sábado, 11 de diciembre de 2021


 

LEWIS CARROLL

 


 

Cuando la desolación arrebató a su llorosa presa

 

 

“Cuando la desolación arrebató a su llorosa presa
del desolado imperio del día sin esperanza;
cuando toda la luz, arrojada por ilusión sin brillo,
sólo sirvió para dar vida a la pútrida piedra;
cuando los monarcas, menguando a la confusa vista,
desmoronados se desvanecieron en la negra noche;
cuando el crimen acechaba fuera con sedientos pasos,
y destellaba en rojo la espada jamás saciada:
en hora tal tu grandeza habría de verse –
es decir si esa hora hubiese existido –
En esa hora cantarán tus alabanzas,
si no mi gente, muchos de lengua más valiosa;
y te mirarán los hombres admirados
¡cuando llegue esa hora, pero no hasta entonces!”

  

Nota: Lewis Carrol, seudónimo de Charles Lutwidge Dodgson

 

 

ERNEST DOWSON

 

 

Noches grises

 

 

Por un tiempo vagamos (esto fue lo que soñé)
por un largo y arcilloso camino en la Tierra de Nadie,
donde sólo las amapolas crecen en la arena,
aquellas que con escasa estima arrancamos,
y siempre tristes, hacia una triste corriente,
seguimos avanzando con los dedos entrelazados,
bajo las estrellas distantes, un camino imprevisto,
la visión de todas las cosas en la sombra de un sueño.

Y siempre tristes, mientras las estrellas expiraron,
encontramos las más extrañas amapolas,
hasta que tus ojos mi luz cultivaron,
para iluminarme en aquella hora de abatimiento,
y en su oscurecimiento ninguna conjetura podría
atormentarme con los días perdidos que deseamos,
después de ellos mis recuerdos fueron destrozados.

 

 

CHARLOTTE MEW

 

  

A Quoi Bon Dire

  

Hace diecisiete años dijiste
algo que sonó como un adiós;
y todos piensan que estás muerto,
menos yo.

Así que yo, que me vuelvo rígida y fría
ante esto y aquello, también digo;
y todos ven que soy vieja,
menos tú.

Y una hermosa mañana en una calle soleada,
un chico y una chica se encontrarán y se besarán y jurarán
que nadie podrá volver a amar de esa manera,
mientras tú, por allá,
habrás sonreído y yo habré jugado con tu cabello.

 

 

GEORGE ELIOT



 

Doncella coronada de brillante oscuridad

 

 

Doncella coronada de brillante oscuridad,
ágil como las panteras que merodean por el bosque,
igual que una Náyade armada cuando danza,
o flota arrastrada por una corriente de éter,
brillante, ¡Oh brillante Fedalma!

Formas ondulaciones como suavidades a la deriva,
los besos de tus olas dejan marcas inequívocas en el mármol,
música lejana que aletea suavemente,
que se eleva despacio, que se sumerge despacio,
brillante, ¡Oh brillante Fedalma!

Pura como una lágrima de lluvia sobre una rosa,
alta nube nacida en un mediodía inmaculado,
repentina perfección como una gota de rocío,
joya engendrada por la tierra y el cielo,
brillante, ¡Oh, brillante Fedalma!

Belleza que no tiene padre mortal,
una santa luz engendró tu forma,
surgida de un estremecimiento de ansia, del regocijo,
de un presagio dulce, de la alegría recordada.
¡Hija de la luz! ¡Hija de la luz!
¡Hija de la luz, Fedalma!

  

Nota: George Eliot, seudónimo de Mary Ann Evans

 

THOMAS HARDY

 

  

Pensando en Phena al saber su muerte

 

 

Ni una raya suya tengo,
ni uno solo de sus cabellos,
ninguna señal de sus años de señora de casa que
me ayude a imaginarla;
y en vano urgo los ojos cerrados
a concebir mi premio perdido
cerca de ella, que conocí cuando la luz le derramaba de los
sueños
y, de los ojos, las risas.

Qué paisajes rodearon sus últimos días:
tristes, turbios, brillantes?
¿Sus dones y bondades enmarcaron de estallido a los suyos
dulces caminos
con dorada aureola?
¿O declinó la luz vital de sus años
y las desdichas guiaron
su estrella? ¿Niegos o reparos, presentimientos o miedos
¿le desennobleran el alma?

Así pues, sólo el espectro retengo de la chica de antes,
como reliquia;
y quién sabe si, con lo mejor de ella dentro de mí,
no sea preferible
que ni una raya suya tenga,
ni uno solo de sus cabellos,
ninguna señal de sus años de señora de casa que
me ayude a imaginarla.

 

ANNE BRONTË

 

  

Versos compuestos en el bosque un día ventoso

 

 

Mi alma está despierta, mi espíritu se eleva,
y las alas de la brisa lo acompañan hasta la cima;
la naturaleza salvaje ruge a mi alrededor,
se despereza para raptar a la tierra y a los mares.

La hierba más crecida se marchita bajo la mirada del sol,
los árboles desnudos sacuden las ramas más altas
en el suelo las hojas muertas consuman su danza alegre,
mientras las nubes más blancas surcan el cielo azul.

Me gustaría contemplar cómo azota el océano
la espuma del oleaje formando torbellinos;
me gustaría ver la huida de las orgullosas olas,
¡y escuchar a diario el rugido salvaje del trueno!