problemática
y la intríngulis social.

Fuma pitillos en Austin mini,
juega con bombas y con política,
asesina generales,
y es un gángster de la sedición.

 

 

LATIF HALMAT

 

 


El poema que termina, nunca termina

 

 

Las piedras no sienten felicidad ni tristeza
No odian ni aman a nadie
las piedras no tienen corazón para enamorarse
tampoco tienen manos para escribir cartas y poemas a sus amantes.
Tampoco fantasean sobre persecuciones de calle en calle
las piedras no tienen pies para huir
cuando los guardias van a arrestarlas.
No tienen madres que lloren por ellas cuando mueren
No tienen padres para disciplinarlas
cuando se portan mal
No tienen un país específico
por el cual sacrificarse.
Dondequiera que resultan ser y están
encuentran un lugar para descansar
y arraigarse con firmeza.
Las piedras no recuerdan su pasado
ni sienten nostalgia sobre él
de no ser así, alguna vez hubieran escrito un poema o una carta.
A pesar de todo eso
nuestros antepasados dijeron
“Las piedras son pesadas en sus propios lugares”,
así son los seres humanos también.

 

 

PABLO GARCÍA CASADO

 

  

Clean

 


¿Cuánto ganas fregando? Eso lo gano yo en una hora. Limpios. Toma el teléfono, dile que vas de mi parte. Tendrás que hacer una prueba, si no lo ves, no pasa nada. Sin compromiso. No hace falta que te cambies, las mallas te quedan muy bien, me gusta tu estilo. Espera, que te coloco el pelo. Así, mucho mejor.

 

De: “La cámara te quiere”

 

MARIANO PEYROU

 

  

Los espacios cerrados

 

 

Tendrás que ejercitar los ojos
recogiendo las nubes que te envío,
la limpia altura de las chimeneas
que diseminaban olor a azúcar
por toda la ciudad, las imágenes
que arrastra la corriente subterránea.

Ahora sí que empuja el viento,
viene entre las estatuas para agitar
emociones antiguas que aún no tienen
nombre, para golpear las puertas
de los espacios cerrados donde la culpa
circula con fluidez, donde vibran
las mentiras y el pasado
se sueña diferente.

Está nevando mucho,
todo es blanco fuera de mí.

 

 

KATHLEEN RAINE

 

 

Habría escrito…

 

 

Habría escrito un poema diferente,
pero, al detenerme un momento en mi jardín sin desbrozar,
sentí, súbitamente, el paraíso descendiendo en el sol de la mañana
filtrado entre las hojas,
iluminando el suelo exiguo de Londres, tocando con verde
transparencia las células de la vida.
El mirlo bajó de un brinco, vinieron el gorrión y el petirrojo,
y el tordo, cuyo nido, a buen seguro, está oculto
en algún sitio, entre edificios invasores
de muros que asedian,
mas para los pájaros de ciudad inagotables aguas vivas
colman una taza de piedra desde un caño de jardín.

Me digo que pronto será hora
de volver a la casa, al quehacer diario,
pero aquí el tiempo ni viene ni se va.
No se apresuran los pájaros, su día
ni comienza ni termina.
¿Qué me impide quedarme? Por qué dejar
este estado, donde siempre se es,
y sólo el tiempo nos desprende
de este sencillo lugar oculto, siempre presente.

 

De: “The Presence”

Versión de Adolfo Gómez Tomé

 

 

LORENA GARDUÑO

 


 

Exhausta
ya no me conozco
mi pensamiento
(sonido de rama agónica)
se descalza
viste un pijama áspero
y en los cuencos
estoca dos gotas
antes de atreverse a imaginar
(el inconsciente es un cuchillo)
la faz atroz de la moneda
la raíz iracunda de la realidad:
el escenario en penumbra
una distorsión de humo:
la mujer creada por el viento
la llovizna definiendo su perfil
con su mueca sardónica:
ese instante que le sabe a victoria
esa mi mano que blande una viga
Despierto
me reconozco un poco menos
mi mente
(artesana del miedo)
reconstruye la guadaña
el espacio de la visión
(su sangre viva en mi piel)
el descenso del órgano invidente
la sensación pegajosa
de una canica todavía
centelleando bajo mi cama