lunes, 25 de febrero de 2019

ERICK AGUIRRE





Fotografía con moleskine
La madrugada me sorprende imaginando
--mientras contemplo esta foto
en la que mis ojos irradian tanta dicha
(la felicidad del hombre
en la caída sin fin de un dulce abismo)
y su rostro sonríe iluminando las sombras
que acechan nuestro abrazo--
si esta noche habrá escrito mi nombre
en las primeras páginas
de su nuevo moleskine.
Me pregunto cuánto tiempo
se habrá sentido sola,
devorada por la nostalgia
en la pequeña habitación de aquel hotel
cerca del Zócalo de México,
mientras yo desde aquí la contemplo,
sonriente como una diosa,
iluminando nuestro abrazo,
perfeccionando esta unión,
sosegando sus turbulencias,
aferrando sus dedos en mi hombro,
viéndome como yo también la miro desde aquí,
enamorado y feliz,
tratando también de nombrarla
con el murmullo seco de mi nostalgia;
imaginándola allá,
en el bullicioso y contaminado valle de México
(la gran Tecnochtitlán asediada por los vendedores),
escribiendo con nostalgia mi nombre
en las primeras páginas de su nuevo moleskine.


Mayo 2007. 



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