"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
lunes, 25 de febrero de 2019
FLORENCIA LOBO
Páramo
Con el
último viento
se
escaparon mis voces.
Silencio.
Llanura.
Y andar
como quien va
con su
páramo a cuestas.
RENATO SANDOVAL
En el
tejado el nombre
y el oro de los miserables
tan de pronto mío que ahora aúllo
de pudor y de quebranto.
La fiesta sin alcurnia
redobla en cada pecho,
nadie en la sala bailando
sin pies y en contradanza.
De los balcones un estertor
que trastabilla en la plaza,
un doble engaño:
ríe en el sol la última marmita
y a la luna señala
con doble dedo índice en la nada.
y el oro de los miserables
tan de pronto mío que ahora aúllo
de pudor y de quebranto.
La fiesta sin alcurnia
redobla en cada pecho,
nadie en la sala bailando
sin pies y en contradanza.
De los balcones un estertor
que trastabilla en la plaza,
un doble engaño:
ríe en el sol la última marmita
y a la luna señala
con doble dedo índice en la nada.
De: “Suzuki blues”
ERICK AGUIRRE
Fotografía
con moleskine
La madrugada me sorprende imaginando
--mientras contemplo esta foto
en la que mis ojos irradian tanta dicha
(la felicidad del hombre
en la caída sin fin de un dulce abismo)
y su rostro sonríe iluminando las sombras
que acechan nuestro abrazo--
si esta noche habrá escrito mi nombre
en las primeras páginas
de su nuevo moleskine.
Me pregunto cuánto tiempo
se habrá sentido sola,
devorada por la nostalgia
en la pequeña habitación de aquel hotel
cerca del Zócalo de México,
mientras yo desde aquí la contemplo,
sonriente como una diosa,
iluminando nuestro abrazo,
perfeccionando esta unión,
sosegando sus turbulencias,
aferrando sus dedos en mi hombro,
viéndome como yo también la miro desde aquí,
enamorado y feliz,
tratando también de nombrarla
con el murmullo seco de mi nostalgia;
imaginándola allá,
en el bullicioso y contaminado valle de México
(la gran Tecnochtitlán asediada por los vendedores),
escribiendo con nostalgia mi nombre
en las primeras páginas de su nuevo moleskine.
Mayo 2007.
La madrugada me sorprende imaginando
--mientras contemplo esta foto
en la que mis ojos irradian tanta dicha
(la felicidad del hombre
en la caída sin fin de un dulce abismo)
y su rostro sonríe iluminando las sombras
que acechan nuestro abrazo--
si esta noche habrá escrito mi nombre
en las primeras páginas
de su nuevo moleskine.
Me pregunto cuánto tiempo
se habrá sentido sola,
devorada por la nostalgia
en la pequeña habitación de aquel hotel
cerca del Zócalo de México,
mientras yo desde aquí la contemplo,
sonriente como una diosa,
iluminando nuestro abrazo,
perfeccionando esta unión,
sosegando sus turbulencias,
aferrando sus dedos en mi hombro,
viéndome como yo también la miro desde aquí,
enamorado y feliz,
tratando también de nombrarla
con el murmullo seco de mi nostalgia;
imaginándola allá,
en el bullicioso y contaminado valle de México
(la gran Tecnochtitlán asediada por los vendedores),
escribiendo con nostalgia mi nombre
en las primeras páginas de su nuevo moleskine.
Mayo 2007.
RAFAEL TIBURCIO GARCÍA
Gran tribulación: 9 de diciembre
¿Recuerdas
aquellos años
cuando
separaba las ramas del abeto
y
acompañaba a mi madre al mercado
para
comprar el musgo con las indígenas sobre el piso;
cuando
me acercaba a esa figura de porcelana
y entre
los niños la arrullábamos antes de llevarla al nacimiento;
cuando
la familia se reunía porque tu hijo había nacido
una vez
más en la Tierra?
¿Lo
recuerdas, Padre,
cuando
alzaba la mirada para verte junto al sol
y te
preguntaba, entre lágrimas, por qué los centuriones
daban
latigazos a tu hijo mientras cargaba la cruz;
cuando
mi alma se sentía abandonada, después de las tres de la tarde,
porque
el mundo se quedaba a merced de los demonios;
y
cuando, tras la misa de media noche,
celebraba
la resurrección?
Esos
días, Padre, no vuelven,
como no
vuelve la culpa por olvidar las oraciones
o el
deseo de disolver una ostia en la boca;
se fue
el hábito de calmar la angustia con un salmo
o de
hablarte por las noches, imaginando que escuchabas.
Creí
que el mundo sería mejor así:
sin
reclamarte cada vez que la maldad se apoderaba de todo.
Por eso
ahora que mis hijos caminan sin temer tu ira,
sin
alzar la cabeza buscando aprobación,
o
respuestas a la enfermedad y la muerte,
una
parte de mí sabe que los traicionó,
pues
caminan sin conocer esperanza alguna
y como
a ti, no la necesitan.
REINA MARÍA RODRÍGUEZ
edgar, las
muchachas y la lluvia
ha vuelto a ser noviembre
y alrededor del ojo profunda otra rayita.
empieza ya el invierno y a veces
no sé dónde guardarme.
tu madre ha sido loca
y de remate amante de cosas imposibles.
no aprendió a cocinar las hormigas
les roban los objetos del cuarto
aún le teme a las tataguas
y al amor.
faltan 20 años o 20 segundos
para que termine el siglo mientras
hacemos amuletos con formas de palomas
que cuelgo en las ventanas contra los bombardeos
20 años o 20 segundos
para que termine este siglo y
sólo te deseo que puedas siempre
admirar las estrellas porque a veces
temo que no podamos contemplar más las estrellas.
tú vivirás en el 2000
y verás árboles cosmódromos mariposas
esa fauna y flora diferente que estamos creando
y vivirás como todos los niños
dentro de un hombre.
pero acuéstate siempre como ahora
entre destornilladores y latas vacías
aunque te asalten las muchachas
y la lluvia.
ha vuelto a ser noviembre
y alrededor del ojo profunda otra rayita.
empieza ya el invierno y a veces
no sé dónde guardarme.
tu madre ha sido loca
y de remate amante de cosas imposibles.
no aprendió a cocinar las hormigas
les roban los objetos del cuarto
aún le teme a las tataguas
y al amor.
faltan 20 años o 20 segundos
para que termine el siglo mientras
hacemos amuletos con formas de palomas
que cuelgo en las ventanas contra los bombardeos
20 años o 20 segundos
para que termine este siglo y
sólo te deseo que puedas siempre
admirar las estrellas porque a veces
temo que no podamos contemplar más las estrellas.
tú vivirás en el 2000
y verás árboles cosmódromos mariposas
esa fauna y flora diferente que estamos creando
y vivirás como todos los niños
dentro de un hombre.
pero acuéstate siempre como ahora
entre destornilladores y latas vacías
aunque te asalten las muchachas
y la lluvia.
MILTÓN MEDELLÍN
Semilla en el destierro
En
dónde quedarán aquellos días
que le
dieron sentido a tu presencia.
En
dónde la memoria de este tiempo
que
presumiste humano,
aquél
movimiento de lo eterno
que
respetó el transcurso de todas tus pasiones.
Todo lo
que has buscado y proferido
será un
anticipado abandono
en la
mente de todos tus hermanos,
alma
comunicada en el vacío,
sólo el
silencio es real en esta hoguera
que
consume tu esfuerzo de existencia.
Y serás
casi
polvo de carne
cuyo
rostro se descubre derrumbado,
oscuridad
a un tiempo,
en el
presentimiento de la luz.
Eternidad
sin nombre
serás,
el
testimonio,
de
aquél amor que todo lo sostiene.
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