A
Federico García Lorca
También
yo quiero hablarte, Federico,
con
esta ruda voz que ahora me brota
del
mar de mi garganta.
El
crimen fue en Granada,
dijo
el maestro Antonio.
Y yo
digo: en Granada fue la aurora
decidida
del mundo.
Aquella
madrugada
sintió
el fascismo resbalar los secos
gusanos
por su entraña.
Muerta
estaba la noche, petrificada, lívida,
muerta
la aurora igual que un agua presa,
muerta
la luz en su ataúd de sombras
y
muertos te mataron a tí que eras la vida
y la
espiga y el árbol y la yerba y la rosa.
Viviste
plenamente tu vida de poeta,
de
poeta del pueblo,
y has
muerto exactamente a la hora justa,
cuando
tu muerte es vida para el pueblo.
Yo te
lo digo, Federico hermano,
que
aguardas desvelado
con
el oído atento bajo la tierra pálida
el
disparo de luz de la victoria.
Descansa
en buena hora.
Cada
obrero español, cada soldado,
tiene
ya abierto por sus propias manos
su
agujero en la tierra que es trinchera o es fosa.
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