"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
martes, 19 de agosto de 2025
NADALE FIDINE
Muramos
De
los muertos
tantos
muertos
de
obús y abuso
de
todo
siempre
y aún en todas partes
La
muerte se impone a todos
al
final del camino
en
Dios
omnipotente
al
miedo ella nos subyuga
Los
hombres por millares
se
pierden en la efervescencia
por
los maltrechos senderos de la existencia
y
siguen
dócilmente a la fatalidad
Y la
vida
continúa
cada
día
dándonos
razones para partir
y
por último afrontar el destino
Sólo la
muerte
permanece
la imparable escapatoria
en pánico
antes
del tañido fúnebre.
Muramos
muramos
entonces
para
que de ella
triunfemos
en
la nueva alba
Muramos
por
la buena fortuna
para
conquistar
al fin
nuestra
existencia
Y la
vida se nos dará
como
la novia
el día
de su boda
bella
pudorosa
y desnuda.
GIUSEPPE NIBALI
Todo
este ruido humano que te canto
es
el dolor niño de los días en la sonrisa
de
revista, con el lápiz labial ahora me hablas segura
de
los trenes y tienes la mano para cubrir la luz del
viaje,
de los besos en la frente en el secreto de las vías.
Yo
hago de todo para decirte, para llamar el gajo
de
sol sobre tus ojos y pienso que está fijo en ti
el
bien que se mueve por el mundo.
Cómo
te cierras para retener el sostén en el vuelo
del
agua o sobre los balcones donde se desenvuelve una
soledad
que no sientes, pero espanta,
espanta
a cualquiera, también a los demás (y eran muchos)
para
tirar el dolor por las barandillas, y asomados
también
nosotros, amor, en esta colmena miramos
juntos
el partido, ahora yo he regresado,
pero
quizás es más importante el partido, no queda
otra
metafísica, tampoco la ficción
de
la respuesta, de la pregunta:
«¿te
molesta esta historia?»
«No,
espero todavía todo el tiempo. Y luego, después, otro tiempo, para abrazarte.
Tú relájate. Te traigo algo, aquí al balcón, una ensalada de mar. Pero
diviértete, mira el partido, que ha vuelto a llover, y hay un silencio
perfecto, no tenemos que regar el jardín, se está bien así hoy, los niños están
en la escuela, luego, quizás, más tarde, sería lindo hacer el amor».
Versión
de Antonio Nazzaro
MARILYN MONROE
Hoy
Hoy
no tengo ninguna
preocupación,
hoy
respiro aire libre
al
aire libre,
hoy
no sufro
por
el amor de nadie
ni
recuerdo a la niña
humillada
que fui,
hoy
soy feliz,
hoy
quisiera estar muerta.
MARIANO PEYROU
La escuela de venus
Todo empezó con la visita de un hombre
que contaba anécdotas de tortugas y tiburones,
de islas tan distintas de las que yo
conozco. En la embajada se estaban
poniendo nerviosos. El futuro tira
con tanta fuerza como el pasado
y no es menor su carga de melancolía,
lo entenderás durante el próximo eclipse.
Pronto oiremos la última
llamada para los pasajeros.
¿Y entonces qué harás, si no
puedes seguir mirando desde el fondo
de la fiesta, protegida
por el ritmo y las luces de una celebración
no sentida, entre gente que te conoce
pero no sabe o no puede corresponder
a tus deseos, mientras las otras
van saliendo, siempre en orden?
UNAI VELASCO
Aleluya
Arrojábamos
cal viva a las mansiones temibles
y
por eso nuestra alegría era más blanca.
Quizá
ninguno dijera jamás
nunca
una palabra sobre el júbilo
pero
es cierto que no podíamos dejar de hablar
y
sacudirse el salitre llegó pronto,
pronto
llegaron las costas y fue cierta la bahía,
nos
convencieron los acantilados.
A
veces nos enfundábamos mal las mallas verdes y los ojos se abrían
y
nos confundíamos como reptiles
o el
pelo se nos ponía lacio, somnoliento y fingido
o
íbamos por ahí con los dedos detenidos de hadas,
pero
siempre había alguno que trastabillaba a medio calzón
y en
seguida saltábamos y el puerto se llenaba de luces,
suficiente
para seguir conversando, golpeando las mesas,
alborotando
el pan. Anochecía al este de la isla.
Anochecía
como una industria secreta,
un
país alargado de códices, parlante y silencioso,
que
averigua mástiles tras la vegetación.
Así
que este es el país que crece hacia adentro,
este
es el país del árbol inmenso
y
bailábamos a su alrededor esforzando a las aves
a su
alrededor del árbol
inmensos
alígeros en sombras sospechosas
con
transparencias estrictas del país
inmenso
bailando
bailando
alrededor
de un árbol en el país
con
festines transparentes a qué son por los puertos
al
pie cantando
en
el puerto cantando los apaches pies peluches
sin
sombra, sin sombra.
También
hubo momentos en las playas lúcidas
para
confesar que apenas sabíamos el nombre de los árboles
que
en nuestra lengua no crecía el gran magnolio ni la menta medicinal,
pero
el agua disimulaba las piernas y los cangrejos dijeron: enmudeced.
Habíamos
pasado los días antiguos de andar la tabla
de
esquivar las culebrinas de tambor dorado,
se
nos pusieron los pies duros
y la
ropa envejeció.
Al
fondo, quieto, un farallón:
el
tiempo empobrecido por las anémonas.
JUAN DOMINGO AGUILAR
Gravedad
cero
Mi
madre está tumbada en su cama
la
operaron hace varios días
duerme
y su aliento empaña
la
máscara de oxígeno
como
si fuera el casco
de
una pequeña astronauta.
Despierta
y agarra mi mano,
sonrío
y le pregunto
qué
le apetece hacer:
solo
quiero ir a casa, dice
quejarme,
regañar a tu padre
por
comer demasiado,
regañar
al perro del vecino,
limpiar
un poco el salón
y
sobre todo llegar al cielo
mucho
antes
que
todos vosotros.
De:
“Un mal de familia”
