domingo, 31 de agosto de 2014

PEDRO GARFIAS




A Federico García Lorca



También yo quiero hablarte, Federico,

con esta ruda voz que ahora me brota

del mar de mi garganta.

El crimen fue en Granada,

dijo el maestro Antonio.

Y yo digo: en Granada fue la aurora

decidida del mundo.

Aquella madrugada

sintió el fascismo resbalar los secos

gusanos por su entraña.

Muerta estaba la noche, petrificada, lívida,

muerta la aurora igual que un agua presa,

muerta la luz en su ataúd de sombras

y muertos te mataron a tí que eras la vida

y la espiga y el árbol y la yerba y la rosa.

Viviste plenamente tu vida de poeta,

de poeta del pueblo,

y has muerto exactamente a la hora justa,

cuando tu muerte es vida para el pueblo.

Yo te lo digo, Federico hermano,

que aguardas desvelado

con el oído atento bajo la tierra pálida

el disparo de luz de la victoria.

Descansa en buena hora.

Cada obrero español, cada soldado,

tiene ya abierto por sus propias manos

su agujero en la tierra que es trinchera o es fosa.

 

 

MANUEL ALTOLAGUIRRE



Desnudo


El cielo de tu tacto
amarillo cubría
el oculto jardín
de pasión y de música.
Altas yedras de sangre
abrazaban tus huesos.
La caricia del alma
-brisa en temblor- movía
todo lo que tú eras.
¡Qué crepúsculo bello
de rubor y cansancio
era tu piel! Estabas
como un astro sin brillo,
recibiendo del sol
la luz de tu contorno.
Sólo bajo tus pies era de noche.
Eres cárcel de música
de la música presa,
que intentaba escapar
en cada gesto tuyo,
pero que no podía salir
y se asomaba como un niño
a los cristales de tus ojos claros.

 

 

EMILIO PRADOS



Alba rápida
 

¡Pronto, deprisa, mi reino,
que se me escapa, que huye,
que se me va por las fuentes!

¡Qué luces, qué cuchilladas
sobre sus torres enciende!
Los brazos de mi corona,
¡qué ramas al cielo tienden!
¡Qué silencios tumba el alma!
¡Qué puertas cruza la Muerte!
¡Pronto, que el reino se escapa!
¡Qué se derrumban mis sienes!
¡Qué remolino en mis ojos!
¡Qué galopar en mi frente!
¡Qué caballos de blancura
mi sangre en el cielo vierte!
Ya van por el viento, suben,
saltan por la luz, se pierden
sobre las aguas...
                     Ya vuelven
redondos, limpios, desnudos...
¡Qué primavera de nieve!

Sujetadme el cuerpo, ¡pronto!,
¡que se me va!, ¡que se pierde
su reino entre mis caballos!,
¡que lo arrastran! , ¡que lo hieren!
¡que lo hacen pedazos, vivo,
bajo sus cascos celestes !
¡Pronto, que el reino se acaba!
¡Ya se le tronchan las fuentes!
¡Ay, limpias yeguas del aire!
¡Ay, banderas de mi frente!
¡Qué galopar en mis ojos!
Ligero, el mundo amanece...

 

 

DÁMASO ALONSO



Lucía


Lucía es rubia y pálida. Sus quietas
pupilas de princesa vagamente
miran hacia el ocaso, y en su frente
se muere una ilusión. Las violetas

de sus grandes ojeras melancólicas
parece que presienten el intenso
olor del camposanto y el incienso
de preces funerarias y católicas.

Sobre su falda tiene un libro abierto...
Mueve el aire los árboles del huerto,
y a la hoja del libro va una hoja

otoñal...

              ( En el libro se refiere
cómo besa una hoja que se muere
a una rosa carnal que se deshoja... )

Qué sutil gracia
tiene tu amor, Amada!

Hoy las rosas eran más rosas
y las palomas blancas, más blancas
y la risa del niño paralítico
del paseo de invierno estaba

suspensa, quieta, azul y diluida
para ti y para mí.

¡Qué sutil gracia
tiene tu amor, Amada!

 

 

GERARDO DIEGO


 
Ahogo



Déjame hacer un árbol con tus trenzas.

Mañana me hallarán ahorcado
en el nudo celeste de tus venas.

Se va a casar la novia
del marinerito.

Haré una gran pajarita
con sus cartas cruzadas.
Y luego romperé
la luna de una pedrada.
Neurastenia, dice el doctor.

Gulliver
ha hundido todos sus navíos.

Codicilo: dejo a mi novia
un puñal y una carcajada.

 

 

JUAN LARREA



Verdores innatos
 

Amiga mía eres tierna hasta el delirio
aquí está la hierba que sube por tus piernas
qué llama ligera
puesto que en cada oreja una anémona
la tierra jamás escucha las palabras que uno quisiera
hagamos nacer mariposas suscitando inquietudes
suscitando caléndulas para huir a no importa dónde
no demasiado pero sin embargo
¿no es así?

 

 

sábado, 30 de agosto de 2014

PEDRO GARFIAS




Yo te puedo poblar, soledad mía...



Yo te puedo poblar, soledad mía,
igual que puedo hacer rocas y árboles
de estas oscuras gentes que me cercan.
¿Cómo, si no, llevar sobre los hombros
la ausencia? El ágil viento me conoce
y ayuda en mi trabajo: cada día
cuelgo del monte nuestro cielo limpio,
planto en el lago nuestra rubia era
y el ancho río de corriente pródiga
vacío lentamente...
Allí donde los pinos y los álamos,
donde la encina sólida y el roble
el claro olivo de verdor de plata.

Y sobre el culto césped
el triunfo de la espiga.
El sol muy en lo alto, fatigando
el aire con sus alas,
en el cenit su vuelo detenido.

 

Cómo su gracia y limpidez los ojos
me abrasan con su luz... No lo soñara
la torpe mano que me arrebatara
mi blanca Andalucía.

 

 

MANUEL ALTOLAGUIRRE

 

El alma es igual que el aire...



El alma es igual que el aire.
Con la luz se hace invisible,
perdiendo su honda negrura.

Sólo en las profundas noches
son visibles alma y aire.
Sólo en las noches profundas.

Que se ennegrezca tu alma
pues quieren verla mis ojos.
Oscurece tu alma pura.

Déjame que sea tu noche,
que enturbie tu transparencia.
¡Déjame ver tu hermosura!

 

EMILIO PRADOS



Cerré mi puerta al mundo...

 
 
Cerré mi puerta al mundo;
se me perdió la carne por el sueño...
Me quedé, interno, mágico, invisible,
desnudo como un ciego.

Lleno hasta el mismo borde de los ojos,
me iluminé por dentro.


Trémulo, transparente,
me quedé sobre el viento,
igual que un vaso limpio
de agua pura,
como un ángel de vidrio
en un espejo.

 

 

 

GERARDO DIEGO


 

Me estás enseñando a amar...

 

Me estás enseñando a amar.
               Yo no sabía.
Amar es no pedir, es dar,
                noche tras día.

La Noche ama al Día, el claro
                ama a la Oscura.
Qué amor tan perfecto y tan raro.
                Tú mi ventura.

El Día a la Noche alza, besa
                sólo un instante.
la Noche al Día -alba, promesa-
                beso de amante.

Me estás enseñando a amar.
                 Yo no sabía.
Amar es no pedir, es dar.
                  Mi alma, vacía.

 

 

 

DÁMASO ALONSO



Mujeres


Oh, blancura. ¿Quién puso en nuestras vidas
de frenéticas bestias abismales
este claror de luces siderales,
estas nieves, con sueño enardecidas?

Oh dulces bestezuelas perseguidas.
Oh terso roce. Oh signos cenitales.
Oh músicas. Oh llamas. Oh cristales.
Oh velas altas, de la mar surgidas.

Ay, tímidos fulgores, orto puro,
quién os trajo a este pecho de hombre duro,
a este negro fragor de odio y olvido?

Dulces espectros, nubes, flores vanas...
¡Oh tiernas sombras, vagamente humanas,
tristes mujeres, de aire o de gemido!

 

 

JUAN LARREA

 

Interior



Tus cabellos están fuera de ti misma sufriendo pero perdonando
gracias al lago que se deshace en círculos
alrededor de los ahogados cuya gotera de pasos muertos
ahonda en tu corazón el vacío que nada vendrá a llenar
aún si sientes la necesidad de zurcir

aún si tu nuca se pliega a los menores caprichos del viento
que exploras tu actitud y ahuyenta la ventana allí dormida
y abre tus párpados y tus brazos y se lleva
si tienes necesidad de zurcir
todo tu follaje hacia tus extremidades

 

 

viernes, 29 de agosto de 2014

PEDRO GARFIAS


 

Yo sé que ya mi voz se va perdiendo...

A Pedro Camacho

 

Yo sé que ya mi voz se va perdiendo,
yo sé que ya mis ojos vuelan poco,
sé que de tanto ya sentirme loco
loco me estoy volviendo.

Sé que mi amor sé fue sin haber sido,
que mi vida se va porque así quiere,
y que mi anhelo de vivir se muere
en pasmo convertido.

Sé que esto ya no cuenta y que no es cuento
ni el velo ni el desvelo de la noche.
Apenas siento deslizarse el río.

Al corazón pongo el oído atento.
Como Rubén siento pasar un coche
y pasa por mi carne un largo frío.


 

MANUEL ALTOLAGUIRRE




Estoy perdido

 

Profeta de mis fines no dudaba
del mundo que pintó mi fantasía
en los grandes desiertos invisibles.

Reconcentrado y penetrante, solo,
mudo, predestinado, esclarecido,
mi aislamiento profundo, mi hondo centro,
mi sueño errante y soledad hundida,
se dilataban por lo inexistente,
hasta que vacilé cuando la duda
oscureció por dentro mi ceguera.

Un tacto oscuro entre mi ser y el mundo,
entre las dos tinieblas, definía
una ignorada juventud ardiente.
Encuéntrame en la noche. Estoy perdido.

 

 

EMILIO PRADOS


 
Dormido en la yerba

 

Todos vienen a darme consejo.
Yo estoy dormido junto a un pozo.

Todos se acercan y me dicen:
-La vida se te va,
y tú te tiendes en la yerba,
bajo la luz más tenue del crepúsculo,
atento solamente
a mirar cómo nace
el temblor del lucero
o el pequeño rumor
del agua, entre los árboles.

Y tú te tiendes sobre la yerba:
cuando ya tus cabellos
comienzan a sentir
más cerca y fríos que nunca,
la caricia y el beso
de la mano constante
y sueño de la luna.

Y tú te tiendes sobre la yerba:
cuando apenas si puedes
sentir en tu costado
el húmedo calor
del grano que germina
y el amargo crujir
de la rosa muerta.

Y tú te tiendes sobre la yerba:
cuando apenas si el viento
contiene su rigor,
al mirar en ruina
los muros de tu espalda,
y, el sol, ni se detiene
a levantar tu sangre del silencio.-

Todos se acercan y me dicen:
-Tú duermes en la tierra
y tu corazón sangra
y sangra, gota a gota
ya sin dolor, encima de tu sueño,
como en lo más oscuro del jardín, en la noche,
ya sin olor, se muere la violeta.-
Todos vienen a darme consejo.
Yo estoy dormido junto a un pozo.

Sólo, si algún amigo mío
se acerca, y, sin pregunta
me da un abrazo entre las sombras:
lo llevo hasta asomarnos
al borde, juntos, del abismo,
y, en sus profundas aguas,
ver llorar a la luna y su reflejo,
que más tarde ha de hundirse
como piedra de oro,
bajo el otoño frío de la muerte.

 

 
 

DÁMASO ALONSO



Oración por la belleza de una muchacha

 

Tú le diste esa ardiente simetría
de los labios, con brasa de tu hondura,
y en dos enormes cauces de negrura,
simas de infinitud, luz de tu día;

esos bultos de nieve, que bullía
al soliviar del lino la tersura,
y, prodigios de exacta arquitectura,
dos columnas que cantan tu armonía.

Ay, tú, Señor, le diste esa ladera
que en un álabe dulce se derrama,
miel secreta en el humo entredorado.

¿A qué tu poderosa mano espera?
Mortal belleza eternidad reclama.
¡Dale la eternidad que le has negado!

 

 

GERARDO DIEGO

 

Madrigal

A Juan Ramón Jiménez

 

Estabas en el agua
                    estabas que yo te vi

Todas las ciudades
                            lloraban por ti
                            Las ciudades desnudas
           balando como bestias en manada.

A tu paso
              las palabras eran gestos
como éstos que ahora te ofrezco

Creían poseerte
porque sabían teclear en tu abanico

Pero
            No

     no estabas allí

Estabas en el agua
                              que yo te vi.


 

 

JUAN LARREA


 

El niño ofrece sus ojos a los tallos del viento

  

Deshechos como lechos profundos de gestos pero descarnados
dejando caer nuestras paredes a lo largo de nuestro Mcuerpo
en este otoño que no osa llenar la distancia entre tus manos
en este otoño desfigurado por el color de mis desvelos

Paseando las sombrillas de un viento de carne mis cicatrices
han olvidado sus llaves en los furtivos reflejos de las aguas
pero la canastilla que flota allí llena de pestañeos efímeros
me indemniza de tantas y tantas puertas cerradas detrás de ti

Comparte tú mi angustia y mis banderas llovedoras
vela por el canario que persigue su flauta entre mis huesos
que come y bebe las tardes en los huecos de una lengua ausente
exponiéndose a ser sorprendido demasiado lejos de mi sueño

 

Traducción de Gerardo Diego

 

 

jueves, 28 de agosto de 2014

PEDRO GARFIAS



Pasear contigo en soledad perfecta...

 
Pasear contigo en soledad perfecta
fondo azul de colinas y a los lados
árboles comprensivos y vigilantes
el doble paso caprichoso y lento.

Pasear contigo en soledad callada
al través de un silencio transparente
la frente levantada al sol que sube
orgulloso del brío de su vuelo.

Pasear contigo por la superficie
de redondez suave de la tierra
con lentitud perseverante y noble...
contigo y tu recuerdo y tu esperanza.

 

MANUEL ALTOLAGUIRRE


 

Fuga



Al ver por dónde huyes
dichoso cambiaría
las sendas interiores de tu alma
por las de alegres campos.

Que si tu fuga fuera
sobre verdes caminos
y sobre las espumas,
y te vieran mis ojos,
seguirte yo sabría.

No hacia dentro de ti,
donde te internas,
que al querer perseguirte
me doy contra los muros de tu cuerpo.

No hacia dentro de ti,
porque no estemos:
tú, pálida, escondida,
yo como ante una puerta
ante tu pecho frío.

 

 

EMILIO PRADOS



Rumor de espejos
 

El cuerpo en que yo vivía
nunca supo de mi cuerpo.
Nada preguntó por él
y de mí salió sin verlo.

Llegó a una fuente. En sus aguas
vio la flor azul del cielo:
-Di, ¿cómo te llamas, flor?...
-Nombre soy de tu silencio.

Nada entendió. Subió al monte
de la soledad. El viento,
se desnudaba en la cumbre
de Dios, todo su misterio.

-Di, viento: ¿cuál es tu nombre?...
-Nombre soy de tu silencio.
Y dos águilas volaron,
resbalando, hasta mi sueño.

Siguió mi cuerpo tras ellas,
olvidándose en su vuelo,
de sí mismo, y nuevamente
entró en mí, sin yo saberlo.

¿Y está en mí?...  (Busco su nombre;
pero al buscarlo, me pierdo
dentro del mundo que trajo
mi cuerpo hasta mi silencio.)

«¿Lleno de ti mismo estás
y buscas nombre a tu cuerpo?»,
siento que un rumor me canta,
quebrando, en mí, dos reflejos...

Llamo en él y en él estoy.
Salgo de mí y en él entro...

¡Aún no conozco mi nombre
pero sé que lo navego!

 

 

 

DÁMASO ALONSO

 
 
 
Vida

 

Entre mis manos cogí
un puñadito de tierra.
Soplaba el viento terrero.
La tierra volvió a la tierra.
Entre tus manos me tienes,
tierra soy.
                El viento orea
tus dedos, largos de siglos.
Y el puñadito de arena
-grano a grano, grano a grano-
el gran viento se lo lleva.

 

 

GERARDO DIEGO



Insinuación

 
Oh, ven, ven, ¿a qué esperas?
Los árboles te llaman
agitando sus miembros infinitos.
La tierra abre sedienta
la boca, y modifica
la incómoda postura de sus muslos.
Sus párpados entoldan los tejados.
Alborotan los niños de la escuela.
Se hace más tersa y suave
la mejilla frutal de las mujeres.
Y acarician mi frente anubarrada,
barriéndola de duros pensamientos
los plumeros de seda de la brisa.
Oh, ven pronto
a adormecer  -silencio-  nuestros sueños,
contándoles tu historia sin sentido,
tan casta y voluptuosa,
toda de besos mudos
y calladas sorpresas.

 

 

 

JUAN LARREA

 

Carne de mi carne

 
Entre lirios de falsa alarma
la insistencia de una avispa deja adivinar tu cuerpo
el ardor ahoga una presa demasiado mía para ser fingida
nodriza de dos filos sobre su lecho de convidado
el ardor deshace el nudo de la marisma viviente
donde el amor te esparce y se retira

El ancla de tu palidez se sumerge
hasta la detención de las formas es aquí
donde la lluvia se pinta de azul el corazón
y furtiva una corriente de aire
desmiente ese gesto que significa ignoro
el bello blanco que ofrezco

El ojo lava su párpado al borde confuso de la duda
y descompone tu cabeza en siete ruiseñores mórbidos
lo hay ya necesidad de apagar nuestras heridas
espacio por sí mismo se olvida para plegarse a tus alas

 

Traducción de Gerardo Diego

 

miércoles, 27 de agosto de 2014

PEDRO GARFIAS



Porque te siento lejos...

 

Porque te siento lejos y tu ausencia
habita mis desiertas soledades,
qué profunda esta tarde derramada
sobre los verdes campos inmortales.

Ya el Invierno dejó su piel antigua
en las ramas recientes de los árboles
y avanza a saltos cortos por el prado
la Primavera de delgado talle.

Por el silencio de pendiente lenta
rueda la brisa en tácito oleaje
y apunta la violeta su murmullo
al pie del roble y de la encina grave.

En las aguas inmóviles del lago
anclan nubes y luces vesperales
y tiende el bosque sus flexibles redes
al vuelo prodigioso de tu imagen.

El sol azul con cuidadosas manos
rayos y brumas teje en noble arte
hasta dejar de tu color, amada,
la piel inmaculada de la tarde.

Te miro recostada sobre el césped,
agua verde y verdor claro tu carne,
tu rumoroso pelo embravecido
y el bosque de tu risa palpitante.

Alrededor de tus tobillos breves
ciñe la luz minúsculos collares
y abrazan a tus brazos poderosos
los tallos y las ramas verde antes.

Pulsan las finas cuerdas del silencio
tus voces y los pájaros locuaces;
el cielo en plenitud abre sus venas
de calurosa y colorada sangre

¡y alza mi corazón su pesadumbre
como un nido de sombras un gigante!


 

MANUEL ALTOLAGUIRRE


 

Encuentro nocturno

 

Profeta de mis fines no dudaba
del mundo que pintó mi fantasía
en los grandes desiertos invisibles.
Reconcentrado y penetrante, solo,
mudo, predestinado, esclarecido,
mi aislamiento profundo, mi hondo centro,
mi sueño errante y soledad hundida,
se dilataban por lo inexistente,
hasta que vacilé cuando la duda
oscureció por dentro mi ceguera.
Un tacto oscuro entre mi ser y el mundo,
entre las dos tinieblas, definía
una ignorada juventud ardiente.
Encuéntrame en la noche. Estoy perdido.

 

 

 

 

RAFAEL ALBERTI

 

Por allí, hondo, una humedad ardiente...

 

Por allí, hondo, una humedad ardiente;
blando, un calor oscuro el que allí hervía;
sofocado anhelar el que se hundía,
doblándose y muriendo largamente.

Labios en labios que no ataca diente;
Lengua en garganta que se corta, umbría;
Áspero alrededor, fiera porfía
Por morder lo imposible de la fuente.

Fiera porfía, ya que ni a la hembra
Más hembra ni al varón más varón dieron
Otra cumbre que ser sembrado y siembra.

Pues lo demás, ¡oh cuerpos desvelados!,
Son fulgores que al alba se perdieron
En un súbito arder, desesperados.

 

FEDERICO GARCÍA LORCA




Madrigal de verano

 

Junta tu roja boca con la mía,
¡Oh Estrella la gitana!
Bajo el oro solar del mediodía
morderé la manzana.

En el verde olivar de la colina
hay una torre morena,
del color de tu carne campesina
que sabe a miel y aurora.

Me ofreces en tu cuerpo requemado,
el divino alimento
que da flores al cauce sosegado
y luceros al viento.

¿Cómo a mí te entregaste, luz morena?
¿por qué me diste llenos
de amor tu sexo de azucena
y el rumor de tus senos?

¿No fue por mi figura entristecida?
¡Oh mis torpes andares!
¿Te dio lástima acaso de mi vida,
marchita de cantares?

¿Cómo no has preferido a mis lamentos
los muslos sudorosos
de un San Cristóbal campesino, lentos
en el amor y hermosos?

Danaide del placer eres conmigo.
Femenino Silvano.
Huelen tus besos como huele el trigo
reseco del verano.

Entúrbiame los ojos, con tu canto.
Deja tu cabellera
extendida y solemne como un manto
de sombra en la pradera.

Píntame con tu boca ensangrentada
un cielo del amor,
en un fondo de carne la morada
estrella de dolor.

Mi pegaso andaluz está cautivo
de tus ojos abiertos;
volará desolado y pensativo
cuando los vea muertos.

Y aunque no me quisieras te querría
por tu mirar sombrío,
como quiere la alondra al nuevo día,
sólo por el rocío.
 

Junta tu roja boca con la mía,
¡Oh Estrella la gitana!
Déjame bajo el claro mediodía
consumir la manzana.

 

 

 

GERARDO DIEGO



Continuidad



Las campanas en flor
no se han hecho para los senos de oficina
ni el tallo esbelto de los lápices
remata en cáliz de condescendencia
La presencia de la muerte
se hace cristal de roca discreta
para no estorbar
el intenso olor a envidia joven
que exhalan los impermeables

Y yo quiero romper a hablar a hablar
en palabras de nobles
agujeros dominó del destino
Yo quiero hacer del eterno futuro
un limpio solo de clarinete
con opción al aplauso
que salga y entre libremente
por mis intersticios de amor y de odio
que se prolongue en el aire y más allá del aire
con intenso reflejo en jaspe de conciencias

Ahora que van a caer oblicuamente
las últimas escamas de los llantos errantes
ahora que puedo descorrer la lluvia
y sorprender el beso tiernísimo
de las hojas y el buen tiempo
ahora que las miradas de hembra y macho
chocan sonoramente y se hacen trizas
mientras aguzan los árboles sus orejas de lobo
dejadme salir en busca de mis guantes
perdidos en un desmayo de cielo
acostumbrado a mudar de pechera

La vida es favorable al viento
y el viento propicio al claro ascendiente
de los frascos de esencia
y a la iluminación transversal de mis dedos
Un álbum de palomas rumoroso a efemérides
me persuade al empleo selecto
de las uñas bruñidas
Transparencia o reflejo
el amor diafaniza y viaja sin billete
de alma a alma o de cuerpo a cuerpo
según todas las reglas que la mecánica canta

Ciertamente las campanas maduras
no saben que se cierran como los senos
de oficina
cuando cae el relente
ni el tallo erguido de los lápices
comprende que ha llegado
el momento de coronarse de gloria
Pero yo sí lo sé
y porque lo sé lo canto ardientemente
Los dioses los dioses miradlos han vuelto
sin una sola cicatriz en la frente.


 

JUAN LARREA


 

Aunque bajo el temor


 

En el fondo estas mujeres necesarias del frío
estas mujeres sin recuerdos más allá de los abedules
palidecen sin saber por qué

El cielo en cambio está enfermo de pizarras
y sus cabellos caen como pozos de mina


El cielo el cielo ingeniero amigo mío
construirás un velero con el soplo que me anima
puesto que el reloj hace el dragado de nuestros fastidios
y su círculo viene a ser nuestra corona a menudo de espinas

Sobre el horizonte de ciego que la hora mojada tentalea
los pichones se conducen como segundas intenciones
empleando hasta el final la mano de obra del otoño

Aunque la tarde haga sus víctimas
si tú no temes el deterioro de los mares
ven con tus párpados hinchados por un aire familiar
ven a expandirte como los autores de cartas anónimas

Sol de las cumbres sol

 

 

martes, 26 de agosto de 2014

JUAN JOSÉ DOMENCHINA




Una vez más tu piel...

(31 de diciembre/1 de enero de 1944)

 
...camisa de culebra en el camino...

J. J. D.

 


Una vez más tu piel, tu desprendida
piel de reptil, se pudre en el sendero,
junto al descamisado pordiosero
que nos viene a vender la nueva vida.

Con plantas sin raíces, mal prendida
a la derrota de su derrotero,
va el paso peregrino del romero
extático en su punto de partida.

El curso —intemporal, intempestivo—
de este tiempo que pierde su andadura
queda absorto en instantes sin motivo.

...Tu amanecer difuso nos augura
otro permanecer, otro cautivo
tiempo en espera, por la noche oscura.

 

 

PEDRO GARFIAS



Epitafio a Antonio Machado

Qué cerca de tu tierra te has sabido quedar.
Así el viento de España te cantara al oído
a poco que desborde su vuelo circular
y el sol mirarte, cuando en el mediodía
frene su impulso fiero, antes de resbalar.

 

 

 

JOSÉ MARÍA HINOJOSA


 

Huyendo del destino

  

En medio de este hueco redondo y transparente
que me persigue siempre a través de la tierra
retumban los hachazos que separan las ramas
brotadas en el tronco de mármol patinado
por el humo de pólvora y la luz de la luna
filtrada entre los dedos de tus manos de nieve.

Tus brazos recogían en sus siete colores
la lluvia de mi frente y la espuma del agua
perdiéndose en las aguas tu cabellera rubia
mientras que tu cabeza flotaba entre las olas
verde entre verdes algas con los labios abiertos
por la caricia última de mis labios de fuego.

 

 

RAFAEL ALBERTI

 

Canción de amor

 
Amor, deja que me vaya,
déjame morir, amor.
Tú eres el mar y la playa.
Amor.
Amor, déjame la vida,
no  dejes que muera, amor.
Tú eres mi luz escondida.
Amor.
Amor, déjame quererte.
Abre las fuentes, amor.
Mis labios quieren beberte.
Amor.
Amor, está anocheciendo.
Duermen las flores, amor,
y tú estás amaneciendo.
Amor.

 

 

 

FEDERICO GARCÍA LORCA




La monja gitana
 


Silencio de cal y mirto.
Malvas en las hierbas finas.
La monja borda alhelíes
sobre una tela pajiza.

Vuelan en la araña gris
siete pájaros del prisma.
La iglesia gruñe a lo lejos
como un oso panza arriba.

¡Qué bien borda! ¡Con qué gracia!
Sobre la tela pajiza
ella quisiera bordar
flores de su fantasía.

¡Qué girasol! ¡Qué magnolia
de lentejuelas y cintas!
¡Qué azafranes y qué lunas
en el mantel de la misa!

Cinco toronjas se endulzan
en la cercana cocina.
Las cinco llagas de Cristo
cortadas en Almería

Por los ojos de la monja
galopan dos caballistas.
Un rumor último y sordo
le despega la camisa,

y al mirar nubes y montes
en las yertas lejanías,
se quiebra su corazón
de azúcar y yerbaluisa.

¡Oh, qué llanura empinada
con veinte soles arriba!
¡Qué ríos puestos de pie
vislumbra su fantasía!

Pero sigue con sus flores,
mientras que de pie, en la brisa,
la luz juega el ajedrez
alto de la celosía.